jueves, 26 de septiembre de 2019

El espía


Sacha Baron Cohen nació el 13 de octubre de 1971 en Londres. Después de un buen primario y un mejor secundario, recaló en la Universidad de Cambridge, donde estudió Historia con Niall Ferguson en Christ ‘s College. Su tesis fue sobre la participación judía en el movimiento de derechos civiles. Mientras en Cambridge participó en el Cambridge University Amateur Dramatic Club y estuvo en montajes de Cyrano de Bergerac y El violinista en el tejado.



Después de dejar la universidad, trabajó un tiempo como modelo y después como presentador en un canal de cable. En 1995 Channel 4 inició un concurso de presentadores cómicos, Sacha mandó un tape con un presentador albanés, una temprana versión de Borat. Ganó y después de pasear por varios programas, terminó en The 11 O’clock Show (1998), que mezclaba humor y noticias. Allí desarrolló el personaje del rapero Ali G. Fue tal el éxito que obtuvo su propio show Da Ali G Show (2000). Para este programa habrían de nacer los personajes de Borat y Brüno. En 2003, el show se trasladó a Estados Unidos, pero en 2002 la carrera cinematográfica de Sacha Baron Cohen, bajo la dirección de Mark Mylod,  se había iniciado con Ali G Indahouse.


En el 2006, gracias al cine, obtuvo su consagración internacional. Primero se lo vio con el equipo de Will Ferrell, que incluye como  habitués a John C. Reilly, Paul Rudd, Christina Applegate entre otros, en Talladega Nights, The Ballad of Ricky Bobby, rebautizada para el estreno local como Ricky  Bobby, loco por la velocidad, una parodia a los films de carreras. Dirigió Adam McKay.



Pero fue su proyecto personal el que le dio fama y gloria, la inolvidable Borat: Cultural Learnings of America for Make Benefit Glorious Nation of Kazakhstan. Conocida aquí como Borat: El segundo mejor reportero del glorioso país Kazajistán viaja a América, o más bien, como en todo el mundo: Borat, así, a secas. Borat es un troglodita irresistible, “un reportero de televisión de Kazajistán con una actitud antisemita y misógina que viaja a los Estados Unidos para realizar un supuesto "documental" en el que se ríe de las costumbres estadounidenses. “ Un impresentable que por su desvergüenza no se vuelve detestable. Un auténtico logro cómico, desnuda el mentado enano fascista que algunos llevan dentro sin provocar rechazo, si bien en todo contexto el personaje es francamente repudiable. La dirigió Larry Charles.




En 2007 se da su primera colaboración con Tim Burton, nada más ni nada menos que en la transcripción cinematográfica de la obra musical de Stephen Sondheim: Sweeney Todd, The Demon Barber of Fleet Street, en donde corporizaba al barbero de origen italiano, Pirelli.


En 2009 lleva al cine a otro de sus personajes más característicos surgidos en aquel show inicial que lo puso en el mapa: Brüno, el modelo alemán al que calificarlo como über-gay es quedase corto. Es una farsa feroz al mundo de la moda, y a nuestras adicciones a las dietas, los gimnasios, el uso de cosméticos, la new age, el vegetarianismo y unos cuantos ismos más. La dirigió también Larry Charles.



En 2011 Martin Scorsese lo llama para su Hugo o La invención de Hugo Cabret, en la que interpreta un antipático vigilante de una estación de trenes, secundado por un dóberman e impedido por una pierna protésica. El hombre, claro, como las prostitutas de los cuentos, oculta un corazón de oro que no tarda en relucir.




En 2012 vuelve con otro proyecto personal: El dictador. Dice Wikipedia: “Durante años la República de Wadiya, en el norte de África, ha sido gobernada por el almirante general Haffaz Aladeen (Sacha Baron Cohen), un dictador infantil, lascivo, déspota, misógino, anti-occidental, machista, xenófobo y antisemita que se rodea de guardaespaldas femeninas. Aladeen se niega a permitir que el petróleo Wadiyano sea vendido internacionalmente y está trabajando en el desarrollo de armas nucleares. Después de que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas decide intervenir militarmente, Aladeen viaja a la sede de la ONU en Nueva York para dirigirse al Consejo.”  A partir de aquí solo enredos y problemas. Dirige Larry Charles.


Es también de 2012 su nuevo paso por el musical. Tom Hooper lo dirige en la versión cinematográfica del musical Les miserables. Junto a la inefable Helena Bonham Carter componen a la pareja (temible para empezar a hablar) Thénardier. Deliciosos y sublimes en su maldad. En el fondo unos sobrevivientes inescrupulosos.


En 2013 regresa brevemente a la escudería Will Ferrell y bajo dirección de Adam McKay participa con un cameo de Anchorman 2. The Legend Continues (llamada aquí ¡Al diablo con las noticias!) junto al mencionado Ferrell, Steve Carell, Paul Rudd, Christina Applegate, James Marsden, David Koechner, Greg Kinnear, Fred Willard, Chris Parnell y Kristen Wiig entre otros notables.





En 2016 vuelve a los proyectos personales y coprotagoniza con Mark Strong un más que improbable dúo de hermanos, uno (Strong) es un letal y elegante agente secreto, el otro (Baron Cohen) es un barra brava lleno de hijos y distante de cualquier sentido de elegancia. Una sátira a los filmes de acción con espionaje tipo Misión Imposible o la saga Bourne. La película se llama Grimsby y la dirigió Louis Leterrier.




En 2016 vuelve también a colaborar con Tim Burton en la continuación de las aventuras de Alicia o sea Alicia a través del espejo en el que hace el papel de Tiempo.


Y como le gusta sorprender, en televisión reaparece por partida doble en dos proyectos prácticamente opuestos. En 2018 para la Showtime hace Who is America?, donde despliega su histrionismo cómico. Y en 2019 para la plataforma Netflix hace El espía, donde recrea vida y hazaña de Eli Cohen.





El espía, creada por Gideon Raff, sigue las aventuras de este hombre común que termina por desarrollar un talento extraordinario para el espionaje y consta de seis episodios de estructura clásica, en los que Sacha Baron Cohen hace buen uso y abuso de su talento para los papeles serios.





El espía, como se dijo puede verse en Netflix. Altamente recomendable.


Gustavo Monteros

jueves, 19 de septiembre de 2019

Inconcebible



Unbelieavable, muy bien rebautizada al español como Inconcebible es una serie creada por Susannah Grant, Michael Chabon y Ayelet Waldman que acaba de estrenar Netflix.


Se trata de lo que ahora se llama Policial de procedimiento, o sea de seguimiento del trabajo policial paso a paso. En este caso una seguidilla de violaciones a mujeres que bien podrían deberse a un mismo perpetrador.

En el primer caso, la víctima es una adolescente, Marie (Kaitlyn Dever) a la que por diversos motivos terminan por no creerle y hasta es acusada de falsa denuncia.

El segundo caso nos mostrará el trabajo de la detective Karen Duvall (Merritt Wever) quien por estar casada con otro policía se enterará de la investigación que lleva en un pueblo cercano la detective Grace Rasmussen (la maravillosa Toni Collette). Las dos detectives al cotejar datos concluirán que pueda tratarse de un mismo victimario.

La serie ilustra el tratamiento que se le da a lo que nosotros llamamos cuestiones de género. Y como parte de un realismo llano es curioso ver como los trámites de tan repetitivos se vuelven engorrosos para las víctimas, revictimizadas una y otra vez por un supuesto mecanismo diseñado para protegerlas. El primer episodio solo puede calificarse de kafkiano, parece un pie de página de El proceso.

La serie consta de 8 episodios, y si bien voy por el quinto, me animo a recomendarla porque no creo que descarrile en lo que me queda por ver.

Hay excelencia por todos lados, en el armado de la historia (el azar como en los buenos policiales participa mucho), en el compromiso de las detectives, en la delicadeza del tratamiento del tema y esas cosas que hacen que uno siga viendo algo con ganas hasta el final.

Las tres actrices mencionadas, como el resto del elenco, desbordan talento. Eso sí, si como yo, la ven por Toni Collette, sepan que recién aparece en el final del episodio dos.

Inconcebible puede verse  en Netflix.

Gustavo Monteros

jueves, 12 de septiembre de 2019

Hombres al agua



Hubo una vez un grupo de hombres suecos de mediana edad y de discutible estado físico que se inscribieron por distintos motivos en clases de nado sincronizado. Sin ningún talento especial para la disciplina, pero con mucha voluntad, progresaron. Tanto que terminaron participando en los juegos olímpicos de natación de 2007 y se llevaron medallas.



La peripecia tenía en la marca de su orillo destino de película. Y lo fue nomás, con sus auténticos protagonistas, un documental que se llamó Men who swim (Hombres que nadan, Dylan Williams, 2010)



Una recreación con actores era de esperarse. Tardó en llegar, pero llegó. Y por partida doble, y en el mismo año, una francesa y una inglesa, que se distribuyeron casi simultáneamente.



Ahora la francesa llega a Netflix. Dice estar inspirada, no basada en los hechos reales, de lo que debemos presumir que los conflictos de los personajes fueron dictados por los guionistas según la inspiración.



Son todos ampliamente queribles, francamente simpáticos y por el arte de los actores, los guionistas y el director y no por mandato del género o la producción. Son una manga de perdedores,  algunos alguna vez estuvieron mejor, otros ¡cómo habrá sido su vida! están mejor ahora. De edad mediana, de protuberancias varias y no de las elegantes que salen en las revistas de salud, con un ánimo por el suelo van a parar a nada sincronizado. La entrenadora no les va a la zaga. Lo demás es de esperarse en una feel-good movie (película optimista) Superarán las dificultades y no solo se lucirán, sino que volverán campeones. El quid de la cuestión, o sea la gracia de la película es ¡cómo! De eso, por supuesto, no diremos una palabra.



Gilles Lellouche, que dirigió con ganas y con un elenco sin fisuras, encabezado por el magnífico Mathieu Amalric, que aprovecha que el hueso es jugoso y lo roen con delicia, redondean una desventura que se sigue con mucho agrado y que desata sonrisas varias.


Hombres al agua (originalmente Le grand bain, 2018) puede verse en Netflix, como ya mencionamos.

Gustavo Monteros

jueves, 5 de septiembre de 2019

Un asunto de familia



Como es de esas películas de las que conviene no adelantar mucho para no develar lo que no se debe, recurramos a los datos.


Manbiki kazoku (literalmente quizá Un asunto de familia) conocida en su estreno en la Argentina como Somos una familia, recibió el título de Shoplifters para su distribución en los Estados Unidos. “Shoplifter” es el ratero de tienda, preferente de ramos generales, como un supermercado.


Estos títulos nos autorizan a hablar de dos características entonces: se trata de la conformación y apogeo de un núcleo familiar (como se sabe, ya desde hace tiempo, y gracias a Dios, o no, las familias no se definen por parentesco exclusivamente) que recurre, aunque algunos de sus integrantes trabajan, a “arrebatar” víveres para subsistir.


La dirigió uno de los directores más interesantes del cine contemporáneo (quizá ya un maestro) Hirokazu Kore-eda, del que el cine platense, poco afecto a lo que se salga del pochoclo,  estrenó Soshite chichi ni naru o De tal padre, tal hijo (2013) (que Steven Spielberg baraja rehacer en versión occidental) y Umi yori mo mada fukaku o Después de la tormenta (2016) aparte de la que nos ocupa que como dijimos se conoció como Somos una familia. De este director se espera con ansia su última película, la primera con estrellas occidentales, nada más ni nada menos que Catherine Deneuve, Juliette Binoche e Ethan Hawke entre otros, La verité (La verdad),


Somos una familia / Une affaire de famille / Sholifters / Un affaire di famiglia ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes, edición 2018.


Un asunto de familia puede ahora verse en Netflix y es la recomendación no del mes sino la del año. El cine de Hirokazu Kore-eda es de una humanidad tan flagrante que más que seductor se vuelve hipnótico. Deslumbra siempre porque revela costados insospechados de nuestra condición humana, y como ama vivir, las miserias que encuentra (aquí, entre otras, todas las implicancias de la comparación de las cicatrices) no le parecen un impedimento irremontable para que la vida continúe.


Decirles que es Imperdible es poco.

Gustavo Monteros