El gran secuestro de Mr. Heineken (2014) del sueco Daniel Alfredson, protagonizada por
Anthony Hopkins revisita el caso del cervecero que ya fuera tratado por el
holandés Maarten Treurniet en El
secuestro de Alfred Heineken (2011) con el protagónico de Rutger Hauer.
Ambas
películas podrían exhibirse una después de la otra sin que pierdan su interés,
el que es posible hasta que lo acrecienten, porque podrían ejemplificar cómo
incluso partiendo de los mismos datos duros (la fecha y la modalidad del
secuestro, los detalles del cautiverio, el modo de la entrega del rescate y la
liberación, las personalidades e
historiales del secuestrado y los secuestradores) se pueden hacer lecturas e
interpretaciones que de tan disímiles bordean el antagonismo.
Las
diferencias fundamentales radican en que al film con Hopkins le preocupa más la
vida anterior de los secuestradores, mientras que a la película con Hauer el
secuestro le resulta tan importante como las repercusiones que tuvieron en la
vida posterior de Heineken, la manera en que
reacondiciona su vida y las obsesiones que se le desatan.
La
película con Hopkins pierde por goleada ante la de Hauer, al secuestro y
cautiverio le faltan vigor o nervio, las situaciones son excesivamente
crispadas y carecen del poder de despertar empatía, las caracterizaciones son
superficiales y las recreaciones de las circunstancias, planas y anodinas.
En
resumen y a modo de consejo: La película con Hauer anda por el cable, por
internet o en los anaqueles de los clubes de DVD, buscarla si el tema interesa.
Exponerse a la versión con Hopkins solo si se es fanático del gran Anthony o si
se suspira por la seducción de Jim Sturgess, Sam Worthington o Ryan Kwanten.
El
“gran” agregado al título por los distribuidores locales desnuda la desesperación
por hacer apetecible una propuesta insulsa, desabrida.
Gustavo
Monteros
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