viernes, 31 de marzo de 2017

El peso de la ley

Voy a hacer una excepción. En alguna crónica pasada declaré que no escribiría sobre películas argentinas porque no perdía la esperanza de participar de alguna y no quería que, llegado por fin el caso, se me reprochara un comentario trasnochado. Pero hoy hablaré de El peso de la ley con libertad y sin renuencias por la sencilla razón que no tengo nada malo que decir de ella.


La veo en una función del Espacio Incaa en el cine Gaumont de Buenos Aires, de cara a la Plaza Congreso. Es en la sala 1 que parece inmensa para albergar a la cincuentena de espectadores que somos. Terminada la proyección se da una tímida salva de aplausos, que se vuelve cálida porque nos sumamos casi todos. Camino a la salida, escucho que una espectadora le preguntaba a la chica, que había entrado con escoba y palita para adecentar otra vez el lugar, si alguna vez la sala se había llenado con esta película. A la señora le resultaba increíble que una película tan buena no convocara multitudes.


Camino del subte, que me llevará a Retiro, repaso mentalmente las reviews que leí sobre la película. Desacuerdo fervientemente con ellas. Una vez en casa, entro a la página argentina equivalente a Rotten Tomatoes, o sea, que rejunta todas, o casi todas, o más o menos todas las críticas publicadas sobre tal o cual film. Veo que los mismos motivos derivan en elogios o descalificaciones. Ratifican mi creencia de la inutilidad de las críticas. Lo mejor que uno puede hacer es describir lo que la película nos despertó y confiar que esto le sirva como orientación a los probables espectadores. Ponerse por encima de lo se ve y levantar el dedito para calificar o bajar línea es tan anacrónico como un dinosaurio en la Revolución Francesa.


El peso de la ley, como su título lo indica, viene de abogados y sus casos. Y es el debut como director del actor Fernán Mirás. En una nota del diario La Capital de Mar del Plata hallo lo siguiente (quien habla es el coguionista Roberto Gispert): “La historia la escribimos con Fernán, está basada en un expediente real, que utilicé para recibirme (de abogado) y cuyo hecho ocurrió en un pueblo del interior”, agregó Gispert, quien contó que el filme se sostiene “en el humor negro” para narrar una historia que ocurre en 1983, a poco de que termine la dictadura cívico militar. “No caímos en mostrar hechos escabrosos ni escatológicos, es un filme sobre las luchas intestinas que se viven en el poder judicial”, agregó Gispert. (…)  Según el coguionista, motivó el filme un expediente que, de tan absurdo, los abogados se lo pasaban entre ellos como un chiste. Pero hubo personas que padecieron las decisiones de ese expediente, seguramente por las condiciones sociales a las que pertenecían.


De un lado tenemos a Gloria Soriano (Paola Barrientos), una abogada a la que le toca defender al Gringo (Daniel Lambertini) acusado de violar al idiota del pueblo, Mamfredo (Fernán Mirás), la fiscal del caso Mercedes Rivas (María Onetto) fue profesora de Gloria. El expediente es casi un chiste de mal gusto de tan precario y prejuicioso. Darío Grandinetti será el juez, personaje comprometido en el caso por más de un aspecto.


Los detractores del film insisten con que el tratamiento del tema es enfático, los personajes está subrayados y que el contenido es discursivo. Los defensores damos vuelta esos argumentos y decimos que no hay énfasis sino voluntad de claridad, no hay personajes subrayados sino caracterizaciones claras y que el contenido no es discursivo sino elocuente. Eso sí, todos coincidimos en que la historia es muy atrayente y que las actuaciones son excelentes.


Yo, ya es obvio, milito en las filas de los defensores de un film, que me pareció lisa y llanamente el mejor que he visto este año hasta la fecha. Por su audacia, por sus logros, por su historia, por volver inolvidables a sus personajes. (Y porque antes de los títulos finales reconocí las locaciones necochenses utilizadas)


En resumen, asúmase como juez de este film impar y emita sentencia. (Se exhibe en el Cinema Paradiso en solo dos horarios, uno muy cómodo: 18:40 y otro no tanto: 23:05, incluso a pesar de esta incomodidad, no se lo pierda)


Gustavo Monteros

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