jueves, 30 de agosto de 2018
Ozark
Ozark fue una de las mejores sorpresas que nos deparó Netflix la temporada pasada.
Un policial bien negro sobre una hermosa familia tipo que de tipo termina teniendo solo la conformación. Papá es un asesor financiero de la puerta para afuera, porque en realidad lava plata para un importante cartel mexicano y mamá, entre otras cosas, le pone los cuernos. Los dos hijos adolescentes, de la noche a la mañana se ven transplantados desde Chicago a Ozark, un pueblito para vacacionar, en apariencia apacible. ¿Estarán todos a las alturas de las nuevas circunstancias? Claro, si no no habría serie, la cuestión es cómo y hasta dónde.
Los creadores de la serie son Bill Dubuque y Mark Williams y es motorizada por el inquieto Jason Bateman (aquí actor, productor y a veces director), que es secundado por la inmensa Laura Linney como su esposa.
La segunda temporada podrá verse a partir de mañana, 31 de agosto, por Netflix. No me busquen este fin de semana.
Gustavo Monteros
jueves, 23 de agosto de 2018
De cómo me enamoré de Cecilia Suárez
Entré a La Casa de las Flores por prepotencia de
información. La noticia y la publicidad de que a partir de tal día, a tal hora,
iba a estar disponible en Netflix me aparecían por todos los lados. Entré con
desconfianza, pero como una de las ventajas de Netflix es que uno puede salirse
en cuanto algo te aburre o te disgusta y
probar otra cosa, y no volver jamás a la primera, me aventuré. Un nombre
se destacaba del resto, el de Verónica Castro, reina madre indiscutida del
culebrón de México para el mundo, y no era ilógica su presencia porque el
proyecto rumbeaba para el lado del homenaje a tan noble género. No recuerdo
haber visto, seguido o vislumbrado ningún teleteatro con ella, pero como vi
hasta el cansancio una participación suya en un sketch de Alberto Olmedo y
estaba deliciosa, le guardo afecto. Al no sostener prejuicio alguno contra la
Chaparrita protagonista, se me franqueaba más que a otrxs el paseo por la casa.
La propaganda y la
información no me habían engañado, dicha casa es una reformulación u homenaje
al culebrón clásico en clave del primer Almodovar, el de los ochenta. Manolo
Caro, su autor-director-creador, siente una debilidad demasiado manifiesta por
el manchego, debilidad que debería curar fortaleciendo su personalidad y
olvidando a don Pedro. Pero a poco de empezar la serie, no me ganaba el
colorido de las casas, las ropas o los personajes, ni sus leves semejanzas
formales a Amas de casa desesperadas,
primera temporada, con una fantasma de narradora en off, ni que cada capítulo
tuviera el nombre de una flor, por lo que representa en el lenguaje de las
flores (en Amas de casa desesperadas,
los capítulos tenían por título el nombre de una canción de Stephen Sondheim),
no, lo que me ganaba era un personaje en particular, Paulina, aunque a decir verdad era
su forma de hablar la que me hacía recalar en ella y gozar cada vez que entraba
en escena.
En el primer episodio
es la que sabe todos los secretos y la que se las ingenia para, si no
solucionar todos los problemas, capear todos los temporales. Lo bueno, bah, lo
inmejorable es que no había artificio en cómo hablaba, arrastrar palabras con
lentitud se integraba a su personaje con una maestría descollante. ¿De dónde
había salido esta actriz maravillosa? ¿Acaso me la había cruzado antes?
Internet me dijo que sí,
que la había visto, primero en 1999, al inicio de su carrera como integrante
del impecable y sólido elenco de la muy interesante comedia de Antonio Serrano,
Sexo, pudor y lágrimas. Pero si ahora
solo tenía ojos para ella, en Sexo, pudor
y lágrimas solo tuve ojos, como media humanidad que vio esa película, para
Demián Bichir, que no en vano dicha película le abrió las puertas
internacionales, que lo llevó a estar entre los favoritos de directores de
fuste como Tarantino o Ridley Scott, y hasta obtener una nominación para el
Óscar como mejor actor protagónico por el conmovedor padre de Una vida mejor (Chris Weitz, 2011). Y
que la había visto muy brevemente como asistente de Lito en Sense8 (2016-2017), tan breve debe ser
que ni la recuerdo, además Sense8 es
tan de fuegos de artificio, que si no matás o tenés sexo con cuatro o cinco,
pasás desapercibidx. Y que también está en la película que Tommy Lee Jones,
dirigió en 2005 con guión de Guillermo Arriaga, Los tres entierros de Melquíades Estrada, donde tampoco la
recuerdo, pero que es una buena excusa de rever esta película muy buena.
Ah, la chica se llama
Cecilia Suárez y nació el 22 de noviembre de 1971.
¿Qué que me pareció La casa de las flores? No sé, está ella
y por estar ella y hablar como habla me encantó cada segundo que está en
escena. Me enamoré, el entorno pasa a ser bueno, porque ella lo ilumina. Creo
que si no se le pide mucho, entretiene, lo que no es poco.
Pongo su nombre en el
buscador de Netflix para ver en que otras películas disponibles en la
plataforma está. Me da dos dirigidas y escritas también por Manolo Caro: Elvira, te daría mi vida pero la estoy
usando (2014) y La vida inmoral de la
pareja ideal (2016).
Comienzo por la más
antigua, y no solo el título es de una gran belleza Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando (¡Guau!, no en vano
los mexicanos son campeones de los boleros, “te daría mi vida, pero la estoy
usando” ¡Tomá mate!) la película también, pero no de gran belleza porque sea
linda, sino por lo conmovedora. Parte del viejo cuento del que se fue a comprar
cigarrillos y no volvió. Gustavo se llama el sujeto y está casado con Elvira,
atada a su casa por dos hijos chicos, uno de ellos ¡bebé! Pero Elvira no es de
dejarse estar, va a salir a buscar a su Gustavo, a como dé lugar, aunque sepa
pronto por una foto de qué lado viene la balacera, igual necesita verlo con sus
propios ojos, escuchar lo que le tengan que decir, porque ama y cuando se ama,
las medias tintas no bastan. Insisto Manolo Caro debe curarse su obsesión con
Almodóvar, cuando se aleja de su Pedrito surge lo mejor, y que cuando se apega
al español (el chantaje cuando va a vender zapatos, por ejemplo) el devenir se
empantana al divino botón. Pero son reparos muy pequeños, el todo suma y es
excelente. Y cuando se llega a la frase del título, esta se resignifica para no
olvidarla jamás. Altamente recomendable esta Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando.
La otra (La vida inmoral de la pareja ideal) es
más ambiciosa, tiene más personajes y situaciones, pero no es tan lograda…
porque se apega en demasía al modelo Almodóvar. En la búsqueda de una supuesta
originalidad, se despeña por el abismo del artificio, del rebuscamiento, del
manierismo. La situación base es el de una pareja que vivió un romance
adolescente cercano al ideal, pero que no prosperó, y que veinte años después
se reencuentra. Como no quieren dar el brazo a torcer de entrada de que no
hicieron más que esperar al otro, se inventan maridos/mujeres/hijxs y esas
cosas. Dos desenlaces intrigarán al espectador: saber cuándo y cómo se caerán
las máscaras y qué, cómo y por qué se separaron en la adolescencia. Se deja
ver, tiene buenos momentos y entretiene, a pesar de que armado todo el cuento,
haya cosas que no cierran. Eso sí, al lado de Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando pierde por goleada.
Doña Cecilia Suárez
también está en Macho (2016) de
Antonio Serrano (sí, el mismo de la mencionada Sexo, pudor y lágrimas, 1999) con Miguel Rodarte en el protagónico.
Aquí Cecilia toca el segundo violín, o sea es la partener, la que posibilita la
jugada para que el protagonista haga el gol. De todos modos este rol confirma
la amplitud de su talento. Pero antes de adentrarnos brevemente en el
argumento, recalquemos que lo más significativo de Macho es su guionista Sabina Berman, conocida internacionalmente
por su obra teatral Testosterona. Por
aquí se la vio en el verano de 2015 dirigida por Daniel Veronese y
protagonizada por Viviana Saccone y Osmar Núñez y ahora puede vérsela con un
título cambiado,Todo o nada,con Paula
Cancio y Miguel Ángel Solá en los protagónicos. La obra se centra en un juego
de poder entre hombre y mujer por un codiciado puesto de trabajo. Berman
también a principios de este año fue la autora, fotógrafa y la dueña del
concepto de puesta en escena de la obra sobre el poeta Fernando Pessoa y sus múltiples
personalidades: Ejercicios fantásticos
del yo, protagonizada por Gael García Bernal, en su debut en los escenarios
porteños, acompañado por un elenco de lujo, compuesto entre otros por Rita
Cortese, Vanesa González, Fernán Mirás y Martín Slipak, la dirección general
fue de Néstor Valente. Más allá de las muchas virtudes del espectáculo, sufrió
la crisis económica que atravesamos, fue una apuesta importante de producción
que convocó poco público.
En Macho, Sabina Berman juega con las
percepciones sociales y personales de la sexualidad. El diseñador de ropa,
Evaristo Jiménez (Miguel Rodarte) es supuesto gay y admirado por serlo, pero en
realidad es un hétero de lo más batallador. Un crítico quiere desenmascararlo,
entonces su socia, Alba (Cecilia Suárez) lo conminará a que comience un
noviazgo fingido con Sandro (Renato López), el problema es que Sandro es gay de
verdad y no sabe nada del entuerto. Unas cuantas peripecias harán que Evaristo
se enfrente a la posibilidad de ser también gay. El guión es desparejo, hay
situaciones muy bien armadas y otras para nada, gruesas, de cine industrial de
explotación. De todos modos, su protagonista, Miguel Rodarte, es muy talentoso
y carismático y vuelve muy visible el trámite de verla.
La casa de las flores, Elvira, te
daría mi vida pero la estoy usando, La
vida inmoral de una pareja ideal, Sexo,
pudor y lágrimas y Macho pueden
verse en Netflix.
Yo recomiendo
fervientemente que no se pierdan Elvira,
te daría mi vida pero la estoy usando.
Gustavo Monteros
jueves, 16 de agosto de 2018
Mamma Mia! Vamos otra vez
A veces cuesta creer
que los productores sean tan ineptos, más en cuestiones de sentido común, en
las que hasta la mercera de la esquina que tiene menos show-business que monja
de clausura aconsejaría lo contrario. Pero empecemos por el principio.
Mamma mia!, el originario musical londinense, se convirtió en el ejemplo más conspicuo de lo que dio en llamarse el jukebox musical, o sea el que se arma con las canciones más populares de tal cantante o cual grupo. En este caso, como es bien sabido, se basaba en las canciones del grupo pop sueco ABBA, que universalizó durante unos años sus melodías. El argumento no podía ser más endeble, la hija de Donna va a casarse y quiere saber quién es su padre, tiene tres posibles candidatos, porque ni la misma Donna sabe a ciencia cierta cuál de ellos es. Todo viene de a tres. Donna tiene dos amigas con las que integraba un grupo musical, Donna y las Dínamo. La hija de Donna, Sophie tiene también dos amigas incondicionales. Tanto las amigas de Donna como las de Sophie no tienen más vida que la de ser satélites de las mencionadas. El argumento no maneja ninguna subtrama, todo es ultra básico de tan elemental. Uno de los posibles padres, Harry, es homosexual, pero es como quien dice filatelista, porque no mira a nadie, no tiene necesidad de compañeros sexuales o parejas, es tan asexuado como un almohadón. Subrayo estos detalles porque dan cuenta de la superficialidad del esquema dramático. Es más, se supone que Donna es un espíritu libre porque usa “dungarees”, lo que nosotros llamamos “jardinero” y otros países definen como “mono”.
Detalles al margen,
el musical fue un éxito por dos elementos, la híper reconocible y verificable
música de ABBA y una desaforada alegría, como de fiesta dionisíaca, digo, ya
que la acción transcurría en una isla griega. (Se dice que no hubo función de
la versión teatral que no terminara con el público bailando en los pasillos)
10 años después de la transcripción cinematográfica del éxito teatral que significó otro jalón en la carrera de Meryl Streep, los productores deciden hacer una segunda parte y modifican un elemento clave del éxito: la alegría. ¿Cómo? Matando a Donna, que es como matar la gallina de los huevos de oro. Y ¿por qué? ¿Meryl Streep se negaba a repetir el papel? No, vuelve a la franquicia. ¿Meryl Streep pidió una cifra astronómica para reprisar su rol? No sé cuánto pidió, pero aquí está, en versión espíritu en el final del film. Entonces, ¿por qué? Sabrá Dios, los designios de los productores son tan inescrutables como los divinos. Matada la alegría y suplantada por una tierna melancolía, quedaba solo la música de ABBA. En versión Lado B, porque en la Mamma Mia! de 2008, ahora la uno, habían agotado todos los éxitos resonantes. No soy un experto en ABBA y sé que para esta película se compusieron canciones especiales, no sé cuáles son, aunque sospecho que la que canta Meryl al final debe ser nueva, muy bonita por cierto (ojo, puede estar equivocado y dicha canción ser tan vieja como Dancing Queen). Como sea, para esta segunda parte, de las que no usaron en la primera, les quedaron Waterloo y Fernando, y algunas otras que lejos están de ser Guau. Tanto es así que en momentos claves, cuando todo está por caerse por el despeñadero del aburrimiento, vuelven Mama Mia!, y Dancing Queen para apuntalar el esquicio.
En resumen, de los
dos elementos que aseguraron el éxito, a uno lo dinamitan (el personaje de
Donna) y del otro raspan lo que queda del frasco.
Y ¿con qué procuran
llenar el vacío que dejan? Con la historia anterior de Donna, que ya en la uno,
habían pausterizado bastante. Cuando empieza sabemos que no puede decir cuál es
el padre porque eran tiempos de descontrol, de haga el amor y no la guerra, de
la despreocupación pre SIDA, y uno supone que Donna es un auténtico espíritu
libre, pero al rato entran los tres posibles padres, burgueses exitosos y muy
ricos, y la fantasía de la libertad y del descontrol desaparece, y uno supone
con razón que la supuesta lujuria de haber dormido con tres hombres, no a la
vez, pero sí simultáneamente, se debió a algún recreo casual, descontando que
con uno de ellos, el homosexual, fue un acto de piedad o de generosidad. En
tiempos de empoderamiento de la mujer, esta justificación del personaje suena a
conservadurismo retrógrado, y hasta la misma Meryl Streep se pone a siglos de
distancia de los personajes de Kramer
versus Kramer, La amante del teniente
francés o África mía, auténticas
precursoras de la liberación femenina de atavismos patriarcales.
Lo que se sospechaba
en la primera parte, se confirma en esta segunda. Donna se acostó con los tres
casi virginalmente, de tan inocentes y cándidas que son las circunstancias en
las que se dio este sexo muy blanco. Donna joven es interpretada por la omnipresente Lily James, porque en estos últimos tiempos aparece por todos
lados, y enfrenta con demasiado brío canciones horribles y diálogos y
situaciones sin ninguna gracia. La pobre sabe que en el fondo su parte se cae a
pedazos y por eso la actúa como una cocainómana necesitada de una próxima
dosis. En paralelo a cómo llegó Donna a embarazarse de Sophie, vemos a Sophie
embarazada (¡de un varón!, si hay una tercera o cuarta parte tendrá que ser
alrededor de ¡Don!, o sea el fin de esta franquicia matriarca) sola, porque su
pareja encontró un trabajo en Nueva York, y así la vemos secundada por un ex
latin lover, Andy García, en la puesta a nuevo del hotel de Donna para una
reinauguración triunfal, aplazada por una tormenta, que posibilitará que los
que todavía no llegaron, lleguen.
Y cuando todo parecía
perdido, algo de lo que había en el original se recupera. Llegan tres barcos
llenos de gente cantando y bailando Dancing Queen. En la proa del primero el
gran Stellan Skargard, con los brazos abiertos como Kate Winslet en Titanic es sostenido por el glorioso
Colin Firth, en plan Leonardo Di Caprio, y uno no puede evitar sonreír, porque
la intertextualidad siempre es divertida, y en cine, como es medio obvia, no
necesita más que la erudición de haberse expuesto a algunos éxitos masivos.
(Más tarde habrá otra cuando Colin Firth imite algunos pasos del Travolta
febril del sábado por la noche, o cuando en el final-final, Firth, Skarsgard y
el eternamente apuesto Pierce Brosnan aparezcan en uniformes ABBA) Pero la
escena es lograda no solo por la referencia a Titanic, sino porque la enjundia de la hasta ese momento pedestre
coreografía se eleva un poquito, ojo, un poquito, lo que se muestra parece más
a un baile sincronizado en un crucero gay que a un ballet Fosse, pero en
comparación con lo que traíamos ¡es un momento deslumbrante!
Y al ratito nomás
hace su entrada triunfal Cher, que no en vano es Cher, y arrastra su leyenda,
aunque no se pueda mover mucho por el temor a romperse algún hueso (el tiempo
es cruel) y se empareja con un feliz Andy García, encantado de volver a ser un
galán por un instante. Cher canta entonces Fernando y para situarla
históricamente, evocan una revuelta social en México en el 58 (¿se referirán a
la del 68 y se equivocaron?, ¿hubo alguna en el 58?, no sé, no soy un experto
en historia mejicana)
Y como andamos sobre
los finales, en el bautizo del niño, hace su aparición en versión fantasma,
bueno, claro, Meryl Streep. Con dungarees (jardinero, mono) faltaba más, y
Streep no es Streep tampoco al divino botón, y la película alcanza esos
volúmenes emocionales que solo provocan los grandes de raza, entre los que
obviamente está Streep.
Y para recuperar en
algo el ánimo festivo que debió caracterizar a esta franquicia, un final a toda
orquesta con tooooodoooo el elenco, los jóvenes y sus versiones mayores, y uno
vuelve a preguntarse para qué mataron a Donna, a la que interpretada por Meryl Streep, podrían haber vuelto a
reunir con Cher, como en la lejana Silkwood
(Mike Nichols, 1983)y darles como madre e hija algunas líneas ingeniosas. Todo
pudo haber girado alegremente sobre los roles maternos, Cher, se supone que es
la díscola madre de Streep, a su vez muy cuestionada en su rol maternal por el hermoso
retoño corporizado por la divina Amanda Seyfried. No sé, quizá el afán de hacer
solo plata termine por estupidizar a los productores.
Ah, aunque no del
todo desarrolladas con felicidad, son buenas las intervenciones del aduanero
que confronta las fotos del pasaporte con la apariencia actual de los
portadores y la dueña de la taberna que no se calla nada, y su hijo líder de un
grupo musical discutible. Poco, muy poco, pero peor, es nada. Bah, a veces es
mejor nada, que un bodrio evitable.
Dirigió (es una
manera de decir) Ol Parker.
Gustavo Monteros
jueves, 9 de agosto de 2018
The Principal
Ya recomendé dos maestros en Netflix (Rita y Merlí), es turno de que recomiende un director: The Principal, serie australiana de cuatro episodios, realizada en el 2015.
Matt (el premiado Alex Dimitriades) un profesor de historia es ascendido a director de una escuela con antecedentes de violencia. Matt quiere cambiar esto, pero sus intentos hallan el escepticismo de algunos sectores y la hostilidad de algunos colegas. Cuando parece que Matt algo está logrando, un estudiante de 17 años es hallado muerto en el jardín de la escuela.
La serie trata temas tan modernos como de permanente y candente actualidad, a saber, el acoso escolar, la exclusión social, el racismo o la discriminación sexual. A decir verdad es atrapante y es ideal para los seguidores de la intriga, el suspenso y la acción.
Gustavo Monteros
Matt (el premiado Alex Dimitriades) un profesor de historia es ascendido a director de una escuela con antecedentes de violencia. Matt quiere cambiar esto, pero sus intentos hallan el escepticismo de algunos sectores y la hostilidad de algunos colegas. Cuando parece que Matt algo está logrando, un estudiante de 17 años es hallado muerto en el jardín de la escuela.
La serie trata temas tan modernos como de permanente y candente actualidad, a saber, el acoso escolar, la exclusión social, el racismo o la discriminación sexual. A decir verdad es atrapante y es ideal para los seguidores de la intriga, el suspenso y la acción.
Gustavo Monteros
jueves, 2 de agosto de 2018
River
Si tenés Netflix, te gustan los policiales y todavía no viste River, no te la pierdas. Porque es así, lisa y llanamente imperdible.
Gustavo Monteros
Gustavo Monteros
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