viernes, 11 de julio de 2025

Elis - Homem con H



 

Insisto, no es que el género no me guste. Sería una estupidez que no me gustase, algunas de las mejores películas de la historia del cine son biopics. Por ejemplo: Lawrence de Arabia, El toro salvaje o Ed Woods.

 

Pero es muy enojoso como se lo hace hoy. Las películas biográficas contemporáneas responden todas a la misma fórmula, ilustrar una vida recreando más la época y la moda que la vida del retratado.

 

Pocas películas biográficas contemporáneas pueden responder satisfactoriamente a las preguntas de qué nos deja la vida del fulano o la zutana protagonistas o qué sentido tendría hacer la vida de este y no de aquel.

 

Y nada revela más que están hechas en serie, como ristra de chorizos, que las que son sobre cantantes. Siempre hay primero algunas pinceladas sobre la infancia, le siguen el descubrimiento de la vocación y los sinsabores iniciales antes de la consagración, pasamos al éxito anhelado y luego vienen los problemas artísticos (cuando quieren salirse del repertorio que los llevó a la fama y el público, los productores y la crítica se resisten) y los problemas sentimentales (parejas que ven la magia pasional vencida, o que no dan la medida ante la avalancha de fama y fortuna), entonces el artista en cuestión resiente los problemas y los supera y pasa a otra etapa en la que vuelve el triunfo, o no los supera y muere revolcado en la auto conmiseración.

 

Veo una detrás de la otra, dos películas brasileñas sobre ídolos que he admirado y seguido que, a pesar de muchas virtudes expuestas, siguen la fórmula de película biográfica al uso actual. Se trata de Elis (Hugo Prata, 2016) sobre vida de Elis Regina y Homem con H (Esmir Filho) sobre vida de Ney Matogrosso.

 

El inicio de ambas se espeja en la conflictiva relación que tuvieron con sus padres. La juvenil Elis tuvo que liberarse de su padre, su primer representante, para crecer como persona y como artista.

 

La relación de Matogrosso con el suyo fue más problemática. Cuando Ney era niño, el padre procuraba reprimir, incluso con violencia, las inclinaciones artísticas perfiladas. El señor era un militar y Ney decidió superar su influencia siendo un soldado modelo.

 

Después de haberlo logrado, fue como si Ney le dijera: Ya fui como querías que fuera, ahora voy a ser yo a mi propia manera. Y así primero se le dan las artesanías y después cuando casi de casualidad, en un coro, descubre su voz, peculiar como pocas, como de castrato de la vieja ópera, se le da la música.

 

Y crea así, ese ser escénico inclasificable que es tanto hombre como mujer y animal. Y más tarde, cerca del final, la reconciliación con el padre revelará una verdad insospechada.

 

Chapeau, Sr. Padre de Ney, ni toda la militarización adquirida y adherida le impidió reconocer el arte en estado simple y puro. Entre tanto y por todo eso, Ney triunfó medio grandecito.

 

No fue el caso de Elis, la fama le sonrió pronto y su voz fue apreciada y querida de inmediato. Acumulo maridos, triunfos e hijos raudamente.

 

Padeció el gran cambio de las discográficas. En los sesenta y principios de los setenta buscaban y promovían lo nuevo. A fines de los setenta, cuando habían aprendido que, a fuerza de mercadeo, podían dominar el gusto musical de la mayoría, ya no les interesaba vender talento, innovación, calidad, les bastaba con vender productos de fácil acceso al oído general, ejecutados por artistas dóciles que se amoldaban con fidelidad a los estrictos contratos.

 

Elis respiraba innovación y su anhelo de vanguardia la halló mal parada en lo personal. Desarrollo una omnipotencia que su sensibilidad no podía sostener, su perfeccionamiento se agudizó obsesivo y solo se sentía plena en escena.

 

Fuera del escenario no halló nadie que la contuviera y los alivios para la angustia, la droga, el alcohol, la dependencia a relaciones enfermas, le pasaron factura.

 

Y Dios, el azar, el destino o la desgracia nos privaron de una dadora de belleza en su plenitud. Desde entonces atesoramos todo lo que quedó registrado y no dejamos de maravillarnos. Y nos resarcimos con un mito que jamás quisimos. De poder elegir, la querríamos viva, no vigente.

 

Ney Matogrosso enfrentó demonios similares, pero no iguales a los de Elis. La resistencia que enfrentó no fue por la innovación de su música, sino a la libertad de armar y desarmar su personaje escénico.

 

La esencia de su canto y de su figura es libre, sensual, gozosa, doliente, perturbadora, inquieta, inaprensible, mutante. Interpelaba los prejuicios sexuales, estéticos, de conformidad y usanza.

 

Sus relaciones sentimentales de tan fluidas solo pueden calificarse de acuosas. El torbellino escénico que encantaba no se aplacaba en la intimidad. Creaba en el arte y en la vida.

 

La llegada del SIDA cambió sus prioridades, aprendió a cuidar, vigilar sueños, a prodigar ternuras, y a llorar en silencio. Se es libre en escena porque se sabe amar.

 

Y amor con amor se paga. Puede que Elis y Homen con H estén hechos a la usanza de las películas biográficas de estos tiempos, más ilustrativas que reveladoras, más hagiográficas que revisionistas, tan perdonavidas que sus protagonistas son más santos que humanos, con miserias tan en cuentagotas que ya con aparecer son estatuas de dignidad y ética.

 

No es que les falten hallazgos y virtudes a estas dos biografías, aunque están más cerca de los portfolios de las viejas revistas semanales, con sus datitos y recuerdos acompañados de fotos.

 

Si de Lawrence de Arabia, El toro salvaje o Ed Woods se sale con la certeza de que conocemos a esos personajes, no por entero porque es imposible, pero sí lo suficiente como para dar un poco de pudor porque algunos de sus rincones más oscuros fueron iluminados.

 

De estas dos se sale como de leer una efeméride exhaustiva, completamos los datos que no teníamos y nos enteramos de alguna que otra peculiaridad. Eso sí, exudan admiración y respeto por sus retratados. Y los contagian a sus espectadores. Y un acto de amor, pese a sus cortedades, no debe pasar desapercibido.

Gustavo Monteros

viernes, 4 de julio de 2025

Como visto al pasar - Hoy: La venganza


 

Puede algo, un film en este caso, ser fallido y a la vez, pertinente. ¿Es el cielo azul? Y sí.

 

Vogter o La venganza, por estos lados (Gustav Möller, 2024) sin ser una obra maestra impecable nos plantea el para qué de una revancha si no da un cierre o una clausura emocional, nos interroga sobre el sentido y el límite del duelo: ¿acaso termina?, y nos interpela sobre si todos merecen o pueden aspirar a la redención.

 

Eva (Sidse Babett Knudsen) la protagonista de esta historia está para un chiste malo de colmos. ¿Cuál es el colmo de una guardiacárcel (la profesión de Eva)? Tener un hijo prisionero.

 

Y el colmo de este chiste en sí bastante malo es que el pobre chico termina muerto en prisión a manos de otro interno. Algo así como (y sin caer en sobreinterpretaciones) que la profesión de la madre no pudo mantenerlo lejos de la cárcel ni a salvo cuando estuvo adentro.

 

Pero ahora las casualidades de la vida o el capricho del director y coguionista le dan a esta guardiana la oportunidad de resarcirse de ¿la culpa?, ¿el duelo?, ¿la ausencia? El joven que mató a su hijo, Mikkel (Sebastian Bull) viene a cumplir condena en el penal en el que ella trabaja.

 

Y esa es la primera de las muchas improbabilidades que nos tenemos que tragar como a los sapos del dicho.

 

Enunciemos algunos ejemplos. El pasillo al que da la celda de Mikkel quizá tenga una cámara, si no cómo la ve su nuevo jefe, Rami (Dar Salim) cuando ella se queda sola frente a la puerta. (Eso del nuevo jefe viene a cuento porque Eva estaba en un pabellón de presos comunes o recuperables y al ver que Mikkel cae en este penal, pide el traslado al pabellón de presos peligrosos que es dónde lo ponen) Retomo a la suposición de la cámara. Si la hay como tal parece, ¿cómo es que no la filma cuando más adelante se mete a la celda con drogas y un arma para incriminarlo?

 

Rami, después de retarla por haber andado por el pasillo sola, le muestra el expediente de Mikkel en el que hay fotos del cadáver del hijo de Eva, ¿y no figuran en el expediente datos de la madre? En una sociedad tan cuidadosa como la dinamarquesa, ¿no se entrecruzan datos para reducir las posibilidades de riesgo en las prisiones de mezclar a victimarios con víctimas?

 

Cuando en la redada por armas y drogas en las celdas, Eva se extralimita con Mikkel, ¿no hay ni siquiera una medida precautoria para que Eva no vuelva a cruzarse con Mikkel?

 

Como vemos la lógica de la historia se desnaturaliza porque responde más a las preguntas conflictivas que quiere plantear el guion que a la organicidad que se necesita para que una trama se sustente creíble.

 

Así todo el acercamiento posterior entre Mikkel y Eva queda muy endeble y avanza porque dimos por válido lo anterior, sin chistar ni cuestionarlo demasiado.

 

De todos modos, es fácil ir aceptando los reveses pocos creíbles del argumento y ver adonde nos lleva por dos razones. Primero el trabajo de Sidse Babett Knudsen, una actriz magnífica que nunca hace obvias o muy visibles las motivaciones de su personaje y que nos intriga con cada paso que toma. Y segundo, el clima de encierro que sabe crear el director Gustav Möller y que nos atrapa como a sus personajes.

 

Curiosidades. El título original Vogter, en danés, significa “guardián” y por extensión supongo que también guardiana, o sea, refiere a Eva directamente.

 

En inglés eligieron llamarla Sons, es decir, “hijos”, acentuando el rol que las madres tienen respecto del futuro de los dos hijos, el asesino y el asesinado, que quedan equiparados.

 

En España se decidieron por Condenados, subrayando que los personajes son víctimas de un destino que se cumple en el mismo ámbito, en prisión, porque como toda película centrada en un microcosmos, las distinciones sociales tienden a perderse, y la diferencia entre guardianes y condenados se diluye, se uniforma porque estar de un lado u otro de la puerta que se cierra es apenas un detalle, las mismas reglas sujetan a todos.

 

Aquí, en Argentina, se optó por La venganza, deteniéndose en el deseo de infligir en el otro lo que se ha sufrido en carne propia.

 

Cada elección de cómo vender la película eligió un aspecto distinto de la trama, que sin embargo los contiene a todos. Que no haya una propuesta unívoca quizá no sea casual. Como reza el lugar común sobre la Filosofía, las respuestas son menos abarcadoras que las preguntas, dado que estas nunca se dan por respondidas del todo.

Gustavo Monteros