Con Sólo la
verdad de James Vanderbilt volvemos al mundo del periodismo. Si Spotlight era en el fondo una elegía al
periodismo gráfico de investigación. Truth,
tal el título original, es una elegía al debate serio en los noticieros
televisivos. En 2004, el equipo de producción de 60 minutos (Topher Grace,
Dennis Quaid, Elisabeth Moss) que lidera Mary Mapes (Cate Blanchett) le hace
preguntar a su conductor estrella, Don Rather (Robert Redford) si George W Bush
escapó de combatir en Vietnam gracias a las conexiones familiares que lo
pusieron en un puesto de guardia costero para el cual ni siquiera entrenó. La
derecha, como acostumbra, corrió el eje de la discusión y focalizó el tema en
la legitimidad de los memos que servían de prueba. Como no podían cuestionar la
firma del documento, partieron de que en vez de una máquina de escribir de los
setenta estaba escrito en una plantilla Word, de que los teclados de entonces
no tenían el signo °, para colmo por tratarse de una fotocopia no podía
estudiarse el papel. Y la gente de 60 minutos cayó en la trampa de la derecha
política y corporativa, se puso a discutir estos detalles, pasó a la defensiva
y se olvidó de la pregunta inicial de la que nunca debió haberse apartado: ¿se
salvo Bush de combatir en Vietnam gracias a influencias y presiones?
Sólo la verdad es una película
anómala, los “buenos” pierden por goleada ante las corporaciones y el
conservadurismo político. Convengamos que es raro, los Davides siempre ganan
aunque enfrenten a los más terribles Goliates, tomemos a la querida Julia
Roberts y su Erin Brockovich (2000)
sin ir más lejos. Esta verdad tampoco tiene el aliento de querer cambiar algo
como las películas de los setenta, que dejaban ganar a las corporaciones, pero
invitaban al público a combatirlas, para que no siguiera sucediendo lo mismo.
Aquí, parece haber un aire de qué se le va a hacer, las cosas son así, y si
ganamos algo es más bien pírrico, por lo que perdemos en el camino. Tampoco
tiene un cinismo recalcitrante, que también invita al combate desde otras
trincheras. No, hay una resignación, más bien deprimente, que no sé si ayuda en
algo.
Como era de esperarse, Cate Blanchett y Robert Redford
galvanizan con su carisma la trama y vuelven interesante el trámite de ver esta
película. También andan por ahí Stacy Keach, Bruce Greenwood, John Benjamin
Hickey, David Lyons, Dermot Mulroney, Rachel Blake , Andrew McFarlane y una
conmovedora Noni Saleeba como la esposa de Stacy Keach.
En nuestros noticieros de los canales centrales,
hegemónicos y corporativos como pocos, la verdad se perdió hace rato. Tanto que
al revés del personaje de Redford ya ni nos acordamos cuando dejaron de ser un
servicio y se convirtieron en artefactos de defender intereses propios que
inoculan a un público eternamente desprevenido, a pesar de todas las
advertencias, y que políticamente nunca parece dar con el cuatro cuando suma
dos más dos.
Gustavo Monteros
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