jueves, 29 de noviembre de 2018

Terminal - La venganza perfecta


Los actrices y los actores pueden tener papeles importantes, ser protagonistas, pero si no hallan pronto su breakthrough role (su rol consagratorio) pueden dar vueltas y vueltas hasta terminar perdidos en los repartos.


¿Qué es un breakthrough role? Esos personajes que solo tal o cual actor o actriz pudieron haber hecho. Algunos lo hallan medio tarde en sus carreras, Gene Hackman, por ejemplo, tardó en hallar su Popeye Doyle para Contacto en Francia (1971), pero cuando lo halló, fue una súper estrella imperecedera. La divina de Sharon Stone gastó tacos y galanes hasta que se cruzó con su Catherine Tramell de Bajos instintos (1992), que la catapultó a lo alto del cartel del que no la pudieron bajar ni con 200 bodrios. Algunos lo hallan al principio de sus carreras, como Barbra Streisand que reprisó en cine el personaje de Fanny Brice que la consagró en teatro, Funny girl (1968) y otras lo hallan no a mucho de empezar, como Liza Minnelli que encontró su Sally Bowles de Cabaret (1972) tres películas después del debut. Otros, como Josh Hartnett, Ashton Kutchner, quizá lo hallen alguna vez o nunca, también hay otrxs, como Keira Knightley que desaprovecha una oportunidad tras otra y no termina de adueñarse de ningún personaje.


Margot Robbie es de esas personas que parecen haber nacido para el cine. Es hermosa, escultural y la cámara la ama (ojo se puede tener las dos primeras características y fallar en la última, que es la esencial en realidad). La habíamos notado en esa cumbre de Martin Scorsese intitulada El lobo de Wall Street (2013) (¡Cómo no hacerlo! Es la chica de fucsia que le pone su zapato de taco aguja en la cara a Leo Di Caprio… ¡Guau!)


La notamos también en ese drama de la Segunda Guerra, Suite Francesa (2014) y eso que por ahí andaban su majestad Kristin Scott Thomas y la incandescente Michelle Williams, que suelen eclipsar al o la más pintadx.


Y anduvo por la Argentina del brazo de Will Smith para rodar unas escenas de Focus: Maestros de la estafa (2015), pero por más que Scorsese le hubiera dado la escena inolvidable ya mencionada, no hacía pie del todo (por culpa de los tacos de Scorsese, quizá). Y confieso que no la vi ni en La leyenda de Tarzán (2016) (me dijeron que en el final hay muchos cocodrilos y esos bichos no me gustan) ni en Suicide Squad (2016) (en cualquier momento la veo, simplemente me la perdí).  Y cuando estaba por pasar a las listas de los “quizá alguna vez se me dé” le llegó su San Martín.



Yo, Tonya es un viaje de ida, deja un surco en el alma y uno puede que pierda en el olvido hasta el propio nombre, pero no desvanecerá de la memoria a la Robbie en Tonya. La chica es odiosa hasta que uno la comprende, y si no se la perdona, se la compensa con el respeto. A Tonya le dieron un talento singular, el de patinar sobre hielo como los dioses, sin enseñarle cómo usarlo, porque la hicieron nacer y criar en el sitio equivocado. Y la pobre va a los tumbos, cometiendo glorias y bajezas sin poder evitarlas.



Suele suceder que una vez que un actor o una actriz logran su breakthrough role, junto con el estrellato se ganan la simpatía o el amor incondicional de la platea para siempre. Es mi caso con Margot Robbie, después de Yo, Tonya soy su fan a perpetuidad.


Puede que pueda hacer niñas modositas, casi educadas por el cine argentino del cuarenta, como la mejor, pero sus chicas guarras son mucho más deliciosas.

Y encarna a una de ellas en un estreno reciente de Netflix. Terminal es lo que la plataforma de contenidos define como una película “extravagante”. Los personajes y los ambientes por donde transitan parecen salidos de un comic. La terminal del título (una estación cabecera de ferrocarril)  juega también con lo terminal, lo letal.


Hay un enfrentamiento entre asesinos a sueldo, el que sobreviva se queda con un premio misterioso que se sabrá sobre el final. El humor es negro, con toques más de brillantez que de pesimismo. Lógico, ya que es más la historia de una venganza que un manifiesto misantrópico.


Dirigió Vaugh Stein, en su debut en el largometraje. El film exhibe un virtuosismo notable, dato que no sorprende cuando se sabe que el hombre fue Director de la Segunda Unidad en varias películas importantes.


Junto a la magnífica Margot Robbie, se lucen el híper talentoso Simon Pegg, el nunca bien ponderado Mike Myers, el ascendente Max Irons  (el hijo de Jeremy), y voz de platino Dexter Fletcher.


Terminal - La venganza perfecta (2018) puede verse en Netflix y, hecha la salvedad de su extravagancia, es altamente recomendable.

Gustavo Monteros

jueves, 22 de noviembre de 2018

The Ballad of Buster Scruggs


Y ya se sabe, el cine de los hermanos Coen es versátil, ecléctico, proteico. Su amplia cinematografía abarca ejercicios sobre el noir: Simplemente sangre (1984), Miller’s crossing (1990), Fargo (1996), El hombre que nunca estuvo (2001), Sin lugar para los débiles/No country for all men (2007); ejercicios sobre la comedia: Educando a Arizona (1987), El gran salto/The Hudsucker Proxy (1994), El gran Lewoski (1998), ¿Dónde estás, hermano? (2000), El amor cuesta caro/Intolerable Cruelty (2003), El quinteto de la muerte/The Ladykillers (2004), Quémese después de leerse (2008), Salve, César (2016); ejercicios sobre el western Temple de acero (2010) y ejercicios sobre el drama existencialista Barton Fink (1991), Un hombre serio (2009) e Inside LLewyn Davis: Balada de un hombre común (2013).


Más allá de tanta variedad de estilos, dos características atraviesan toda su cinematografía: una cinefilia militante y un corrosivo sentido del humor. Características que se agradecen y mucho.


Ahora tentados por el gigante Netflix, pensaron primero hacer cortos o mediometrajes ambientados en el Lejano Oeste, pero después optaron por el viejo y querido formato de película de episodios, formato en el que no habían incursionado. Formato que hoy tiene la vara muy alta gracias a Damián Szifrón y sus Relatos salvajes (2014).


Son seis relatos. Tim Blake Nelson protagoniza el primero (el más delirante) y que le da título al conjunto: The Ballad of Buster Scruggs. James Franco protagoniza Near Algodones, un relato armado en apariencia para llegar a un antológico chiste final. Liam Neeson protagoniza el amargo Meal ticket. Tom Waits protagoniza una fiel transcripción (incluidos animales que huyen del hombre cuando llega al valle y que regresan cuando se va) de un gran cuento de Jack London: All Gold Canyon. Zoe Kazan protagoniza otro relato adaptado, esta vez la autoría original es de Stewart Edward White: The Gal Who Got Rattled, en el que un perrito no tiene un rol menor precisamente. Y por último Brendan Gleeson, Tyne Daly, Saul Rubinek, Jonjo O’Neill y Chelcie Ross protagonizan The Mortal Remains, un delicioso juego existencialista.


Como sucede con los mejores trabajos de los Coen (y este figura entre ellos) uno se enamora, y sabe que no será esfuerzo alguno revisitarlos una y otra vez.


Hablando de veces, muchas veces se ha acusado a Ethan y Joel Coen de ser unos misántropos incurables detrás de tanto fuego de artificio. No estoy tan seguro, pero de ser así, deben ser los mejores filósofos de las peores opiniones sobre el ser humano.


The Ballad of Buster Scruggs puede verse en Netflix. Hoy, mañana o pasado no se la pierdan. Es goce puro.

Gustavo Monteros

jueves, 15 de noviembre de 2018

King of Peking - El rey de Pekín


Las “feel good movies” se traducen como las películas optimistas, de finales si no felices al menos reconfortantes.


King of Peking  (2017) de Sam Voutas, protagonizada por Jun Zhao como Big Wong y Wang Naizun como Little Wong,  entra con creces dentro de esa categoría. Dista mucho de ser una película perfecta, pero es de esas que uno mira con una sonrisa de principio a fin.


Trata el viejo y querido cuento del padre que lucha para retener la custodia de su hijo, después de un divorcio peliagudo. Por un lado debe ganar lo suficiente para pasar la consabida cuota, y por el otro debe demostrar que es lo suficientemente maduro como para afrontar la crianza. Y por supuesto tiene dificultades con lo primero y es más que inmaduro para lo segundo. Por momentos su hijo es el verdadero adulto.


Y es una película llena de cine, dado que la profesión del padre es proyectorista. Y que sea china y transcurra en China le suma más encanto. Y da mucho descanso a la oreja que la banda sonora esté compuesta por clásicos de la música clásica.


En resumen, es como el viejo slogan de la ginebra Bols: estimula y sienta bien.


El rey de Pekín puede verse en Netflix

Gustavo Monteros

jueves, 8 de noviembre de 2018

Peregrinación por los caminos del dolor


En medio de toda la oferta de Netflix, puede pasar desapercibida Peregrinación por los caminos del dolor, serie filmada en conmemoración de la Revolución Rusa de 1917. Se basa en Hermanas, el primer tomo de la trilogía. Las dos novelas restantes son El año 1918 y Una mañana lúgubre. El título Peregrinación por los caminos del dolor es en realidad el de toda la trilogía.


El autor es Alekséi Nikoláyevich Tolstói (no, de ningún parentesco con León Tolstói, el célebre autor de La guerra y la paz y Ana Karenina, entre otros grandes y geniales mamotretos) que vivió entre 1883 y 1945 y que fue autor de novelas históricas y de ciencia ficción.


Su trilogía fue célebre y muy popular en su tiempo y se inscribe en la tradición de novelones de amor con el trasfondo épico de un momento histórico clave, muy querido por el cine. Sí, como Lo que el viento se llevo (Victor Fleming, 1939), Por siempre Ambar (Otto Preminger, 1947), Doctor Zhivago (David Lean, 1965), Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1971) o la multiversionada La guerra y la paz (la última fue una miniserie inglesa de 2016 dirigida por Tom Harper y protagonizada por Paul Dano, James Norton, Lily James, Tuppence Middleton, Greta Scacchi, Jack Lowdes, Jim Broadbent, entre otros notables)


Esta versión del primer tomo de Peregrinación por los caminos del dolor que ofrece Netflix está dirigida por Konstantin Khudyakov (entre otros), y adaptada por Elena Rayskaya (entre otros)  y protagonizada por las bellísimas Yuliya Snigir (Katya) y Anna Chipovskaya (Dasha), secundadas por los buen mozotes Leonid Bichevin (Ivan Ilich Telegin) y Pavel Trubiner (Vadim Roschin) y la no menos deslumbrante Svetlana Khodchenkova (Liza Rastorgueva) entre muchos otros (¡¿Hay alguien feo en Rusia?!)


Y, como todos los ejemplos cinematográficos mencionados, ofrece una primera parte detallada, con presentación de personajes  y conflictos, y una segunda parte tan llena de resoluciones que da la sensación de que no va a quedar ni un técnico en pie para dar el desenlace final.


Hecha la salvedad, resta decir que está muy bien contada, tanto en su épica como en su intimidad de amores correspondidos (o no), e ilustra con solvencia los entretelones de la participación rusa en la Primera Guerra Mundial y los despelotes que acompañaron a la imposición de los bolcheviques en la mentada revolución.


La historia se centra en las aventuras y desventuras amorosas de dos hermanas de la alta burguesía zarista y cómo enfrentaron los cambios que les trajo el siglo nuevo en su segunda década. Y gracias a Dios, todo es muy ruso. Los rusos son como la exacerbación de todo lo humano, si aman, aman hasta la agonía, si odian, odian hasta el sacrificio. Y tanta intensidad no agobia. En ellos es tan natural que dan envidia, dejan al resto de la humanidad en una medianía pasional espantosa. Eso sí, así como son de pasionales, son cruentos e impiadosos. Bah, como decíamos, todo lo humano muy potenciado.


Por más que los Caminos sean de Dolor, imposible no emprender esta Peregrinación.


Peregrinación por los caminos del dolor va por Netflix y tiene 12 episodios de una hora.


En dos palabras: Im-perdible.

Gustavo Monteros