jueves, 7 de noviembre de 2019

Las reglas no aplican



Uno de los cambios que trajeron en nuestra forma de mirar películas, primero los videocassettes, después los DVDs, los BluRays, las bajadas y el streaming, es que podemos verlas en capítulos.


Antes en el cine y en la tele no quedaba más que verlas de un tirón.


Se fortalecieron así hábitos y manías de algunos espectadores.


En lo que a mí respecta, soy muy quisquilloso con los directores, les doy 45 minutos para “engancharme”, si no lo logran en ese tiempo, doy por concluido el intento. Con los actores (solo con los que considero mis “favoritos”, claro) soy más paciente.


Los directores, incluso los del cine industrial siempre tienen (acotado en algunos casos, es verdad) un margen de maniobra, pueden optar en seguir este o aquel proyecto. Los de cine de autor, por otra parte, se suponen que solo hacen lo que les interesa o les excita su morbo creativo.


Los actores, no siempre tienen tantas posibilidades de opción. Como bien dijo Paul Newman: “Cuando se siente que se ha descansado mucho y las cuentas comienzan a pesar, es hora de elegir un proyecto, si se tiene suerte, sale una película decente o buena, pero no siempre se tiene suerte…”


A lo que voy es que soy fiel sin claudicaciones a mis actores “favoritos”, los veré en no importa el bodrio en el que se hayan visto obligados a participar, ya sea porque eligieron mal o porque no les quedó otra.


Si el bodrio de tan mayúsculo bordea lo insoportable, lo de ver un film en capítulos viene de lo más bien.


Sin duda le debemos esto de la militancia de verlos en lo que sea a Robert De Niro, el hombre a veces (con más frecuencia de la que quisiéramos) acepta participar en cada cosa, que ni les cuento, bah, no hay necesidad, ustedes las han visto.


Otro que acepta lo que sea es Bruce Willis, tiene como una devoción con un director, un tal Brian A. Miller, que debe ser un gran compañero de juergas o tener una conversación apasionante, porque Bruce le protagoniza tremendos bodrios sin inmutarse.


A veces a las actrices parece que el apego a algunos agentes las lleva por el mal camino. Sandra Bullock tiene más de un par de bodrios impresentables, por suerte, se reivindica con facilidad.


Jennifer Anniston tiene una suerte superlativa, ha encabezado más bodrios que cualquier otra persona, muchos en cadena, sin redención total o parcial, que habrían acabado con la carrera de gente incluso mejor plantada en el mundo del espectáculo.


En los viejos tiempos de ir al cine, en los programas dobles o continuados de hasta tres películas, uno veía sin chistar, por ejemplo, como Goldie Hawn se topaba en Italia con Giancarlo Giannini para un Viaggio con Anita (Mario Monicelli, 1979). Ese mismo año, sin ir más lejos, otra reina de la botería de aquellos entonces, Monica Vitti se juntaba con el bueno de Keith Carradine y perpetraban bajo dirección de Michael Ritchie: An almost perfect affair/Un lío casi perfecto (lo de casi perfecto se volvía irónico porque era un auténtico bodrio inmaculado). Y también nos la aguantábamos de un tirón.


Hoy tal hazaña con ¿Y dónde están los Morgan? (Did you hear about the Morgans?, Marc Lawrence, 2009), con el siempre estupendo de Hugh Grant y la siempre divina de Sarah Jessica Parker, pinta imposible si no es en capítulos. Grant tiene suerte y le aparecen buenas historias, a la pobre Sarah Jessica, no. La suerte, pobre chica, no le sonríe.


Otra actriz, en empate con De Niro, por la prepotencia numérica en bodrios, es la híper magnífica de Diane Keaton. La señora acepta encima unos melodramas indigestos en los que terminan por matarla con enfermedades terminales, (estimados guionistas, alguna vez, mátenla de un ataque cardíaco para variar).


Todo esto sirve como una buena introducción a Rules don’t apply (Warren Beatty, 2016) estrenada en cine con el buen título de La excepción a la regla y exhibida ahora en Netflix con el literal de Las reglas no aplican.


Si me hubiera apegado a mi regla de pocas pulgas, al director Beatty, le habría bajado el pulgar mucho antes de llegar a los 45 minutos de paciencia estipulada. Pero como en el elenco figuraba una de mis “favoritas” imprescindibles, la genial Annette Benning (esposa en la vida real de don Warren), la vi hasta el final. En capítulos, claro.


La trama se centra a principio de los años cincuenta en la pelea que tiene Howard Hughes con la TWA, el problema es que Hughes pasa por un período maníaco en que no quiere mostrarse ante casi nadie, y se maneja por teléfono o intercomunicadores, lo que es inadmisible para los ejecutivos que quieren negociar cara a cara y que como no pueden, buscan declararlo insano, algo para lo que Hughes ofrece muchos argumentos. Mientras tanto mantiene un harén de bellezas jóvenes, provenientes de todo el país, con la esperanza de convertirlas en estrellas, eso sí, no solo las hace esperar sino que también las forma en canto, baile y actuación. Para controlarlas cuenta con una tropa de choferes que las llevan de la casa a las clases y viceversa. Los choferes tienen prohibido relacionarse sentimental o sexualmente con las aspirantes. Conoceremos este lado de la historia a través de una de ellas, Marla Mabrey (Lily Collins) virgen, religiosa, y con inquietudes y su chofer, Frank Forbes (Alden Ehrenreich) un muchacho con buenas ideas para progresar, pero que necesita inversionistas, y que llegará a pertenecer al círculo estrecho de Hughes, pero…


El “misterio” es por qué Hughes (Warren Beatty, of course) se niega a ser visto. La resolución a esta pregunta llegará demasiado tarde, cuando ya no nos interesa en lo más mínimo.


Y ese es el quid de la cuestión, los personajes, sus circunstancias, sus conflictos principales no despiertan empatía alguna…jamás. Entonces solo queda “disfrutar” de lo que hagan los actores.


Para que el tedio no sea absoluto, cuenta con un elenco de notables, a la mencionada Bennig, hay que sumar a Matthew Broderick, Paul Sorvino, Candice Bergen, Martin Sheen, Oliver Platt, Alec Baldwin, Dabney Coleman o Steve Coogan, más cameos de Ed Harris y Amy Madigan (esposos también en la vida real). Alden Ehrenreich, el nuevo Han Solo y el divertidísimo galán con problemas de dicción en Hail, Caesar (¡Salve, César!, Ethan y Joel Coen, 2016) y Lily Collins, la Cenicienta torturada por la bruja de Julia Roberts en Espejito, espejito (Tarsem Singh, 2012) evidencian encanto a granel y se agradece que estén en los protagónicos. Warren Beatty es un zorro viejo y no ha perdido las buenas mañas actorales.


Cuánto más recurro a Netflix es a la hora de ir a dormir. Pero al ver algo que me apasiona y que va a quitarme el sueño, lo alterno con capítulos en los que divido a películas como Rules don’t appy…proyectos fallidos, que por sus actores termino por ver sí o sí.

Gustavo Monteros



jueves, 31 de octubre de 2019

Amor, deseo y tulipanes




El cine industrial contemporáneo ha desarrollado tanto su departamento de mercadeo y se siente tan capaz de vender cualquier cosa que produzca, que ha dejado de lado aspectos inherentes al producto que vende, tal como desarrollar bien una historia.


Me gustan los novelones como al que más. Esas historias como las de Lo que el viento se llevó, tan llenas de incidentes sorprendentes, inesperadas vueltas de tuerca, personajes extraordinarios, historias en las que brotan todo el tiempo peripecias coloridas que hacen que nuestras vidas sean pálidas y aburridas, y que sintamos que como no se parecen en nada a lo que vemos, nos estemos perdiendo la diversión y la aventura. El cine, entre muchas otras cosas, es un sueño colectivo. Tan maravilloso y absurdo como toda fantasía compensatoria o vicaria.


Tulip fever fue primero una novela de Deborah Moggach, que la transformó en guión nada más ni nada menos que con Tom Stoppard, el célebre dramaturgo inglés, autor de Rosencrantz and Guildenstern are dead, entre otras maravillas. El hombre ha firmado guiones notables como el La inglesa romántica (Joseph Losey, 1975), Brazil (Terry Gillian, 1985), La casa Rusia (Fred Schepisi, 1990), Billy Bathgate (Robert Benton, 1991), Vatel (Roland Joffe, 2000), Enigma (Michael Apted, 2001) y Anna Karenina (Joe Wright, 2012) y, claro, ha ganado un Óscar por su guión original de Shakespeare in love (John Madden, 1998). O sea que en los papeles, Tulip fever viene de lauros y oropeles.


El problema es la dirección y la elección de algunos actores. De movida para que una historia nos atrape, debemos interesarnos por los personajes.  Aquí la cosa transcurre en la Ámsterdam del siglo XVII en plena burbuja económica, no inmobiliaria, sino del ¡tulipán!, bueno, cosas más raras han sucedido, como votar ¡La revolución de la alegría! Y al igual que en el ejemplo citado de Lo que el viento se llevó, hay dos protagonistas femeninas. Sophia (Alicia Vikander) y su triángulo de esposo, Cornelius (Christoph Waltz) y amante, Jan (Dane DeHaan) por un lado, y su mucama, María (Holliday Grainger) y su amante pescador, Willem (el bueno de Jack O’Connell) por el otro. Las historias habrán de mezclarse y habrá intrigas amorosas, enredos de vodevil y especulaciones financieras. Otros tantos personajes serán interpretados por talentos tales como los de Judi Dench (que poco y nada tiene para hacer), Tom Hollander (que se divierte un poquito con su médico chanta), y Matthew Morrison, Douglas Hodge, Kevin McKidd y Zach Galifianakis, que se ponen los pelucones de época y pasan a cobrar el cheque.


El director Justin Chadwick nunca logra interesarnos en nada de lo que sucede, pese a la profusión de vueltas de argumento, y Alicia Vikander no es la elección más empática para crear suspenso por lo que le suceda a su personaje. La chica tiene su talento, pero necesita ayuda, no es de las que entra en escena y nos enciende la simpatía por lo que le pase. Hollyday Grainger es fotogénica y bella hasta el suspiro y se merece un protagónico más lucido o un director más lúcido. Y Jack O’Connell al que la directora Angelina Jolie llevó a los primeros planos con su insoslayable Unbroken / Inquebrantable (2014) justifica que la monja de Judi Dench le tenga simpatía, aunque deba ponerlo donde el viento no le traiga su olor, o que Grainger quiera meterle mano aunque huela a mares podridos y haya que frotarlo con albahaca antes.


Tulip fever, rebautizada para la ocasión como Amor, deseo y tulipanes, puede verse en Netflix. Una película mala que sin embargo no aburre por la cantidad de cosas que pasan en el argumento.


Gustavo Monteros

jueves, 24 de octubre de 2019

La lavandería


La lavandería de Steven Soderbergh es un panfleto, una pieza de barricada, y por lo tanto, de pretensiones didácticas. Es una farsa cinematográfica de fuerte impronta teatral. Al verla los nombres de Bertold Brecht, George Bernard Shaw y Darío Fo se nos vienen a la cabeza. De Brecht toma las pequeñas historias para ilustrar su discurso, de Shaw la sorpresa ilógica de que son los perpetradores de la estafa, Jurgen Mossack y Ramón Fonseca (Gary Oldman y Antonio Banderas, respectivamente) los que tienen la voz cantante y de Fo, el humor salvaje, desprolijo casi.


Pero arranquemos por el principio que no todo el mundo tiene la obligación de saber de qué va esta lavandería. En este filme Soderbergh pretenda abarcar causa y efectos que desató el escándalo de los Panamá Papers.


Varias historias se enlazan alrededor de la que tiene a Meryl Streep de protagonista como un ama de casa que a raíz de un accidente comienza a desenrollar un ovillo que termina en Panamá.


Aparte de los tres actores ya mencionados, habrá apariciones de notables como Sharon Stone (curvilínea como siempre), David Schwimmer, Robert Patrick, Will Forte y Chris Parnell (como dos turistas de tristes destinos), Matthias Schoenaerts (que despierta el dragón de Oriente), Jeffrey Wright (como un hombre de firma fácil y familias múltiples) y la sorpresa de un personaje que parece una caracterización de Patti LuPone, pero no lo es.


En un momento de la trama, el personaje de Meryl y otra víctima del accidente intentan explicarle a una periodista frívola y tarambana en qué consiste la estafa de las offshores, sin lograrlo. La película intenta hacer lo mismo, y en el fondo tampoco lo logra. De todos modos, el final de meridiana pedagogía, subraya la consecuencia bíblica del capitalismo o sea el triunfo de la codicia. De la desesperanza dan ganas de agarrar del cogote al rico más cercano.


La lavandería puede verse en Netflix.

Gustavo Monteros

jueves, 17 de octubre de 2019

Fractured - Fractura


Hay una variable del policial que bien puede resumirse así: Alguien desaparece y quienes pueden atestiguar los momentos antes de la desaparición se hacen bien los boludos.


Hay un viejo film de Hitchcock que inaugura esta tendencia, aunque no fue la primera película que vi sobre el tema.



No, la primera que vi, allá en mi lejana infancia, fue So long at the fair (Anthony Darnborough y Terence Fisher, 1950) rebautizada por estos pagos como Extraño suceso con Jean Simmons y Dirk Bogarde, sobre un par de hermanos que van a la famosa Feria de París en la que se inauguró la Torre Eiffel. Los dos se instalaban en un hotelito muy elegante. Se iban a dormir y a la mañana siguiente el hermano y, lo que es más curioso, la habitación donde se había instalado ya no estaban. Y los empleados de hotel porfiaban que había llegado sola.


 La segunda que recuerdo la vi por tele. La clásica Bunny Lake ha desaparecido (Bunny Lale is missing, Otto Preminger, 1965) con Laurence Olivier, Carol Lynley, Keir Dullea, Anna Massey y Noël Coward, entre otros notables. Una madre, recién instalada en Londres, iba a buscar a su hijo a la salida de la escuela. Pero el chico no estaba por ningún lado y en la escuela insistían que no había inscripto alumno con tal nombre y menos con las características físicas descritas por la madre.



La tercera fue una remake de la de Hitchcock que mencionaba: La dama desaparece (Anthony Page, 1979) con Elliott Gould, Cybill Sheperd y Angela Lansbury. Y en un ciclo de cine de trasnoche, vi por fin The Lady Vanishes (Alfred Hitchcock, 1938) con Margaret Lockwood, Michael Redgrave y May Whitty, sobre la señora que parece haberse evaporado de su camarote en un tren que recorre Europa.



Ahora la variable está en una película recién estrenada en Netflix, Fractured (Fractura, Brad Anderson, 2019). El desavenido matrimonio de Ray (el bueno de Sam Worthington, más atribulado que nunca) y Joanne (Lily Rabe (tan luminosa como siempre) más su hijita Peri (Lucy Capri) terminan en un hospital (que parece no dar abasto) por culpa de una fractura en el brazo, sufrida por la nena en un accidente en un parador de la ruta, al que recalaron camino a casa después de pasar Acción de Gracias con los padres de  Joanne. Peri y Joanne son llevadas a que le hagan un estudio a la nena, Ray debe esperar abajo frente a Recepción. Se duerme y cuando despierta, los del hospital aseguran que entró solo.



El director Brad Anderson (El maquinista, 2004, Transiberiano, 2008, 911, llamada mortal / The call, 2013, Eliza Graves / El manicomio de Eliza, 2014, Beirut, 2018, también para Netflix con Jon Hamm y la divina de Rosamund Pike) cumple con los requisitos del género y siembra dudas por todos lados. El problema es que a la hora de la resolución toooodas las sospechas se cumplen, es como si el guionista Alan B. McElroy no se hubiera decido por una o en su afán por ser el más vivo de la clase se las hubiera permitido a todas. Como sea, el trámite de verla entretiene, los actores son empáticos y la dirección es briosa.


Fractured, como se dijo, está disponible en Netflix

Gustavo Monteros



jueves, 10 de octubre de 2019

London has fallen - Londres bajo fuego




A veces me gusta investigar qué tan malo es lo malo. London has fallen / Londres bajo fuego (Babak Najafi, 2016) película intermedia de la franquicia sobre el guardaespaldas Mike Banning (Gerald Butler) (antes viene Olympus has fallen / Ataque a la Casa Blanca (Antonio Fuqua, 2013) y hace poco se estrenó Angel has fallen / Presidente bajo fuego (Ric Roman Waugh, 2019)) ha recibido críticas que van de lo horrible a lo espantoso.


Como generalmente pasa cuando uno se prepara para ver algo que sabemos de antemano que es malo, por un mecanismo de contrariar lo que se dice o hemos leído…no nos resulta taaan malo.


Londres bajo fuego es de esas pochocleras en las que la psicología de los personajes, la lógica dramática, la progresión de la historia o el sentido común más elemental importan poco o  nada. Este tipo de película se rige por la instrumentación de secuenciar cada cuatro minutos una escena de violencia de algún tipo, explosiones, tiroteos, cuchilladas, patadas, peleas de puños o algún tipo de persecución, a pie, en moto, en auto, en bote o en avión. Y la efectividad se mide en si el interés se conserva hasta el final, algo que no siempre pasa ante la acumulación de efectos similares.


Aquí la excusa es el entierro de un primer ministro inglés que ha muerto de repente. Presidentes de las principales potencias se unirán en Londres a ofrecerle los respetos finales. El problema es que terminan siendo víctimas de un vengativo vendedor de armas, convenientemente islamista, que ha perdido a toda su familia en un ataque dirigido en su contra.


Ya de movida, como espectadores estamos en problemas porque no hay aquí bueno contra malo sino malo contra malo. Porque si el supuesto malo vende armas, el presidente yanqui, Benjamin Asher (Aaron Eckhart), también.


Los terroristas no se andan con remilgos y vuelan a casi toda la comitiva presidencial mundial, lo que más que conmoción emocional desata un anarquista placer culposo: ma’ sí, que los vuelen a todos. Pero como entendemos de qué va la franquicia, sabemos que no matarán al presidente yanqui (el ya mencionado bueno de Eckhart en su versión más WASP posible) o que lo harán al final de la película, solo nos resta esperar a que los tiros y las patadas nos espanten el aburrimiento.


En lo personal lo lograron hasta que llegan los 20 minutos finales, en los que estaba a punto de caerme dormido, a pesar del potente ruido de la banca sonora. Ojo, mi aguante no es el promedio, tanta bala sin suspenso suele aburrirme rápido. Y no es que sea un quisquilloso solo educado con cine de autor. Me gusta el cine industrial como el que más, pero me engancha que haya un mínimo de planteo dramático. Aquí la sorpresa pasa por saber quién es el traidor que está vendido a los terroristas, pero después del tiroteo 2.387.947 la identidad me interesaba menos que la vida privada de las hormigas venusinas.


En resumen, para un domingo a la tarde de lluvia, mucha lluvia.

Londres bajo fuego puede verse en Netflix.

Gustavo Monteros


jueves, 3 de octubre de 2019

In the shadow of the moon u Ocultos por la luna



A veces Netflix vende tan mal sus productos que uno se pregunta si alguien vio lo que están promocionando. Si se lee: “Un detective de Filadelfia se desmorona lentamente por su eterna obsesión con una misteriosa asesina en serie que comete crímenes indescriptibles”, es factible que se imagine que se trata de una película en la línea de Los siete pecados capitales, El silencio de los inocentes o Zodíaco. Y el resultado es algo más relacionado a 12 monos o Asesinos del futuro. Porque si bien en un principio hay una sospechosa de asesinatos en serie, la trama viene más para el lado de los saltos temporales y esas sorpresas.


In the shadow of the moon u Ocultos por la luna (según el título elegido para estas latitudes) de Jim Mickle es una típica muestra de cine clase B para matiné de acción y suspenso. El Cine B  como identidad ya no existe y menos las matinés, pero la referencia todavía alcanza a evocar una realidad que la nostalgia anhela.


Es de esas películas que uno valora cuando no tiene ganas de complicarse la vida, cuando se quiere ver una película que se ve sola, o sea que se sigue con apenas una parte de lo que ponemos en uso para ver una película. Si se la ve en modo “normal”, se la ve venir a una legua de distancia, se le adivinan las vueltas de tuerca y la actuación de Michael C. Hall parece más de madera que de costumbre, aunque sin importar cómo se la vea, las persecuciones están logradas y hay hallazgos en la dirección de arte.


La protagoniza Boyd Holbrook que pasara a la fama con las dos primeras temporadas de Narcos. El hombre tiene pasta de protagonista así que se carga el film al hombro y lo defiende con fervor y sudor de camiseta, lo que siempre se agradece. Como los productores creen que los looks del galán pueden ser un atractivo a no desdeñar, y como el director no se toma tan en serio el paso del tiempo, Boyd Holbrook envejece como Nacha Guevara, o sea el tiempo pasa y él sigue igual de reconocible como cuando era joven.



En resumen, In the shadow of the moon u Ocultos por la luna es ideal para fin de semana de lluvia cuando se extraña los Sábados de Súper Acción o alguna antigualla del estilo.


La produjo Netflix para su plataforma. No suma mucho, pero tampoco resta.

Gustavo Monteros

jueves, 26 de septiembre de 2019

El espía


Sacha Baron Cohen nació el 13 de octubre de 1971 en Londres. Después de un buen primario y un mejor secundario, recaló en la Universidad de Cambridge, donde estudió Historia con Niall Ferguson en Christ ‘s College. Su tesis fue sobre la participación judía en el movimiento de derechos civiles. Mientras en Cambridge participó en el Cambridge University Amateur Dramatic Club y estuvo en montajes de Cyrano de Bergerac y El violinista en el tejado.



Después de dejar la universidad, trabajó un tiempo como modelo y después como presentador en un canal de cable. En 1995 Channel 4 inició un concurso de presentadores cómicos, Sacha mandó un tape con un presentador albanés, una temprana versión de Borat. Ganó y después de pasear por varios programas, terminó en The 11 O’clock Show (1998), que mezclaba humor y noticias. Allí desarrolló el personaje del rapero Ali G. Fue tal el éxito que obtuvo su propio show Da Ali G Show (2000). Para este programa habrían de nacer los personajes de Borat y Brüno. En 2003, el show se trasladó a Estados Unidos, pero en 2002 la carrera cinematográfica de Sacha Baron Cohen, bajo la dirección de Mark Mylod,  se había iniciado con Ali G Indahouse.


En el 2006, gracias al cine, obtuvo su consagración internacional. Primero se lo vio con el equipo de Will Ferrell, que incluye como  habitués a John C. Reilly, Paul Rudd, Christina Applegate entre otros, en Talladega Nights, The Ballad of Ricky Bobby, rebautizada para el estreno local como Ricky  Bobby, loco por la velocidad, una parodia a los films de carreras. Dirigió Adam McKay.



Pero fue su proyecto personal el que le dio fama y gloria, la inolvidable Borat: Cultural Learnings of America for Make Benefit Glorious Nation of Kazakhstan. Conocida aquí como Borat: El segundo mejor reportero del glorioso país Kazajistán viaja a América, o más bien, como en todo el mundo: Borat, así, a secas. Borat es un troglodita irresistible, “un reportero de televisión de Kazajistán con una actitud antisemita y misógina que viaja a los Estados Unidos para realizar un supuesto "documental" en el que se ríe de las costumbres estadounidenses. “ Un impresentable que por su desvergüenza no se vuelve detestable. Un auténtico logro cómico, desnuda el mentado enano fascista que algunos llevan dentro sin provocar rechazo, si bien en todo contexto el personaje es francamente repudiable. La dirigió Larry Charles.




En 2007 se da su primera colaboración con Tim Burton, nada más ni nada menos que en la transcripción cinematográfica de la obra musical de Stephen Sondheim: Sweeney Todd, The Demon Barber of Fleet Street, en donde corporizaba al barbero de origen italiano, Pirelli.


En 2009 lleva al cine a otro de sus personajes más característicos surgidos en aquel show inicial que lo puso en el mapa: Brüno, el modelo alemán al que calificarlo como über-gay es quedase corto. Es una farsa feroz al mundo de la moda, y a nuestras adicciones a las dietas, los gimnasios, el uso de cosméticos, la new age, el vegetarianismo y unos cuantos ismos más. La dirigió también Larry Charles.



En 2011 Martin Scorsese lo llama para su Hugo o La invención de Hugo Cabret, en la que interpreta un antipático vigilante de una estación de trenes, secundado por un dóberman e impedido por una pierna protésica. El hombre, claro, como las prostitutas de los cuentos, oculta un corazón de oro que no tarda en relucir.




En 2012 vuelve con otro proyecto personal: El dictador. Dice Wikipedia: “Durante años la República de Wadiya, en el norte de África, ha sido gobernada por el almirante general Haffaz Aladeen (Sacha Baron Cohen), un dictador infantil, lascivo, déspota, misógino, anti-occidental, machista, xenófobo y antisemita que se rodea de guardaespaldas femeninas. Aladeen se niega a permitir que el petróleo Wadiyano sea vendido internacionalmente y está trabajando en el desarrollo de armas nucleares. Después de que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas decide intervenir militarmente, Aladeen viaja a la sede de la ONU en Nueva York para dirigirse al Consejo.”  A partir de aquí solo enredos y problemas. Dirige Larry Charles.


Es también de 2012 su nuevo paso por el musical. Tom Hooper lo dirige en la versión cinematográfica del musical Les miserables. Junto a la inefable Helena Bonham Carter componen a la pareja (temible para empezar a hablar) Thénardier. Deliciosos y sublimes en su maldad. En el fondo unos sobrevivientes inescrupulosos.


En 2013 regresa brevemente a la escudería Will Ferrell y bajo dirección de Adam McKay participa con un cameo de Anchorman 2. The Legend Continues (llamada aquí ¡Al diablo con las noticias!) junto al mencionado Ferrell, Steve Carell, Paul Rudd, Christina Applegate, James Marsden, David Koechner, Greg Kinnear, Fred Willard, Chris Parnell y Kristen Wiig entre otros notables.





En 2016 vuelve a los proyectos personales y coprotagoniza con Mark Strong un más que improbable dúo de hermanos, uno (Strong) es un letal y elegante agente secreto, el otro (Baron Cohen) es un barra brava lleno de hijos y distante de cualquier sentido de elegancia. Una sátira a los filmes de acción con espionaje tipo Misión Imposible o la saga Bourne. La película se llama Grimsby y la dirigió Louis Leterrier.




En 2016 vuelve también a colaborar con Tim Burton en la continuación de las aventuras de Alicia o sea Alicia a través del espejo en el que hace el papel de Tiempo.


Y como le gusta sorprender, en televisión reaparece por partida doble en dos proyectos prácticamente opuestos. En 2018 para la Showtime hace Who is America?, donde despliega su histrionismo cómico. Y en 2019 para la plataforma Netflix hace El espía, donde recrea vida y hazaña de Eli Cohen.





El espía, creada por Gideon Raff, sigue las aventuras de este hombre común que termina por desarrollar un talento extraordinario para el espionaje y consta de seis episodios de estructura clásica, en los que Sacha Baron Cohen hace buen uso y abuso de su talento para los papeles serios.





El espía, como se dijo puede verse en Netflix. Altamente recomendable.


Gustavo Monteros

jueves, 19 de septiembre de 2019

Inconcebible



Unbelieavable, muy bien rebautizada al español como Inconcebible es una serie creada por Susannah Grant, Michael Chabon y Ayelet Waldman que acaba de estrenar Netflix.


Se trata de lo que ahora se llama Policial de procedimiento, o sea de seguimiento del trabajo policial paso a paso. En este caso una seguidilla de violaciones a mujeres que bien podrían deberse a un mismo perpetrador.

En el primer caso, la víctima es una adolescente, Marie (Kaitlyn Dever) a la que por diversos motivos terminan por no creerle y hasta es acusada de falsa denuncia.

El segundo caso nos mostrará el trabajo de la detective Karen Duvall (Merritt Wever) quien por estar casada con otro policía se enterará de la investigación que lleva en un pueblo cercano la detective Grace Rasmussen (la maravillosa Toni Collette). Las dos detectives al cotejar datos concluirán que pueda tratarse de un mismo victimario.

La serie ilustra el tratamiento que se le da a lo que nosotros llamamos cuestiones de género. Y como parte de un realismo llano es curioso ver como los trámites de tan repetitivos se vuelven engorrosos para las víctimas, revictimizadas una y otra vez por un supuesto mecanismo diseñado para protegerlas. El primer episodio solo puede calificarse de kafkiano, parece un pie de página de El proceso.

La serie consta de 8 episodios, y si bien voy por el quinto, me animo a recomendarla porque no creo que descarrile en lo que me queda por ver.

Hay excelencia por todos lados, en el armado de la historia (el azar como en los buenos policiales participa mucho), en el compromiso de las detectives, en la delicadeza del tratamiento del tema y esas cosas que hacen que uno siga viendo algo con ganas hasta el final.

Las tres actrices mencionadas, como el resto del elenco, desbordan talento. Eso sí, si como yo, la ven por Toni Collette, sepan que recién aparece en el final del episodio dos.

Inconcebible puede verse  en Netflix.

Gustavo Monteros

jueves, 12 de septiembre de 2019

Hombres al agua



Hubo una vez un grupo de hombres suecos de mediana edad y de discutible estado físico que se inscribieron por distintos motivos en clases de nado sincronizado. Sin ningún talento especial para la disciplina, pero con mucha voluntad, progresaron. Tanto que terminaron participando en los juegos olímpicos de natación de 2007 y se llevaron medallas.



La peripecia tenía en la marca de su orillo destino de película. Y lo fue nomás, con sus auténticos protagonistas, un documental que se llamó Men who swim (Hombres que nadan, Dylan Williams, 2010)



Una recreación con actores era de esperarse. Tardó en llegar, pero llegó. Y por partida doble, y en el mismo año, una francesa y una inglesa, que se distribuyeron casi simultáneamente.



Ahora la francesa llega a Netflix. Dice estar inspirada, no basada en los hechos reales, de lo que debemos presumir que los conflictos de los personajes fueron dictados por los guionistas según la inspiración.



Son todos ampliamente queribles, francamente simpáticos y por el arte de los actores, los guionistas y el director y no por mandato del género o la producción. Son una manga de perdedores,  algunos alguna vez estuvieron mejor, otros ¡cómo habrá sido su vida! están mejor ahora. De edad mediana, de protuberancias varias y no de las elegantes que salen en las revistas de salud, con un ánimo por el suelo van a parar a nada sincronizado. La entrenadora no les va a la zaga. Lo demás es de esperarse en una feel-good movie (película optimista) Superarán las dificultades y no solo se lucirán, sino que volverán campeones. El quid de la cuestión, o sea la gracia de la película es ¡cómo! De eso, por supuesto, no diremos una palabra.



Gilles Lellouche, que dirigió con ganas y con un elenco sin fisuras, encabezado por el magnífico Mathieu Amalric, que aprovecha que el hueso es jugoso y lo roen con delicia, redondean una desventura que se sigue con mucho agrado y que desata sonrisas varias.


Hombres al agua (originalmente Le grand bain, 2018) puede verse en Netflix, como ya mencionamos.

Gustavo Monteros

jueves, 5 de septiembre de 2019

Un asunto de familia



Como es de esas películas de las que conviene no adelantar mucho para no develar lo que no se debe, recurramos a los datos.


Manbiki kazoku (literalmente quizá Un asunto de familia) conocida en su estreno en la Argentina como Somos una familia, recibió el título de Shoplifters para su distribución en los Estados Unidos. “Shoplifter” es el ratero de tienda, preferente de ramos generales, como un supermercado.


Estos títulos nos autorizan a hablar de dos características entonces: se trata de la conformación y apogeo de un núcleo familiar (como se sabe, ya desde hace tiempo, y gracias a Dios, o no, las familias no se definen por parentesco exclusivamente) que recurre, aunque algunos de sus integrantes trabajan, a “arrebatar” víveres para subsistir.


La dirigió uno de los directores más interesantes del cine contemporáneo (quizá ya un maestro) Hirokazu Kore-eda, del que el cine platense, poco afecto a lo que se salga del pochoclo,  estrenó Soshite chichi ni naru o De tal padre, tal hijo (2013) (que Steven Spielberg baraja rehacer en versión occidental) y Umi yori mo mada fukaku o Después de la tormenta (2016) aparte de la que nos ocupa que como dijimos se conoció como Somos una familia. De este director se espera con ansia su última película, la primera con estrellas occidentales, nada más ni nada menos que Catherine Deneuve, Juliette Binoche e Ethan Hawke entre otros, La verité (La verdad),


Somos una familia / Une affaire de famille / Sholifters / Un affaire di famiglia ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes, edición 2018.


Un asunto de familia puede ahora verse en Netflix y es la recomendación no del mes sino la del año. El cine de Hirokazu Kore-eda es de una humanidad tan flagrante que más que seductor se vuelve hipnótico. Deslumbra siempre porque revela costados insospechados de nuestra condición humana, y como ama vivir, las miserias que encuentra (aquí, entre otras, todas las implicancias de la comparación de las cicatrices) no le parecen un impedimento irremontable para que la vida continúe.


Decirles que es Imperdible es poco.

Gustavo Monteros