Salvo
los datos duros (elenco, dirección, fecha de producción) no sé nada de esta
película, lo cual me seduce, podré verla sin que se me haya formado el más
ligero preconcepto.
Comienza.
Helen Mirren, de negro, con un delantal y un pañuelo en la cabeza, en medio de
un patio o de un jardín, con una pala de
madera en las manos, revuelve una gran olla. ¿Cocina?, ¿es de época? Se supone
que es húngara, eso lo sé. No, no es una olla de locro, con la pala levanta
algo que se parece a un mantel, sí, es de época, está lavando a la antigua
usanza, sacando manchas o mugre a punto de hervor. Entra la gran Martina
Gedeck, sí, sin duda es de época, viste estilo cincuenta. Martina le pregunta a
Helen si puede trabajar para ella, que se acaba de mudar, que necesita ayuda doméstica
y que cuánto le cobraría. A las cansadas, Helen le contesta que primero
necesita referencia de quiénes son, porque ella no le lava la ropa a
cualquiera.
Bien,
primera escena de planteo clásico y preciso. Se presentaron los personajes y ya
sabemos de qué vendrá la historia y los conflictos. La relación entre una
empleadora y su doméstica. La empleadora tiene su carácter, pero la doméstica
lo tiene incluso más fuerte y más firme. Sabemos después que Martina es
novelista y que está casada con otro intelectual y que Helen tiene un pasado
intenso, y que sí, que estamos en una pequeña ciudad húngara a fines de los 50
o en los tempranos 60. La relación entre ambas tendrá más movimientos que una
sinfonía y se entenderán y desentenderán con igual pasión.
Dirigió
István Szabó, quien no necesita presentación porque tiene en su currículum
títulos tales como Mephisto (1981), Coronel Redl (1985), Hanussen (1988), Cita con Venus (1991) y dos películas a las que soy muy afecto, Taking sides (Tomado parte, 2001) sobre el director orquestal, Wilhelm
Furtwangler, que pudo o no ser colaborador nazi y Being Julia (Conociendo a
Julia, 2004) una historia de amor y venganza en el mundo del teatro. Helen
Mirren es como el sol, la conocemos todos y su grandeza nos es inmanente. De
Martina Gedeck bástenos decir que es la protagonista de Deliciosa Martha (2001), inolvidable comedia sobre aquella chef que
no soportaba críticas, su joven sobrina y el inesperado cocinero italiano que
la desafía; de la ineludible La vida de
los otros (2006); y que tuvo el honor de ser seleccionada por Robert DeNiro
para un papel en El buen pastor
(2006) que dirigió, honor que en el mundo de los actores supera al glamoroso
Óscar.
O
sea que estamos ante un director que sabe dirigir actores y películas como el
mejor, y ante dos actrices que de actuación pueden escribir enciclopedias. La
aseveración viene a cuento porque promediando el film comencé a notar que en
algunas escenas ellas y la cámara estaban muy bien y en otras, no tanto, que
estaban como en un ensayo titubeante al que le faltaban un par de pasadas para
lograr lo que se necesitaba. Deduje entonces que fue una película que se filmó,
por compromisos previos de las actrices o por problemas de producción, a las
apuradas. Una pena, porque la historia es buena y con más tiempo hubieran
logrado otra obra maestra. Tal como está no es mala, lejos de ello, pero uno
extraña la excelencia a la que nos tienen acostumbrados. Poco ayudó también que
los actores alemanes y húngaros actuaran en inglés y que Helen, con su inglés
natal, estuviera inmersa en un set fuertemente húngaro.
Después,
internet me informó que se basa en una novela sospechosamente autobiográfica de
Magda Szabó (ningún parentesco directo con el realizador) gran novelista
húngara y que esta novela, The door,
según la traducción inglesa, fue la que más difusión tuvo fuera de Hungría.
En
resumen, más allá de todos los peros merece verse por la insidiosa idea que
surge cerca del final y que permanece terca en la memoria, que a veces hacer lo
correcto es la peor traición porque se piensa más en uno que en el otro, que a
veces lo más cristiano es contradecir el cristianismo, que no siempre se trata
de amar a los demás como se ama a uno mismo, que a veces amar es olvidarse de
uno y solo pensar en el otro, por más
mugre y muerte que haya de por medio. Esta novelista puede que haga buena
literatura, pero como alumna es pobre, después, siempre es tarde.
Un abrazo, Gustavo Monteros
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