jueves, 29 de marzo de 2018
Ready Player One
Esta semana celebramos el regreso de Steven Spielberg al cine de aventuras. Si la vemos este fin de semana, se lo contaremos. Si la ve antes, cuente. ¡Felices Pascuas!
jueves, 22 de marzo de 2018
¡Ave, César! ¡Salve, César!, Hail, Caesar! o como sea, pero véase
"Hubo una vez una ciudad llamada Hollywood que fabricaba literalmente sueños. No contradecía o subvertía la realidad sino que la ensalzaba, la enaltecía, la magnificaba, la embellecía, bah, para que eso que llamamos vida empalideciera ante el contraste. Esa fantasía se llamó cine y ya no existe. Evolucionó, transmutó, se adaptó, pero la magia se perdió. Los hermanos Coen, cinéfilos empedernidos como pocos, homenajean en ¡Salve, César! a ese tiempo en que las películas eran películas.
Estamos a principios de los años cincuenta, en los últimos años de producción en serie de los grandes estudios. Eddie Mannix (Josh Brolin) no solo es el jefe de producción del estudio sino también un fixer, o sea un facilitador de soluciones para diversos tipos de problemas que traen las estrellas o las películas. Atestiguaremos 27 horas de su vida, en las que evita que una estrellita en ascenso empañe su carrera con pornografía, les haga verónicas a dos hermanas periodistas, Thora y Thessaly Tacker (Tilda Swinton) que se dedican a los chismes y que podrían boicotear la película más importante que encaran en ese momento, ¡Salve, César!, una épica con romanos, sandalias y el mismísimo Cristo, empeñándose en contar intimidades de su estrella, Baird Whitlock (George Clooney), hallar el modo de que Deanna Moran (Scarlett Johansson) no sea madre soltera, mediar ante el temperamental director Laurence Laurentz (Ralph Fiennes) desesperado porque le impusieron a la estrella de westerns, Hobie Doyle (Alden Ehrenreich) para que estelarizara una comedia dramática sofisticada que le queda muy por encima de sus posibilidades actorales, y más tarde resolver el secuestro de Baird Withlock a manos de… eso, mejor no contarlo. Todo mientras decide si aceptar el puesto, en apariencia mucho menos conflictivo, que le ofrece una aeronáutica y mientras ve o supervisa filmaciones que incluyen la mencionada comedia dramática sofisticada, un western abiertamente B, una coreografía acuática al estilo Esther Williams, y otra con marineros a la manera de Gene Kelly, con la que Channing Tatum se anota entre los grandes bailarines del cine.
Es la película más amable de toda la carrera de los hermanos Coen, no tiene uno sino ¡dos! personajes “buenos”, el humor va desde gruesos gags y chistes de doble sentido hasta finísimas ironías, y el destino es menos cruel que en otras ocasiones con sus “víctimas”. Por supuesto, como en todo film de los hermanos Coen, está implícita una reflexión sobre si somos hacedores de nuestro futuro o si somos apenas juguetes de los dioses o de un Dios, viejo, barbudo e inmisericorde. Para esto, préstele especial atención a “aquello que se resuelve solo” y la supuesta culpa por hacer lo que gusta.
Todos los actores, desde las más encumbradas estrellas al último de los extras están magníficos, pero es imposible no destacar las cumbres de histrionismos a las que llega George Clooney y el catálogo de virtudes que exhibe un hasta hace poco desconocido Alden Ehrenreich, el hombre canta, arma su singing cowboy hasta los últimos detalles y hasta ¡hace acrobacias con un lazo!
Por supuesto, también, hay constantes referencias a figuras, directores y películas del cine clásico, para no enturbiar la diversión, hice un glosario aparte, al que se recomienda recurrir una vez vista la película.
En resumen, para los que nos criamos y nos educamos viendo clásicos hollywoodenses en los viejos cines de cruce y la televisión de cinco canales, es de gozosa visión obligatoria. Recuperamos, con toda delicia, los modismos y mañas de aquellos géneros que terminamos por venerar. Para los que no tuvieron nuestra suerte, ¡Salve, César! puede obrar como introducción a una época dorada sobre la que sin duda recibieron nostálgicos peroratas. Además como no hay parodia ni sátira, sino una recreación respetuosa, no se precisa conocimiento alguno para degustar este deleite. La falta de cinismo se nota, por ejemplo, en el número musical de Channing Tatum; se resignifica sobre el final con total naturalidad, porque está hecho con la blancura y la inocencia con que se hacían algunas cosas en aquella época."
Gustavo Monteros
jueves, 15 de marzo de 2018
El hilo fantasma
El hilo fantasma se centra en el viejo y querido tema del juego de
poder en una pareja, el choque de voluntades, el equilibrio o el desequilibrio
de quien lidera y quien sigue. Paul Thomas Anderson (Boogie Nights/Noches de placer, 1997, Magnolia, 1999, Punch-Drunk Love/Embriagado de amor, 2002, There will be blood/Petróleo sangriento, 2007, The master, 2012, Inherent
Vice/Vicio propio, 2014) elige ambientar su cuento en el mundo de la alta
costura a principios de los años cincuenta. Su personaje principal Reynolds
Woodcock se inspira, según confesión de partes, en Cristóbal Balenciaga,
misterioso creador (nunca concedió una entrevista) casi un recluso. La casa
donde transcurre gran parte de la acción se basa en la que tuvo Charles James,
el gran couturier estadounidense y algunos vestidos y trajes transitan The New
Look de Christian Dior, su glamorosa reacción de 1947 a las pasadas
restricciones sufridas durante la Segunda Guerra.
Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) vive abstraído en su creación, su hermana
Cyrill (Lesley Manville) maneja los aspectos prácticos del negocio y hasta los
desvíos sentimentales, ya que es la que se ocupa de “despedir” con un cheque y
un vestido a la amante pasada de moda, valga la obvia metáfora. En un descanso
en el campo, conocerá en un restaurant a una mesera, Alma (Vicky Krieps) que
será su nuevo amor y que procurará revolucionar una vida cerrada en férreas
rutinas.
Paul Thomas Anderson declaró en una entrevista con The
New York Times. “En mi experiencia y en las experiencias que he visto en la
gente que me rodea, los cambios en la situación de poder en una relación nunca
tienen fin. (...) Es algo natural para todos aquellos que deciden compartir su
vida con otra persona. En la película, simplemente llevamos el volumen a 10 como
forma de destacarlo y subrayarlo”. Detengámonos en esto de subir el volumen a
10, algo que bien podría definir no solo su estilo sino su método de trabajo.
En lo personal, esta vez, el planteo y el desarrollo me resultaron embriagadores y fascinantes, pero el final, perdón, me pareció una boutade, que según la Real Academia Española es una “Intervención pretendidamente ingeniosa, destinada por lo común a impresionar.” No, no expresa del todo lo que quiero decir, creo que “disparate” está más cerca. Si Strindberg es el campeón de las pujas matrimoniales de voluntades, este final es un Strindberg sadomasoquista tamizado a puro glamour. No solo exige la suspensión de la incredulidad, sino un salto de fe a que tomemos por verosímil un absurdo irredimible. Si obviamos el final, lo demás es muy placentero y elocuente.
Se supone que es el último trabajo de Daniel Day-Lewis,
que ha anunciado su retiro de la actuación. Ojalá no sea así, es de los
imprescindibles, aquí ratifica una vez más su inmenso talento. Lesley Manville,
como la hermana omnipresente, dibuja un personaje apasionante, lleno de
dobleces y matices. Vicky Krieps convierte a su Alma en una consorte a la
altura de Day-Lewis, y no hay elogio mayor que pueda prodigársele.
Gustavo Monteros
jueves, 8 de marzo de 2018
Yo soy Tonya
La historia detrás de
Yo soy Tonya para los estadounidenses
es tan conocida como por aquí lo son las de Moria con medio mundo o los
escándalos alrededor de Diego, el único. En cambio, nosotros (o al menos yo) no
sabemos nada de lo que pasó entre Tonya Harding y Nancy Kerrigan, lo que nos
conviene como espectadores, ya que todo lo que acontece nos tomará de sorpresa.
Razón por la cual contaré lo menos posible.
Yo soy Tonya se basa en hechos reales pero no cae, gracias a Dios,
en ninguna de las estupideces habituales de la biopic al pochoclo con las que
el Hollywood contemporáneo nos golpea semana a semana. No, tiene un punto de vista,
criterio propio, juega con los elementos del documental y tiene mucho humor. El
tema daba para un dramón de proporciones, pero en sintonía con la dureza de sus
protagonistas, se eligió el tono de un humor salvaje.
Yo soy Tonya transcurre en el mundo del patinaje artístico y se
centra en la competencia feroz de Tanya Harding, una chica recia, mal hablada, con
menos roce que un cactus y tan refinada como una lija, de clase baja y
orgullosa de serlo y Nancy Kerrigan, una
chica femenina, de buen gusto, modosita y de clase media alta y orgullosa de
serlo.
Yo soy Tonya cuenta con una media docena de personajes fascinantes,
pero dos se llevan todas las palmas. La madre de Tonya (la justamente premiada
Allison Janney) es lo que en cierta jerga norteamericana se define como una pretty tough cookie o sea una señora de
armas tomar. Esta señora de nombre LaVona deja a la legendaria mamá Rose de Gypsy a la altura de Jacinta
Pichimahuida… en su día más dulce. Y Tonya (la sencillamente fabulosa Margot
Robbie) es una badass, o sea una
guarra, una aguerrida indomable. Y si decimos que entre ellas hay una relación
de amor-odio, es el eufemismo del siglo. Hemos visto cientos de relaciones de
amor-odio entre madres e hijas, pero esta es de una ferocidad temible, que
vista con humor se vuelve irresistiblemente deliciosa, valga el sadismo
implícito del comentario.
Yo soy Tonya en mi opinión, más que una historia de ascenso y
caída, es la de la suprema ironía que un gran talento caiga en cuerpo de quien
no puede manejarlo, porque Tonya es una patinadora de un talento innato e
irrepetible, hasta puede hacer el triple Axel, un salto con un giro infinito
antes de volver al hielo.
Todos los personajes
están actuados con gloria y honor y merecen la honra sin par, pero la mamá que
hace Allison Janney, merece todos y cada uno de los premios que recibió. Y si
bien Margot Robbie obtuvo iguales nominaciones, aunque se quedó con los sobres
y las fotos, porque en la temporada de premios todos se enamoraron de esa otra badass que hizo la gran Frances
McDormant en Tres anuncios por un crimen,
compone una Tonya i-nol-vi-da-ble, por momentos odiosa, pero a la que
terminamos por amar. (Bueno, algún que otro premio ligó pero eran de los
equivalentes a la Asociación de Críticos de Calamuchita Oeste, nada que ver con
las grandes ligas del Óscar, Globo de oro, BAFTA y esas pulgas)
Al margen de los
actores, en guión y dirección hay gente con antecedentes que dan envidia.
El guionista es Steve
Rogers que inició su carrera en una nota menor con Vientos de esperanza (Hope
floats, 1998, dirección de Forest Whitaker) romance mantenido a flote por
la inhundible Sandra Bullock acompañada en esa ocasión por el cantante/actor
Harry Connick Jr., la siguiente fue un melodrama tan lacrimógeno como efectivo
de Quédate a mi lado (Stepmom, 1998 con dirección de Chris
Columbus, con las siempre fabulosas Julia Roberts y Susan Sarandon, continuó
con otro romance, esta vez delicioso, el de Kate
& Leopold (2001, con dirección de James Mangold) y protagónico de los
carismáticos Meg Ryan y Hugh Jackman, una película a descubrir, porque pasó
injustamente desapercibida, y como le salían bien los romances, se despachó con
otro, Postdata, te amo (P.S. I love you, 2007, dirección de
Richard LaGravenese) para la pareja de la doblemente oscarizada Hilary Swank y
el galán recio de voz grave de Gerald Butler, y antes de Yo soy Tonya, una grata sorpresa navideña, género ñoño por
excelencia, la ácida y brillante Navidad
con los Cooper (Love the Coopers,
2015, con dirección de Jessie Nelson y un elenco de notables, Diane Keaton,
John Goodman, Marisa Tomei, Alan Arkin, Amanda Seyfried, Olivia Wilde y con el ahora
famoso Timothée Chalamet, entre otros, para esta comedia coral con situaciones
y líneas muy logradas.
El director es el
australiano Craig Gillespie que arrancó su carrera en 2007 con Enemigo en casa (Mr Woodcock) vehículo de lucimiento para Billy Bob Thornton,
acompañado por Susan Sarandon y Sean William Scott, siguió también en 2007con
su obra más recordada y estimada (adjetivos que Soy Tonya disputará) Lars y
la chica real con un delicioso Ryan Gosling acompañado por Emily Mortimer y
Patricia Clarkson entre otros, en 2011 reprisó una de vampiros Noche de miedo (Fright night) con los geniales Colin Farrell, Toni Collette, David
Tennant entre otros talentosos, en 2014 hizo una de deportes para Disney, Un golpe de talento (Million dollar arm) con Jon Hamm,
secundado por Lake Bell, Alan Arkin y el recordado Bill Paxton entre otros
notables, en 2015 hizo una de cine catástrofe con afortunado buen desenlace, Horas contadas (The finest hours) para un largo elenco con Chris Pine, Casey
Affleck, Ben Foster y Eric Bana a la cabeza y ahora esta maravillosa Yo soy Tonya.
No andemos con más
vueltas, repitamos el viejo chiste y definámosla en dos palabras: im-perdible.
Gustavo Monteros
jueves, 1 de marzo de 2018
Lady Bird
Siempre se dice que
todo adulto tiene un niño oculto que sale a la luz a la menor oportunidad. Mi
reacción ante las películas de inicio a la madurez (las coming-of-age)que últimamente
me apasionan, me lleva a pensar que más que un niño tenemos un adolescente. Esa
edad tan difícil en la que nos negamos a dejar las protectoras maravillas de la
niñez y menos a adentrarnos a los desencantos de la supuesta madurez. Para no
ser consumados boludos a pedal terminamos por actuar como si hubiéramos
alcanzado la adultez, pero en realidad, en secreto, extendemos la adolescencia
hasta la eternidad.
Lady Bird trata del pasaje a la adultez de una adolescente (Saooirse Ronan) en
Sacramento. La vemos en su último año de la secundaria en una escuela católica.
La vemos pelear con su madre,(Laurie Metcalf) una señora que trabaja a destajo porque es la
que para la olla; la vemos entenderse con su padre, (Tracy Letts) un hombre que
tras mucha amabilidad tapa una depresión machaza; la vemos también iniciarse en
el amor, (Timothée Chalemet, Lucas Hedges) que como todos sabemos no es algo unívoco; y la vemos participar en el
musical que preparan en la escuela
(¡Dios bendiga a la autora/directora), que no es otro que un Sondheim
genial, Merrily we roll along.
Segunda película como
directora de la actriz, Greta Gerwig, ha logrado encantar a públicos y críticos
y se ha colado en varias premiaciones, con toda razón. Es de esas películas de la que nos enamoramos
y que terminamos por ver a repetición cada vez que nos quedamos sin opciones.
El elenco es sencillamente maravilloso.
Si no la ve hoy, véala
mañana, pero véala, es de las imperdibles.
Gustavo Monteros
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