jueves, 26 de julio de 2018

Barbra inicia



Si la carrera de un artista es larga, atravesará varias etapas. Y uno, en cuanto espectador o admirador, puede que sea fiel a ese artista, pero no se deleitará de igual modo con todas sus etapas. Algunas le gustarán más que otra. Por suerte, la carrera de Barbra Streisand es larga, soy parcial a su talento, pero no todas sus etapas me entusiasman por igual. Su ascenso y consolidación son los que más me atrapan. Difiero sobre lo que vino después, sus éxitos más resonantes, su disco con Barry Gibb, por ejemplo, la universalizaron, pero a mí no me mueven el amperímetro.


Streisand saltó a la fama en Broadway el 10 de marzo de 1964 con el estreno de Funny Girl, comedia musical sobre el triunfo artístico y el fracaso amoroso de la actriz Fanny Brice. La obra tendría 1348 representaciones, bajaría de cartel el 1 de julio de 1967 y sería llevada al cine por William Wyler en 1968 y Streisand se consagraría definitivamente al ganar el Óscar a la mejor actriz protagónica de ese año (en ex-aequo (en igual mérito) con Katherine Hepburn por El león en invierno.)


Funny Girl fue un éxito de proporciones, un “nace una estrella” total. Pero por más ganas que se tengan, no todos pueden ir al teatro y conocer a la figura de la que todos hablan. Para paliar esta necesidad están los discos y la televisión. Apareció como invitada en los shows televisivos más importantes y mientras estuvo en cartel Funny Girl grabó dos discos por año. Ascendía, consolidaba su fama y por sobre todo construía su “marca”.


Quizá Sarah Bernhardt y Eleonora Dusse fueron las primeras artistas de la modernidad en transformar su imagen primero en “marca” y después en “ícono”. ¿Qué es hacer una “marca”? Algo como el logo de la Coca-Cola, pero con la imagen que proyectamos, la ropa, el peinado, la manera de pararnos, movernos o hablar, que haya un elemento intransferible y único que subsista a los cambios de modas o edad, que siempre que se nos vea, la gente diga sin dudar es fulano o es mengana, o sea la conversión en ícono. Hollywood lo comprendió y usó la técnica marca-ícono, pero no todas las estrellas se preocuparon por consolidarla cuando los estudios se desprendieron de ellas. Algunas si, Marlene Dietrich, por ejemplo, aunque Marlene ya traía de chica esa ambición de perdurar en ícono. Entre las actrices un poco más cercanas en el tiempo, Liza Minnelli y Diane Keaton construyeron su imagen icónica, y entre las nuestras, el ejemplo indiscutible es Nacha Guevara, y ahora le pisa los talones Natalia Oreiro. Y, claro, quien nos ocupa, Barbra Streisand.




En la construcción de su marca tuvieron particular importancia sus primeros especiales para televisión, y al ratito la película de Wyler que determinó cómo se filma un musical Streisand, con grúas que subrayan los artificios vocales y tomas panorámicas desde aviones o helicópteros para los sostenidos finales.


Todo esto viene a cuento porque Netflix acaba de subir estos primeros especiales para televisión. Para atestiguar cómo Streisand construyó su imagen-marca tanto musical, visual, de look, desenvolvimiento y tamaño de uñas, recomiendo verlos cronológicamente.


Entonces el primero sería: My name is Barbra (1965)
El segundo: Color me Barbra (1966)
El tercero: A happening in Central Park (1966)
Y el cuarto (mi favorito) Barbra Streisand and Other Musical Instruments (1973)





Ah, Netflix tiene también el cierre de la gira de 2017 que se llama Barbra: The Music, The Mem’ries, The Magic!, en donde se ve no solo el ícono sino también como el mito que construyó con música y cine se celebra a sí mismo, y como su público incondicional (no pertenezco a esa categoría, como la dije soy su fiel pero no su incondicional) celebra los años compartidos con ella. Emociona verlos recordar la primera vez que oyeron tal canción o vieron tal película. Y sí, se envejece con las estrellas, y las estrellas que elegimos quedan asociadas a fuego a momentos de la vida. Puede que nosotros no construyamos una marca, pero al definir nuestros gustos musicales o cinematográficos nos perfilamos, y ese perfil se queda con nosotros, y nos es más fiel que parejas, hijos o mascotas. Parafraseo a la Biblia y digo: Todo pasa, pero la canción elegida no…

Gustavo Monteros



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