jueves, 25 de julio de 2019

Trapped

Ófærð (Trapped) es una serie islandesa creada por Baltasar Kormákur, actor, productor y director de instalada autoridad en el policial que llegó a filmar incluso en los Estados Unidos (Dos armas letales (2 guns, 2003) con Denzel Washington y Mark Wahlberg).


Trapped exhibe las características que aprendimos a apreciar en los policiales nórdicos: complejidad narrativa, personajes bien perfilados con motivaciones oscuras y profundas, aproximaciones a la tragedia griega y una resolución técnica impecable.


El protagonista es Andri Ólafsson, interpretado por Ólafur Darri Ólafsson, un urso de dos metros de presencia habitual en series yanquis como Quarry, The Missing, Emerald City, Lady Dynamite o True Detective y en películas como La increíble vida de Walter Mitty (Ben Stiller, 2014), El buen amigo gigante (Steven Spielberg, 2016) o  Animales Fantásticos: Los crímenes de Grindelwald (David Yates, 2018).


Ya hay dos temporadas disponibles de Trapped. Y como suele suceder con algunas series, la segunda temporada es mucho mejor que la primera, más lograda en todos los aspectos. Algo lógico, los personajes ya están corporizados, el arco narrativo es claro, el estilo ya está definido y se conoce hasta donde se puede ir y que no hacer. Y si bien los personajes principales se repiten y las historias se rozan, la segunda temporada puede seguirse perfectamente sin haber visto la primera.


Trapped puede verse en Netflix y es ineludible para los amantes del policial, los que no lo son pueden también disfrutarla mucho.

Gustavo Monteros

jueves, 18 de julio de 2019

It's Bruno! o Los paseos de Bruno


En un principio It’s Bruno! fue un corto que se hizo notar allá por el 2015. Un hombre y su perro, el tal Bruno, iban de camino al supermercado, pero como el vecindario era Brooklyn, el paseo estaba lleno de alternativas.


Su creador, el proteico Solvan Naim (el hombre en cuestión del dúo humano-perro) supuso que había material como para una serie y logró que Netflix se la produjera a costo limitado, algo así como te doy algo de plata, producila y veamos que sale. Y salió una serie de humor que podríamos definir como extravagante, con personajes muy particulares de manías peculiares. Ya se sabe, en el humor el verosímil es muy distinto al del drama, el disparate y el revés de trama está permitido.


Entre los hallazgos que luce, está el de la duración, unos veinte minutos de promedio, es decir, sigue el formato que el dio origen, el de un corto. Y es ideal para cuando se tiene un ratito o se almuerza o se cena. Yo la vi así como acompañamiento o postre de almuerzos y cenas y la disfruté enormemente.


Solvan Naim, conocido también como Solvan “Slick” Naim es un rapero nacido y criado en Nueva York, tiene ancestros argelinos y se ha destacado también como un cortometrajista de comprobado talento. Su obra más premiada es Stanhole (2015) sobre un adolescente neoyorquino que termina de sicario.


Cuando decidí escribir sobre esta serie, se cernía la amenaza de los Emmys cuyos candidatos se conocerían al día siguiente. Con la clarividencia de una miopía atroz que me caracteriza, supuse que no verían ni la hora en tal premiación y me dije que en esta reseña jugaría con “underdog” que como adjetivo puede traducirse como desvalido, desamparado, pobre, sin chances, perdedor. Pero hete aquí que cuando llegan las nominaciones It’ Bruno! tiene la suya en la categoría “Outstanding Short Form Comedy or Drama Series” y me tuve que guardar el juego de palabras en donde ustedes supongan o dispongan.


La temporada uno de It’s Bruno! (o Los paseos de Bruno) puede verse ahora en Netflix, consta de 8 episodios y si ya tenía antes asegurada la temporada dos, con esto del Emmy por ahí hay hasta más,

Gustavo Monteros


jueves, 11 de julio de 2019

Black Earth Rising


El showrunner, guionista y director inglés Hugo Blick parece haber descubierto una vertiente que no va a parar de explotar hasta secarla. La empezó con The honourable woman (2014) y la sigue ahora con Black Earth Rising (2018).


La fórmula consiste en elegir algún conflicto mundial irreconciliable (Israel-Palestina en The honourable woman) (el genocidio tutsi a manos de los hulus en Ruanda en Black Earth Rising), colocar en el centro de la escena a una mujer (Maggie Gyllenhaal en The honourable woman, Michaela Coel en Black Earth Rising) cercarla de secretos que irá develando de a poco y dar sobre el final un giro sorpresivo.


La cosa le salió bien en The honourable woman porque en la trama había negocios turbios que se prestan siempre para alianzas inesperadas y traiciones de último momento, en cambio a Black Earth Rising que transcurre entre abogados de juicios internacionales se le nota mucho los saltos y las trampas del argumento.


Por ejemplo: un personaje muy importante para la historia muere en circunstancias harto sospechosas y nadie se pregunta quién lo mató y por qué, no, siguen con sus vidas como si tal cosa y cerca del final recién saben quién fue el asesino y dicen algo como ¡Ah! Después el famoso secreto central es postergado más por razones de argumento que por lógica de los personajes. Por política deciden guardarlo, pero humanamente no se entiende por qué no se lo contaron a la interesada desde que era chica y evitarle posibles traumas y listo, no, se lo callan para el momento oportuno en que el argumento lo necesite. Si no se lo analiza mucho, no es traído de los pelos, pero exige una gran postergación de nuestra incredulidad.


De todos modos, creo que debe verse, porque los hallazgos ocasionales son brillantes y porque la protagonista. Michaela Coel es de una belleza rara, única, verdaderamente hipnótica. Sus ojos, tan inmensos como sus labios, parangonan una presencia arrolladora también en talento. Esta miniserie de ocho episodios tiene además la virtud de convertir a un veterano y prostático John Goodman en un galán factible.


Black Earth Rising puede verse en Netflix

Gustavo Monteros

jueves, 4 de julio de 2019

El fin del sueño americano





Y a 17 años de una experiencia en el corto, en 2016 Ewan McGregor debutó en el largo. No se la hizo fácil. Eligió una novela de Philip Roth, American Pastoral, que a la complejidad del tema le suma un largo reparto y es de época. Aquí le pusieron un título revelador de la trama: El fin del sueño americano.


El Sueco Levov (Ewan McGregor) y su esposa Dawn (Jennifer Connelly) son la personificación hecha y derecha del famoso Sueño Americano. Él fue una estrella deportiva en la escuela, fue a la guerra y volvió sin un rasguño, llevó el negocio familiar a nuevas cumbres, es un pequeño Rey Midas. Ella fue una reina de la belleza, con su hermosura y la fuerza de su carácter logra torce el brazo de su suegro y ser aceptada en la familia de su novio. Ellos tienen una hija que es un sol, aunque algo le pasa, de niña tiene  un tartamudeo que no se debe a razones fisiológicas y cuando crece y se convierte en Dakota Fanning, es tentada por los grupos más radicalizados de los sesenta.


McGregor más que contar la historia, la ilustra. A su trabajo le falta rugosidad, espesor. Todo se nombra y se ve más que lo que transmite o se vive. Sin embargo, su labor es bella y fluida y obtiene grandes trabajos actorales.


Jennifer Connelly está espléndida y deslumbra con los innumerables matices con los que abunda su caracterización. Los que me conocen más cercanamente saben que Dakota Fanning no es santo de mi devoción y blanco de cuanto chiste se me ocurra. Sin embargo, debo admitir que aquí está impecable. Las mejores actuaciones son para mí aquellas que uno ve sólidas pero en las que los actores no develaron todas sus trampas, en las que uno si se topara con ellos quisiera averiguar en qué pensaba cuando la armó, qué sentía o qué secreto se guarda. Aquí doña Dakota logra eso, me encantaría preguntarle para ella qué es lo que lleva el personaje a hacer lo que hace.


El único pero del elenco es el propio Ewan, en otra película menos compleja quizá pudiera autodirigirse mejor, aquí solo alcanza la corrección. No es poco, pero suena a poco en lo que nos suele entregar.


De todos modos creo que merece verse, porque el material es bueno y habilita preguntas y discusiones. Si las historias de amor duradero son un misterio irresoluto, las de las frustraciones entre padres e hijos son el colmo de la intriga. ¿Qué se pudo hacer para que lxs hijxs no se fueran tan al carajo? ¿Qué se hizo mal? ¿Se pudo evitar? Ah, si supiera las respuestas sería sabio y rico.


El fin del sueño americano puede verse en Netflix.

Gustavo Monteros