viernes, 5 de febrero de 2010

Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal

Pasó con la dos, pasó con la tres y claro tenía que pasar con la cuatro. Hablo de la saga de Indiana Jones. Ante cada nueva entrega, los críticos se quejaron de que era una nueva decepción, una nueva traición al personaje que encontró el arca de la Alianza, una nueva oportunidad perdida de reencontrarse con el humor derivado de los viejos seriales de aventuras. Perfecto, una defensa encendida de los valores de la entrega iniciática (Los cazadores del arca perdida). Ahora bien, ¿cómo trataron a ese primer capítulo? Mal, como corresponde. Como a una instancia banal y efectiva de un entretenimiento intrascendente.


A la semana los críticos estaban más o menos arrepentidos de haber agotado sus ingeniosidades perversas en algo tan querible y disfrutable. Más o menos, porque nadie había tomado muy en serio sus críticas, porque las películas eran un éxito y el público las guardaría siempre en su corazón. Pero ellos no lo pudieron evitar y no lo podrían evitar la próxima vez que Indiana se calzara su sombrero. ¿Por qué? Y ¿para qué sirve una crítica de todos modos?


Una crítica sirve o debería servir para separar la paja del trigo. Para informar y orientar a los lectores, para decirles esta película merece verse por tal o cual cosa, o con ésta no vale la pena perder el tiempo, o sí, pero sepa que tiene tal o cual inconveniente. El problema es que en algún momento los críticos comienzan a creerse árbitros del gusto de los demás, iniciadores de tendencias, dictadores irrefutables, dueños de la Razón y de la Verdad. Entonces dejan de informar o analizar y comienzan a adoctrinar, a predicar, a patotear. El ego, la vanidad y la soberbia los vuelve estúpidos. Creen que están a la misma altura o incluso por encima del creador. Craso error, el peor director del mundo, equivocado hasta la masmédula hizo algo. Lo escribió, peleó con su material, lo llevo a cabo. Donde no había nada, ahora hay algo. Puede ser pésimo, pero hay algo. Una obviedad: un crítico no crea, habla sobre lo que otro concibió. Pensar de otro modo es como creerse un chef porque se ha abierto una lata de duraznos y se le agregó dulce de leche.


Y perdón, la verdad sea dicha, la estupidización del crítico es acompañada o permitida por la estupidización del público que lo lee, que cree a pie juntillas lo que fulano escribió o dijo, que lo repite como una verdad revelada y nunca comprueba por cuenta propia la certeza o el acierto de lo leído.


Hay que discutirlo todo. Hay que comprobarlo todo. No hay que dar nada por sentado. No hay que repetir lo que quieren que repitamos, no hay que pensar lo que quieren que pensemos. Rechacemos por principio todo lo que se nos diga. Aceptémoslo o neguémoslo, sólo después de haberlo analizado. Pensemos al fin por nuestra cuenta.


Perdón si me vuelvo estúpido y caigo en el error que denuesto y me pongo a predicar desde el púlpito de mi computadora. Pero en algún momento tenía que enunciarla, modesta y obvia es mi verdad, la que llegué a acuñar en este rincón del barrio del mundo en que me tocó vivir.


Es que aunque me descuide y caiga en ellas, la estupidez y la necedad me sublevan. Aun en algo tan chiquito como la crítica a una película. Aunque quizá la sublevación no sea tan mínima, si no acepto la estupidez y la necedad en lo mínimo, tampoco las aceptaré en lo máximo.


Pero no nos desviemos y volvamos al tema en cuestión. Si les hubiera llevado el apunte a los algunos críticos (otros tuvieron el tino de celebrarlas en su auténtica valía) jamás hubiera visto una película de Indiana Jones. Me hubiera perdido una de las narraciones más entretenidas y divertidas de la historia del cine.


¿Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal es mejor o peor que las anteriores? No lo sé. Es algo muy personal, algunos preferirán la dos, la uno o la cuatro. ¿Está a la altura de las anteriores? Sí. Spielberg y Harrison Ford no hubieran permitido que fuera de otro modo. ¿Son todos los gags igual de logrados? No. Pero ¿en qué película lo son? En ninguna. La eficacia de un gag no se mide tanto por la carcajada que despierta, eso incluso es hasta cultural. Hay sociedades que se ríen de esto y no de aquello y hay sociedades que viceversa. La eficacia de un gag se mide en si me da o no vergüenza ajena. Si no me rio con un gag, pero sí me sonrío, está logrado. Si pongo cara de “¡Por Dios!” y me avergüenzo de estar viéndolo no está logrado. ¿Me pasa esto con algún gag de esta película? ¡No!


Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal se exhibió por primera vez en Cannes, en una función al mediodía. La sala estaba llena de críticos. Spielberg la presentaría. Spielberg, que tenía que entrar por el escenario, entró por la platea. ¿Y cómo se comportaron estos críticos que jamás redondearon una crítica amable o elogiosa para con una película de Spielberg? Como un grupo de adolescentes desesperadas ante un ídolo pop. Gritaban, procuraban llamar su atención para sacarle una foto con sus celulares, los que estaban lejos del pasillo se trepaban a las butacas, los de la pulman aullaban epítetos cariñosos. El cronista de The Guardian de Londres confesó que nunca imaginó que hombres grandes y circunspectos iban a perder la chaveta de ese modo. Y como el pandemonio era general y nadie iba a sonrojarse luego, él también la perdió. ¿La reacción era ilógica? No, nadie nos regaló tantas horas de buen cine como Spielberg. Cada época tiene sus narradores, a nosotros nos tocó él y nunca nos defraudó. Puede que se haya equivocado un par de veces (1941, Siempre), pero es humano.


¿Qué hicieron estos privilegiados señores que tenían la ventaja de ver antes que nadie la película? Ni bien terminó, se quedaron en su asiento para escribir una vez más en sus mini computadoras que una nueva traición a la saga se había perpetrado. Acallada la emoción le hacían pagar a Spielberg el que les devolviera la ingenuidad de la infancia. En privado se reían y se permitían ser adolescentes fanáticas del ídolo, en público se calzaban la máscara de adustos señorones celosos de su exigencia y “objetividad”. Una nueva traición a la sinceridad se había perpetrado.


El lunes 8 de febrero a las 22hs, Cinecanal estrena Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal. Si no la vieron, no se la pierdan. En lo personal siempre le agradeceré a Steven que le haya pagado a Cate Blanchett todos los dólares que pidió. Su villana es lo más divertido que haya visto en mucho tiempo, y está muy hermosa de morocha y con ese corte de pelo. Y Harrison, para la gloria del cine, siempre será Harrison Indiana Ford. A mí me mató el gag de la heladera. Una película tan gozosa como todas y cada una de las anteriores. Un placer, una delicia, una dicha. Reaccionar como los críticos del preestreno o disfrutarla a pata ancha es una decisión que deben tomar ustedes.

Un abrazo,
Gustavo Monteros

La repiten el domingo 14 a las 22hs, el viernes 19 a las 19:45 y el sábado 27 también a las 19:45. Las funciones del 14, del 19 y del 27, están precedidas por las tres anteriores. Para darse una panzada y tararear el tema de John Williams el resto de la semana.

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