Mi “vida de santos” es poco enciclopédica, así que mejor
empezar con lo básico. ¿Quién corno fue San Valentín? ¡Sorpresa! ¡Hay tres!
Dice Wikipedia: "Según la Enciclopedia Católica, hay
en realidad tres santos mártires del mismo nombre que fueron ejecutados en
tiempos del Imperio Romano, y cuya festividad cae en la misma fecha (tal vez
por un error, que no es infrecuente en el calendario de santos) que conocemos
hoy como día de San Valentín: los dos primeros fueron martirizados en la
segunda mitad del siglo III, durante el reinado del emperador Claudio II “el
Gótico”:
1) un médico romano que se hizo sacerdote y que casaba a
los soldados, a pesar de que ello estaba prohibido por el emperador, quien lo
consideraba incompatible con la carrera de las armas. Claudio II ordenó
decapitarlo en el 269; fue muy venerado en Francia, en la diócesis de Jumièges.
2) un obispo de la ciudad de Interamna (hoy Terni, Italia),
donde se encuentran los restos del cuerpo conservados en la homónima basílica,
y donde el 14 de febrero es la fiesta patronal.
3) un obispo llamado Valentín de Recia, que vivió en el
siglo V y que fue enterrado en Marlengo (en alemán Mais), cerca de Merano, en
el Tirol, Italia; en el siglo VIII su cuerpo se trasladó a Passau, Baviera, en
Alemania; es invocado para curar la epilepsia, y a partir del siglo XV se le
representa con un niño tendido a sus pies."
De los tres, parece que el primero es el que dio origen a
la celebración romántica que hasta hoy se verifica.
Como con todas las festividades de las que se puede sacar
rédito, el cine la revisita con fruición.
Por casualidades de las que mejor no hablar, descubro que
la cinematografía española de fines de los cincuenta y principios de los
sesenta, tiene dos muestras sobre la celebración de San Valentín.
La primera es de 1959, se llama convenientemente El día
de los enamorados, y la dirigió Fernando Palacios con guion de Pedro Masó,
Antonio Vich y Rafael J. Salvia, servido por un elenco de notables, algunos muy
de moda en el momento de la realización, otros que trascendieron la época y son
representantes de lo mejor del espectáculo español, como la inmensa Concha
Velasco.
Hay cuatro parejas en problemas para llegar al final feliz,
y como es 14 de febrero, el vero santo tiene que bajar para solucionar los
entuertos. Por un lado, tenemos a tres amigas, Atenea (Katia Loritz), Conchita
(Concha Velasco) y Luisa (María Mahor). La primera es locutora de la televisión
y está enamorada del escritor, productor y colega del programa en el que está, Luis
Martín (Manuel Monroy) que no registra los sentimientos de la chica.
Conchita es vendedora de una tienda departamental (estilo
la vieja Harrods) y anda de novia con Antonio (Antonio Casal), vendedor de
zapatos en un negocio vecino, que la desatiende por el fútbol, pasión que para
él ocupa el primer lugar.
Luisa es una manicura de una peluquería de hombres
cortejada por Manolo (Tony Leblanc) un chofer de autobús, al que los celos lo
tienen a mal traer.
Por el otro tenemos a María José (Mabel Karr), rica como
McPato, a la que sus conocidas hacen bullying por considerarla una romántica,
algo que consideran poco práctico, ya que todos se le acercan por su dinero,
sin embargo, San Valentín (Jorge aquí, en otras George Rigaud) la acercará con Emilio
(Ángel Aranda), un médico recién recibido, idealista y generoso, al que el
dinero no le importa mucho.
Cada pareja tiene un elemento de comicidad que la circunda.
En la de María José y Emilio es el padre de ella, un tarambana mujeriego, y el
mayordomo de la mansión que habitan, al que cada vez que le piden un favor o su
complicidad, le suben el sueldo.
En la de Luisa y Manolo, es un grupo de aspirantes a
choferes, muy torpes ellos, a los que Manolo aconseja e instruye.
En la de Concha y Antonio, el humor corre por cuenta de la
mismísima Concha, que puede vender un refrigerador para iglús, y es tan rápida
de mente que siempre tiene la última palabra y puede desarmar en segundos el sofisma
mejor armado.
San Valentín también tendrá su alivio cómico, un
ascensorista que se desmaya de vértigo, porque en un momento clave el santo
sube al Cielo en su ascensor.
El film fue tan exitoso que tuvo una secuela en 1962, se
llamó Vuelve San Valentín, Fernando Palacios siguió en la dirección,
ahora con guion de Vicente Coello que se sumó a Pedro Masó y Rafael J. Salvia,
que habían estado en la anterior. El elenco otra vez fue numeroso y efectivo.
Ahora San Valentín baja para arreglar las desavenencias del
matrimonio de Mercedes (Amparo Soler Leal) y Fernando (José Luis López
Vázquez), decoradora, ella, importador de tractores, él, los dos anteponen la
profesión y los negocios al amor.
Mauricio (Cassen / Casto Sendra), un exitoso fotógrafo de
bellezas que supuestamente deja atrás los sexuados efectos colaterales para
centrarse en su prometida Julia (Teresa del Río), chica sin trabajo ni
problemas económicos. La resolución de Mauricio es firme, pero el entorno no le
hace las cosas fáciles, mediación santa se necesita.
Felisa (Gracita Morales) una mucama ingenua y pizpireta,
pero nada tonta (o sea ingenua, no crédula) se quiere casar con Antonio (Manolo
Gómez Bur), campesino dominado por sus padres. Felisa se gana la lotería, y lo
que para muchos es una bendición, a ella no hace más que traerle problemas. El
santo tendrá que intervenir.
Leonor (María Cuadra) se manda cartas románticas. Sus
compañeras de la facultad hacen como que las creen, pero en realidad se burlan
de ella y de su necesidad de inventarse novios. Pero el último candidato
ficcional se hará realidad. A Manuel (Ángel del Pozo) un vendedor de seguros,
el santo le pidió que lo corporice a cambio de contratarle una suculenta
póliza. Claro, Manuel no tardará en enamorarse de Leonor.
Esta vez la comicidad está dentro de los conflictos
románticos. Amparo Soler Leal y José Luis López Vázquez, ya son por estos
tiempos dos comediantes afiatados y muy eficientes. Gracita Morales defiende a
su mucama con uñas y dientes y desata carcajadas. La familia a la que sirve
(tan típica que es padre, madre, hijo e hija) aporta lo suyo. El novio, al que
la madre sobre todo no termina de soltar, está delicioso en su endeblez e
inseguridad. Y si la madre es la gigantesca Rafaela Aparicio, no reírse es
imposible. Cassen tiene gracia, pero sus voluptuosas fotografiadas y su voraz
asistente que no quiere desdeñar ningún trabajo agregan comicidad al asunto. La
novia, que anda para todos lados vestida de ídem, y su madre, que no ve la hora
de sacársela de encima y disfrutar de su vida, arriman calor y sonrisas. Y el
santo viene, a falta de ascensorista, con un taxista que lo atropella una y
otra vez sin dar crédito a sus ojos de que el santo solo se sacuda la ropa y
esté de lo más ileso después de cada accidente.
Las comedias amables del cine comercial (románticas o de
costumbres) son puro artificio. No reflejan la realidad sino como le gustaría
verse a la sociedad que la produce. Estas dos comedias industriales de pleno
franquismo muestran una sociedad pujante, próspera, consumista, patriarcal y
conservadora. En la primera, las tres amigas ganan como para darse todos los
gustos, es más a la hora de comprar regalos para sus prometidos van a las
mejores tiendas y eligen lo que les gusta sin fijarse en los precios. Sin
embargo, el novio chofer y el novio vendedor hacen malabares para vivir al día.
De modo que el supuesto estado de bienestar que se quiere vender es relativo.
Los alumnos del chofer se quejan porque le tienen que convidar a su maestro
todos los días de lección una picadita, que come solo el chofer, porque no
alcanza para que ellos coman también. Cuando el chofer y la manicura deciden
casarse no mencionan el lugar a vivir entre los inconvenientes a superar. Al
que, para mencionar las más famosas películas en tratar el tema, El pisito
(Marco Ferreri-Isidoro M.Ferry, 1958), El inquilino (José Nieves Conde,
1958), La vida por delante (Fernando Fernán Gómez, 1958) desmienten,
conseguir casa por entonces era un verdadero problema. En las dos películas se
subraya que el hombre debe ganar más que la mujer, que es lo que corresponde. Y
se da por sentado que la esposa está sujeta, en el sentido de sometida, al
marido en las decisiones importantes, los puntos de vista y las aficiones. Y
que conste que solo menciono los aspectos sociales más salientes. Si se las
escrudiña con afán sociológico se pueden hasta escribir libros. Las películas
en apariencia más inocuas son las que mejor pintan a la sociedad que las
produjo.
El amor es el amor, aquí, en la antigua Roma, la vieja
China o la madre Rusia, pero en cuanto a lo demás, ¿todo tiempo pasado fue
mejor? ¡Ni ahí!
Gustavo Monteros