“Madre
hay una sola… menos mal” rezaba un histórico grafiti de los ochenta.
Parafraseando a Almodóvar, Gabriela Acher tituló un espectáculo suyo “Algo
sobre mi madre, todo sería demasiado”. Y sí, la madre es el primer escollo que
nos regala la vida. Si no la tenemos, la orfandad es un drama y si la tenemos, el vínculo a veces también lo es. Cuenta la leyenda que
hay madres excepcionales, perfectas. Sé que cuanta madre lea estas líneas se
considerará entre ellas. El amor maternal las exime de toda autocrítica. Humoradas
al margen, una madre es solo una mujer con su historia a cuestas en posesión de
un exclusivo campo de experimentación e influencia: los hijos. Y entre los
cuentos de madres e hijos, este film se volverá insoslayable.
El
título elegido para su distribución en estos pagos es tonto y apunta más para
el lado del narcisismo del que en algún momento se acusa sin mucho sustento al
protagonista. El título original es más que pertinente: Guillaume y los chicos, ¡a la mesa! Es como la madre los llama a
comer. Guillaume no es uno de los chicos para ella, sino el que eligió para que
sea, de algún modo, la hija que no tuvo.
Guillaume
Gallienne es un actor de la Comédie Française, que integró elencos de populares
películas tales como María Antonieta,
El concierto, Astérix & Obélix: Al servicio de Su Majestad. Y ésta es su
historia que escribió, dirigió y protagonizó por partida doble ya que se
interpreta a sí mismo y a su madre.
No
quiero caer en ningún tipo de adjetivación, adjetivar sería en este caso reducir
la experiencia a un ejercicio confuso y balbuceante. Solo diré que tiene humor,
ternura, conmoción, sutileza, delicadeza. No es el típico (o esperable) pase de
facturas sino una manifestación de amor y comprensión. Un viaje de
descubrimiento con escenas tan reveladoras que se quedan a vivir en nosotros.
En
pantallas dominadas por la oferta yanqui, este estreno es tanto una sorpresa
como una anomalía. Películas así, sin estrellas rimbombantes, no suelen pasar
de una semana de exhibición, de modo que véanla pronto, no la dejen para mañana
que puede ser tarde.
En
resumen, como dice el lugar común, una experiencia de vida, pero ¡qué
experiencia!, ¡qué vida!
Un abrazo, Gustavo Monteros
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