jueves, 16 de abril de 2009

Entre los muros

Es curioso lo que pasa cuando uno ve una película que se centra en una actividad con la que uno se gana la vida. La posibilidad de la evasión de la realidad está coartada. Sólo queda la posibilidad de una identificación irrestricta.

Tengo amigos médicos que odian las series y películas de temas médicos, y amigos abogados que no quieren saber nada con las series y películas sobre la ley. Me dicen: ¿para qué quiero ver algo que padezco todos los días?

Claro que la negación no es absoluta, ya que uno de mis amigos me dijo alguna vez: Eso sí, si el colega es el héroe, derrota al sistema y tiene buen sexo con alguna diosa del cine, voy y disfruto de la película. Bueno, en realidad no dijo “buen sexo”, pero hoy estoy en ánimo de “apta para todo público.”

En esta ocasión me toca a mí: una película sobre los sufridos docentes.

Como lo demostrara en las magníficas Recursos humanos y El empleo del tiempo, a Laurent Cantet le preocupa la problemática social contemporánea. Esta vez se encierra en las aulas de una escuela pública parisina en esta película ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes con un jurado presidido por Sean Penn. (Ahora sé que puedo entretener a Sean Penn con mis jugosas anécdotas escolares.)

Cantet trabaja delimitando espacios, hace corte precisos y acotados a una realidad mayor, se concentra en ellos y profundiza un análisis de los elementos en juego. En Recursos humanos estudiaba la deshumanización de las nuevas estructuras laborales, en El empleo del tiempo, la devastación emocional que provoca el desempleo y en Bienvenidas al paraíso, las implicancias desequilibrantes del turismo sexual.

En las aulas de Entre los muros hay una agresividad soterrada que no tarda en explotar. La frustración es lo único que tienen en común docentes y alumnos. Víctimas del vaciamiento moral que trajo el triunfo del neo capitalismo, saben o intuyen que nunca alcanzarán lo que desean. No hay metas ni valores. Pero están atrapados en una situación concreta: el aula es el espacio en el que el derecho a la educación debe cumplirse. La clase es multirracial, lo que no facilita las cosas.

Antes que nada es esencial alcanzar un mínimo de respeto mutuo. Y le corresponde al docente (de lengua en este caso) sentar las bases, porque es su rol, es el adulto, el que está al frente y el que tiene la formación necesaria. Debe meterse en el rincón más oscuro de su anatomía la nostalgia de una escuela ordenada y ansiosa de conocimientos, sofrenar la ironía con la que hace un poco de catarsis, y aceptar que aunque le paguen poco y mal deberá seguir trabajando. El aula es una prisión, no hay escape, hay que sacar lo mejor posible de la situación y seguir adelante.

Deberá soportar sin mosquear los cuestionamientos sobre su supuesta homosexualidad, comprender que no es él quien emite señales confusas sino que sus alumnos por ser adolescentes aún no saben qué son o qué quieren y como temen ser homosexuales desarrollan una acentuada homofobia.

Los alumnos se ven a sí mismos como inútiles dominados por una desidia invencible. Habrá que socavar esa noción fortaleciendo su endeble autoestima, celebrando como épicos los logros más pequeños. Y será imprescindible olvidar que lo que hoy aprenden en un año antes se aprendía en un mes o un día.

Pero la frustración es amarga y traicionera, y no hace muy llevadero el día a día. Una pequeñez desatará una reacción en cadena, el sistema operará sus trampas y quien sin duda merece otra oportunidad no la tendrá.

Basada en un libro de investigación del profesor, escritor y periodista, François Bégaudeau (que protagoniza al docente), Entre los muros está concebida como un documental actuado. Los alumnos, sus padres y los docentes recrean fidedignamente la realidad. Es muy conmovedora y reveladora, no sólo para los docentes, para todo el público.

La educación debe ser inclusiva, integradora, universal. El sistema no es perfecto y la realidad lo hace más vulnerable. En este país, por ejemplo, sabemos que los chicos de padres golpeadores, o de madres borrachas, o con fácil acceso a las drogas, o de ámbitos desvalizadores, o de familias sin cultura del trabajo porque viven de planes sociales, etc. no se beneficiarán con la educación. Y como no se quiere tratar el problema político económico que engendra esta realidad, el poder y los medios le dan a estos temas un tratamiento superficial y facilista que resulta insultante y que despierta una rabia impotente.

La teorización inútil tampoco ayuda. Cada vez que un problema educativo de formación, relación o disciplina llega a los medios, invitan a una renombrada psicóloga, pedagoga y licenciada en no sé cuantas ciencias afines más que recita teorías inaplicables a nuestra realidad. Los polacos, los japoneses o los islandeses estudiaron el problema educativo y llegaron a conclusiones que son valederas para su realidad, pero que no son de aplicación universal irrefutable. Un padre golpeador en China no es igual a un padre golpeador en Argentina, las sociedades chinas y argentinas tienen características idiosincrásicas diferentes. Si bien el problema educativo tiene rasgos comunes en todos los países, las soluciones alcanzadas en Somalia pueden no ser pertinentes en otros países de la misma región.

Esta señora de la que hablo se sabe todas las teorías educativas desarrolladas en todo el mundo, pero nunca estudió su viabilidad en este país. Eso no le impide darlas por válidas. Una vez una periodista le preguntó si trabajaba en escuelas. “Sí, sí”, dijo, “Asesoro a varias instituciones.” La periodista, intuyendo que se trataba de organizaciones privadas, insistió: “Pero, ¿trabaja en escuelas públicas?” “Sí”, dijo muy suelta de cuerpo, “Hice las prácticas de mis especialidades en escuelas públicas”.

Así que esta señora, que hace 10 años estuvo 12 veces en una escuela pública, se pasea por los medios iluminándonos con sus soluciones “teóricas” a nuestros “prácticos” problemas cotidianos. El día en que en este país se decidan a tratar seriamente la problemática educativa, pagarán trabajos de campo que investiguen las características específicas de nuestra realidad. Mientras tanto, por favor, que alguien le enseñe a esta señora que su pelotudez es superable.

Un abrazo,

Gustavo Monteros

1 comentario:

  1. Gustavo que bueno tu blog me lo pasó María Claudia.
    Me parece muy interesante tener un espacio con la mirada de alguien que sabe de cine.
    Te cuento que me fascina el cine, y que por razones de tiempo suelo ver las películas en casa.
    quiero ver Entre los muros...
    Saludos.
    María

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.