Es imposible llegar a un film de Clint Eastwood en estado de
bendecida ignorancia. Más después de algunos meses de atraso de su estreno en
EEUU. Por más que recorté y guardé los artículos que me interesaban con la
firme promesa de leerlos después de ver la película, tanto tardaba en llegar y
tan apremiante era mi curiosidad, que sucumbí a la tentación y los leí a todos.
Si miles de palabras se escriben ante cualquier estreno, ante una película de
Eastwood, de Scorsese o de Spielberg se escriben tantos kilómetros que bien
podríamos circunvalar el mundo unas cuantas veces poniendo las palabras en
fila.
De todo lo que leí, prefiero transcribir las palabras de sus
hacedores: Clint Eastwood, director, hombre que no necesita presentación y
Dustin Lance Black, guionista, que ganó un Óscar por el guión de Milk, aquel film de Gus Van Sant
protagonizado por Sean Penn, sobre la vida del activista gay. Pero antes,
pongámonos en autos de quien fue J Edgar.
John Edgar Hoover fue el fundador del FBI y lo dirigió durante 48 años, pasó
por 8 presidentes, a los que llegó a chantajear con dar a conocer “pecadillos” para
conservar el poder. Vivió con su madre, hasta la muerte de ésta. Nombró a Clyde Tolson, su compañero de toda la
vida, subdirector del Buró. Fue un homosexual no asumido y se dijo que se lo
vio disfrazado de mujer. Murió en 1972 a la edad de 79 años.
Dijo Clint Eastwood: Varias
cosas me llevaron a hacer una biopic (película biográfica) de Hoover. Una es que crecí oyendo hablar de
él. En 1930, cuando nací, Hoover ya llevaba seis años como director del FBI. Desde
su nombramiento tuvo una gran repercusión. El presidente Coolidge confió en él para
sanear una agencia estatal que se hallaba seriamente corrompida. Y los años 30,
cuando yo era niño, fueron los de su mayor fama. Fue entonces cuando emprendió
–otra vez con una gran repercusión mediática– la guerra contra el gangsterismo.
Y después se siguió hablando de él. Lo otro que me interesó fue el guión en sí.
La forma en que Dustin Lance Black lo había estructurado, yendo y viniendo de
la juventud de Hoover hasta su vejez, permitía asistir al arco de su
declinación. La vida de Hoover es un ejemplo de cómo el poder absoluto corrompe
absolutamente. (…) Creo que durante mucho tiempo fue el hombre más poderoso del
país, el más poderoso del planeta. En algún sentido, más poderoso que los propios
presidentes, ya que sobrevivió a ocho de ellos. No hay que olvidar que Hoover
se mantuvo nada menos que medio siglo al frente de la agencia de
investigaciones más importante del país, atravesando la Gran Depresión de los
’30, el gobierno de Roosevelt, la Segunda Guerra, el gobierno de Eisenhower, el
de Kennedy, el de Nixon, la Guerra de Vietnam... (…) Es gente que para hacer
cumplir la ley eventualmente llega a violarla. Son personajes llenos de contradicciones,
y eso los hace interesantes. Hoover logró avances importantes en la lucha
contra el crimen, pero a la vez se dejó llevar por su sed de poder. Era
incorruptible, pero el cultivo excesivo de la imagen podía llevarlo a mentir, a
engañar, a fabular. Perfeccionó todos los sistemas de fichaje de datos
preexistentes, pero llegó a usar esa información como forma de chantaje
personal, para defender y sostener su propia posición de poder. (…) Creo que
más que en el mundo de la política, donde el poder suele no ser tan duradero
(un político llega a presidente y, en el mejor de los casos, si es reelecto, va
a estar en el sillón ocho años), para encontrar paralelismos habría que buscar
en otras áreas. El director de un estudio de cine, el director de una
corporación, el dueño de una cadena de medios, todos ellos pueden llegar a
acumular un poder equiparable al que tuvo Hoover. A escala, desde ya. (…) Pero
en lo que realmente creo es en que debemos dejar a la gente en paz. Darle a la
gente la oportunidad de vivir la vida que le dé la gana. Me importa un carajo
quién se quiere casar con quién. Y francamente me importa un carajo si Hoover
era gay o no. (La traducción no es mía.)
Dijo Dustin Lance Black: Para
mí, Milk y Hoover eran una suerte de extremos, uno era el espejo del otro. Uno
de ellos tuvo un poder político extraordinario, el otro simplemente trató de
adquirir una pequeña porción de ese poder. Uno salió del closet y al hacerlo
difundió esperanza. El otro se quedó en el closet y difundió miedo e
inseguridad. Pero las especulaciones que corrieron durante generaciones sobre
Hoover, ese ‘oh, sí, iba por ahí corriendo en vestidos de fiesta’, a mí nunca
me resultó creíble, y mis investigaciones probaron que no era verdadero. A su
vez, si uno revisa su performance heterosexual –qué hizo y qué no hizo, más
allá de que haya consumado– verá que fracasó miserablemente. Cuando uno compara
su vida y comportamiento con los de los gays de su época –a muchos de los
cuales conocí y entrevisté–, se ajusta muy bien al estereotipo. Y cuanto más
examinamos su relación con Clyde Tolson, más encontraremos cómo refleja las
relaciones que tenían lugar en la era pre–Stonewall, antes de la revolución
sexual. Es evidente que si viajaban juntos al trabajo y almorzaban y cenaban
juntos, no era para ahorrar viáticos; y la colección de fotos de Tolson
durmiendo que tenía Hoover también me dice algo. Es cierto que alguna gente,
parte del público gay, saldrá decepcionada del cine porque no hay una escena
fuerte de sexo. Se preguntarán ‘¿Por qué no es más definido? ¿Por qué el tema
no se discute más abiertamente?’. Habría sido deshonesto respecto de la época.
Las escenas incluidas en el guión están basadas en investigaciones: existen
varios testimonios de la pelea en la habitación de hotel entre Tolson y Hoover
que vemos en la película (y en la que J. Edgar rechaza agresivamente un beso de
Clyde); de hecho, Tolson no fue a trabajar durante una semana porque tenía un
ojo negro. Y si no hay una gran escena de sexo es porque realmente no sé si
tuvieron relaciones sexuales. (…) OK, no encontramos pruebas de que Hoover
fuera gay, pero mucho menos de que fuera straight (heterosexual). Hay testimonios de muchas mujeres que lo
conocieron, incluyendo algunas famosas, como Dorothy Lamour y Ginger Rogers,
que se quedaron esperando de él una señal que nunca llegó. Su relación de
décadas con Clyde Tolson es cosa probada, así como su apego por la madre. Más
allá de esos indicios es imposible saber, porque si de algo se ocupó este
hombre público, dedicado a investigar la vida privada de los ciudadanos, fue
que la suya resultara inexpugnable. Así que tuve que tomarme libertades e
imaginar qué pudo haber pasado puertas adentro. Una de esas libertades tiene
que ver con la famosa leyenda sobre su afición por el travestismo, lo cual
tampoco está comprobado. Como no encontramos pruebas de su homosexualidad, no
me parecía correcto dar por sentado que él y Tolson hayan mantenido una
relación abiertamente gay, mostrándolos a los besos o algo así. Igual, se puede
ser gay sin concretarlo sexualmente: lo gay tiene que ver con la elección del
objeto de deseo. Y ahí tengo menos dudas en cuanto a qué era Hoover. (La
traducción no me pertenece.)
Fui hacia el cine con todo ese bagaje informativo, más la
lectura de una docena de críticas que no me influían en lo más mínimo. Aunque,
nobleza obliga, el concepto con el que José Pablo Feinmann cerraba su nota del domingo
pasado, me hacía retintín. No porque no pueda discutir a Feinmann o porque me
duela disentir con él, lo he hecho muchas veces, sino porque el hombre, al
margen de sus logros académicos y su erudición cinéfila, fue el guionista de Eva Perón, la película de Desanzo con la
que la Goris accedió al Olimpo de las mejore actrices nacionales,
internacionales, planetarias o intergalácticas. A lo que voy es que José Pablo
puede pifiarla como cualquiera, pero lo que diga siempre es atendible. Escribió:
“Que Eastwood haya hecho con semejante
personaje un film casi intimista y aburrido es imperdonable.” Aunque en la
subnota daba a entender que hubiera preferido una película menos sutil sobre el
personaje. No lo culpo, yo querré lo mismo cuando se estrene La dama de hierro con Meryl Streep.
Y sí, casi intimista es, aburrida no, a lo sumo un poco
monótona. Sí, el guión no se acota a la cronología, lo que se agradece, va y
viene en el tiempo, salta de un Hoover joven a uno viejo, haciendo uso del
siempre rendidor truco de dictar la propia vida a unos escribas, así, en
plural, porque son varios. La película no subraya, deja que el personaje se
presente y se queme solito, hasta que la contradicción flagrante, muy típica
yanqui, se enuncie solita: faltar a la ley con el cuento de defenderla mejor.
Sí, Hoover es un fanático, un paranoico, un déspota, un mentiroso, pero también,
le guste a quien le guste, un pobre tipo. A los 80 años, a Eastwood parece
interesarle reflejar una vida en todas sus complejidades, sin voluntad de caer
en maniqueísmos o preconceptos. Y sí, el retrato queda un poco monótono, porque
la única visión que se ve y oye es la de Hoover. Y sí, también, bastante antes
de su fin, la idea rectora del film está expresada.
Coincido con los que dicen que a Di Caprio lo robaron. Su
actuación merecía no sé si el premio, pero sí, una nominación para el Óscar.
Aunque el maquillaje de viejo no lo ayuda mucho, da una actuación memorable. El
prácticamente desconocido, Armie Hammer (hacía de los mellizos Winklevoss en Red Social) está muy bien como Tolson y
desgarra en la escena de la pelea. Como la madre, Judy Dench y está todo dicho,
adjetivar su desempeño es como intentar abarcar el aire. Y sí, estoy de acuerdo
con José Pablo, tampoco le voy a discutir todo, la luz con la que ilumina a
Naomi Watts es cruel y opaca su belleza, no su talento, que es inapagable.
Puede que esa luz le viniera bien al personaje de Di Caprio, pero como ella
está siempre en el mismo plano, la mata. No importa, la chica, hasta afeada, es un deleite. Un comentario frívolo, ¿de
vieja no se parece un poco a Jane Fonda ídem?
En resumen, mis amigos del cine, pese a los reparos, un
Eastwood, como un Scorsese, un Spielberg, un Allen, es imperdible. No siempre
rayan alto, pero igual son un remanso de gozo entre tanta bazofia que nos tiran
los yanquis.
Un
abrazo, Gustavo Monteros
Al final he visto, 'J Edgar' de Clint Eastwood y ha superado mis expectativas. Me la habían puesto muy floja y resulta ser, más allá de algún que otro maquillaje terrible, una película interesante y reveladora. Di Caprio, de nuevo, magnífico. Toda una sorpresa. Un saludo!!
ResponderEliminarSí, el maquillaje es muy malo! Saludo grande!
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