Esta vez, el título y el afiche lo dicen todo. Tournée es la historia de la gira de una
compañía de burlesque estadounidense por ciudades de Francia. Cinco mujeres de
distinta contextura y edad más un hombre componen la compañía. Una de ellas
toca el piano y canta, los demás se desnudan. Como le enseñan las
strip-teaseras a la bisoña Gypsy Rose Lee en el musical Gypsy, en el burlesque, el arte de desnudarse al ritmo de la
música, lo esencial es tener un “gimmick”, es decir un truco que te distinga,
que haga que tu acto sea original. Estas chicas y el muchacho lo tienen. Los
números van del clásico strip con abanicos, hasta el novedoso meterse dentro de
un globo gigante. Y las personalidades artísticas van desde la veterana que
hará su gracia aunque tenga el corazón roto hasta la novata que no se anima
todavía a quitarse todo. La compañía es una hermandad forzada con su
solidaridad y contención. Andar por tu cuenta es muy solitario, dirán en algún
momento. Como en toda gira, los aplausos mitigan sólo en parte la nostalgia de
estar lejos de casa. No hay aquí promiscuidad ni vicios ni perversiones. Son
gente más o menos normal (¿quién lo es del todo?) que hace un trabajo como
cualquier otro. Todo trabajo tiene sus reglas, sus obligaciones, sus
responsabilidades, las de éste serán un poco más llamativas y extravagantes que
las de ser maestro o bancario, pero hay que ser igual de dedicado si se quiere
recibir con dignidad el sobre de la paga.
Tournée (segundo largometraje como director del
extraordinario actor francés Mathieu Amalric, La escafandra y la mariposa, Un secreto, 007 Quantum of solace), es
una variación del viejo género de la road-movie, la película de caminos. El
viaje perfila, define y desnuda a los personajes. Lo apasionante es que esta
vez nada se explicita del todo, se evitan las disculpas y las obviedades. Los
personajes son lo que son y sus historias más que conocerse, se atisban. Es
como si los espiáramos a través de un documental o un reality.
La Meca de la gira es París, que se muestra esquiva, porque
el empresario tiene demasiadas cuentas pendientes en la exquisita ciudad luz.
No parece ser un mal tipo, aunque una juventud impetuosa le ha dejado unas
cuantas macanas impagas. Ya se sabe, la juventud es soberbia, y desatada, suele
llevarse el mundo por delante. Y si el éxito no es la recompensa, los platos
rotos no se enmiendan solos. Cree que ahora puede hacerlo bien, tiene un as
ganador, esta compañía de New Burlesque es buena, pero hay que ver si lo dejan,
porque hay heridas que tardan en cicatrizar o no cicatrizan nunca.
Tournée ganó una Palma en Cannes por mejor
dirección. No procura conmover ni seducir con los habituales trucos berretas del
cine yanqui: no hay aquí personajes simpáticos de dientes emblanquecidos ni
lágrimas de cebolla ni violines machacones que si no te hacen llorar por las
buenas, quieren hacerte llorar por dolor de muelas de tan puro empalagosos. Y,
por suerte, tampoco las triquiñuelas del cine arte francés con sus encuadres
pictóricos y sus diálogos erráticos. No, hay sencillez, elegancia, gusto por
los detalles reveladores y parsimonia (no esperen un ritmo trepidante o la
odiarán cuando no se lo merece). Es un film que apuesta por los personajes, que
el elenco ilumina con fervor, y gana. Como toda película de caminos ratifica la
metáfora de que la vida es un viaje y, claro, se viaja como se puede, se
aprende a los tumbos y se confía en que la nueva parada será mejor.
Un abrazo, Gustavo Monteros
El elenco con su protagonista y director en la presentación del film en Cannes.
Otra variación del afiche.