viernes, 1 de abril de 2016

Solo la verdad



Con Sólo la verdad de James Vanderbilt volvemos al mundo del periodismo. Si Spotlight era en el fondo una elegía al periodismo gráfico de investigación. Truth, tal el título original, es una elegía al debate serio en los noticieros televisivos. En 2004, el equipo de producción de 60 minutos (Topher Grace, Dennis Quaid, Elisabeth Moss) que lidera Mary Mapes (Cate Blanchett) le hace preguntar a su conductor estrella, Don Rather (Robert Redford) si George W Bush escapó de combatir en Vietnam gracias a las conexiones familiares que lo pusieron en un puesto de guardia costero para el cual ni siquiera entrenó. La derecha, como acostumbra, corrió el eje de la discusión y focalizó el tema en la legitimidad de los memos que servían de prueba. Como no podían cuestionar la firma del documento, partieron de que en vez de una máquina de escribir de los setenta estaba escrito en una plantilla Word, de que los teclados de entonces no tenían el signo °, para colmo por tratarse de una fotocopia no podía estudiarse el papel. Y la gente de 60 minutos cayó en la trampa de la derecha política y corporativa, se puso a discutir estos detalles, pasó a la defensiva y se olvidó de la pregunta inicial de la que nunca debió haberse apartado: ¿se salvo Bush de combatir en Vietnam gracias a influencias y presiones?


Sólo la verdad es una película anómala, los “buenos” pierden por goleada ante las corporaciones y el conservadurismo político. Convengamos que es raro, los Davides siempre ganan aunque enfrenten a los más terribles Goliates, tomemos a la querida Julia Roberts y su Erin Brockovich (2000) sin ir más lejos. Esta verdad tampoco tiene el aliento de querer cambiar algo como las películas de los setenta, que dejaban ganar a las corporaciones, pero invitaban al público a combatirlas, para que no siguiera sucediendo lo mismo. Aquí, parece haber un aire de qué se le va a hacer, las cosas son así, y si ganamos algo es más bien pírrico, por lo que perdemos en el camino. Tampoco tiene un cinismo recalcitrante, que también invita al combate desde otras trincheras. No, hay una resignación, más bien deprimente, que no sé si ayuda en algo.


Como era de esperarse, Cate Blanchett y Robert Redford galvanizan con su carisma la trama y vuelven interesante el trámite de ver esta película. También andan por ahí Stacy Keach, Bruce Greenwood, John Benjamin Hickey, David Lyons, Dermot Mulroney, Rachel Blake , Andrew McFarlane y una conmovedora Noni Saleeba como la esposa de Stacy Keach.


En nuestros noticieros de los canales centrales, hegemónicos y corporativos como pocos, la verdad se perdió hace rato. Tanto que al revés del personaje de Redford ya ni nos acordamos cuando dejaron de ser un servicio y se convirtieron en artefactos de defender intereses propios que inoculan a un público eternamente desprevenido, a pesar de todas las advertencias, y que políticamente nunca parece dar con el cuatro cuando suma dos más dos.

Gustavo Monteros

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