jueves, 25 de octubre de 2018

A royal night out - Un escape real


Respecto de los reyes en general y los de Inglaterra en particular, era un ácrata irredento, en mi imaginación andaba tirándoles bombas a sus carruajes, sus autos, sus carrozas. Mi etapa anarquista terminó cuando me choqué con Peter Morton , primero con La reina (2006) y después con The Crown (2016) y aprendí que Isabel II era algo más que una señora insulsa con cara de nada y peinados ridículos con sombreros inadjetivables  más vestidos chingados y sin gracia.


No, para nada. Es que yo había caído con anterioridad en un pecado muy moderno y muy de moda: la despersonalización, la objetivación de las personas. Eso que nos lleva a olvidar que detrás de cualquier figura pública, hay un ser humano. Feo, lindo, pero humano. Y que no se trata de insultar, de odiar, de despreciar, que es lo que viene cuando se le quitó a la persona pública todo rasgo humano.


Peter Morgan me enseño que puede que Isabel no sea el alma de la fiesta, la más bonita del grupo, la más brillante del salón, la más elegante del evento o la más grácil del baile, aunque sin embargo tenga un humor tosco pero efectivo, un sentido común que raya en lo supremo y una entereza envidiable para cumplir con el rol que el destino le dio. No ser la más ocurrente no la hace la menos atractiva. Esta mujer pasó por cosas con las que muchos solo sueñan. Está bien, está bien, está más cerca de la mercera de la esquina que de Simone de Beauvoir, pero nadie le quita lo bailado.


Ojo, no poco tienen que ver para que le desarrollara una empatía, las dos actrices que la interpretaron en los trabajos de Morgan mencionados: Helen Mirren (La reina) y Claire Foy (The Crown). Ya era un espectador fiel y agradecido de Mirren, ahora soy también un incondicional devoto de Foy, y si bien quiero y respeto a Olivia Coleman que la reemplazará en The Crown, no me resigno a que ya no la veré como Isabel.



A royal night out / Un escape real (Julian Jarrold, 2015) es casi un desprendimiento de The Crown. Estamos en el Día de la Victoria, en 1945. Toda Inglaterra festeja el fin de la guerra. En Londres, a las princesas Elizabeth (o Isabel, para los íntimos) y Margaret (Margarita para los ídem) se les permite asistir a unas galas sin el aparato oficial habitual de escoltas y damas de compañía, un par de oficiales oficiarán de chaperones. No se necesita mucha suspicacia para deducir que deambularán por su cuenta y que vivirán sino aventuras, peripecias muy iluminadoras. Las de Margaret tendrán que ver con fiestas y tugurios y la de Isabel (o Elizabeth) con algo cercano al romance.


Y eso fue lo que ganó de esta película ¿Quién no ha sentido alguna vez al convivir momentos con otra persona el hormigueo de suponer que de no ser quienes fuéramos y tener los compromisos que nos atan, viviríamos la más deslumbrante historia de amor con este alguien?


Sarah Gadon es Elizabeth, Bel Powley es Margaret, las dos son la esencia de la delicia. Emily Watson es la Reina consorte y Rupert Everett es el Rey, los dos son la quintaesencia de la maravilla. Pero es el ascendente Jack Reynor como Jack Hodges, el imprevisto acompañante de Elizabeth (o Isabel para los íntimos) el que se roba los laureles y las miradas. Está perfecto como ese soldadito cansado, irritado y a la vez fascinado por esta compañía regia que le cae del cielo.


Ultra deliciosa, imperdible.


A Royal Night Out / Un escape real puede verse en Netflix. Véanla pronto, hace mucho que está y por ahí la sacan.

Gustavo Monteros

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