La iglesia católica,
en más de un aspecto, se parece a los noticieros del multimedio procesado por
apropiación ilegítima de la empresa papelera que se hacen los buenitos, ponen musiquita
sensiblera y procuran estimular una "correcta" indignación para ocultar
un pasado de sangre y estafa. No es mi intención ofender a nadie, pero los
hechos son los hechos. Al margen de santos y prohombres, la iglesia católica
tiene unos cuantos muertos en el placard: la inquisición, la bendición a las
dictaduras más cruentas y esas cosas. Como todo culto es fundamentalista y si
se la da cuerda se entrega a fanatismos salvajes que dejan un tendal de
víctimas. En Irlanda durante más de la primera mitad del siglo XX vaya si le
dieron cuerda y Philomena fue una víctima de las hermanas de la Misericordia,
que no eran ni una cosa ni tenían la otra.
A los 16 años iba a
ser una madre soltera, la internaron en un asilo a cargo de estas monjas para
que diera a luz, luego estas hermanas de negro hábito y alma retinta le
quitaron el hijo y lo entregaron en adopción (lo vendieron, bah) a una pareja
estadounidense. Ahora 50 años después, Philomena (Judi Dench), viuda y madre de
una treintañera, Jane, decide saber qué fue de la vida de su primogénito. Jane
se pondrá en contacto con Martin Sixsmith (Steve Coogan), un periodista
desocupado para que ayude a Philomena. Juntos Martin y Philomena desandarán el
camino hacia unas cuantas revelaciones.
Durante los primeros
10 minutos Stephen Frears (The hit, Ropa
limpia negocios sucios, Relaciones peligrosas, Ambiciones prohibidas, Alta
fidelidad, Negocios entrañables, La reina) filma bonito, el compositor
Alexander Desplat derrama violines dulces y parece que estamos ante un típico
telefilm Hallmark, pletórico de sentimentalismo, amabilidad y empalagamiento.
Pero al minuto 11, por suerte la cosa cambia, se pone mordaz sin perder ternura
y el “interés humano” mencionado con reiteración se vuelve subyugante. Y a
pesar de la impiedad que se revela, no baja línea ni se entrega a la
cursilería. Es más, deviene un film ejemplar y entrañable.
Judi Dench es y está
maravillosa como siempre. Steve Coogan, quien también escribió el guión basado
en el libro del verdadero Martin Sixsmith (porque la historia es verídica, y
sin ir más lejos la semana pasada, Coogan y la Philomena real se sacaron una
foto con el Papa Bergoglio), acompaña con nobleza a la suprema Dame Dench (a
quien asimismo convenció para que participara en el proyecto).
En resumen, una
película que va alcanzando altura y sobriedad para contar una historia
conmovedora sobre las consecuencias de las acciones de unas monjas que de tan “devotas”
se olvidaron del cristianismo.
Un abrazo, Gustavo Monteros
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