jueves, 24 de noviembre de 2016

Crímenes y virtudes

Adhiero en Facebook a una página de cinéfilos empedernidos que un buen día suben una foto de Ingmar Bergman en plena faena de dirección a Ingrid Bergman y Liv Ullman en Sonata otoñal. La  replico y por hacerme el gracioso pongo: Te extraño, Ingmar, la angustia existencial no es la misma sin vos. Y como si mi tonta formulación hubiera sido una plegaria, casi desde la nada, se estrena una película que la responde. Y con creces.


Crímenes y virtudes (Anesthesia, 2015) de Tim Blake Nelson es muchas cosas, pero por sobre todo, un estudio de la angustia que provoca la existencia. Comienza con un hecho de sangre, después vamos hacia atrás y comprobaremos cómo se entrelazan las vidas de muchos y variados personajes.


Tenemos a Walter Zarrow (Sam Waterson) un importante profesor de filosofía de la Universidad de Columbia a punto de jubilarse, casado con Marcia (la siempre luminosa Glen Close). Son los padres de Adam (Tim Blake Nelson) cuya esposa Jill (Jessica Hecht) quizá tenga cáncer, los hijos de ambos también tienen lo suyo, Ella (Hannah Marks) anda por esa etapa de la adolescencia en que se cuestiona a la madre, y a la suya no va que le pasa esto de la enfermedad, y Hal (Ben Konigsberg) de aguda inteligencia, y a punto de desentrañar los misterios del sexo. Por otro lado tenemos a Joe (K Todd Freeman) un adicto a la heroína, arrastrado a la rehabilitación por Jeffrey (Michael Kenneth Williams) un entrañable amigo de la infancia. Mientras que una hermosa mujer, Sarah (Gretchen Mol) ahoga en vino, para preocupación de sus hijas pequeñas, la casi certeza de que le meten los cuernos. Y en otra parte de la ciudad, Sam (Corey Stoll) procura disfrutar sin culpa unos días de profuso sexo con una longilínea inglesa, Nicole (Mickey Summer). And last, pero todo menos least, una estudiante aventajada del profesor Zarrow, Sophie (la siempre excelente Kristen Stewart) descubre que nunca su yo es más yo que cuando se autoflagela con un alisador de cabellos.


De cómo todas estas historias confluyen directa o indirectamente en el hecho de sangre es el eje de la película, y es esta su única debilidad: cuando el rompecabezas se arma, se nota que algunas piezas fueron violentadas para que calcen bien, es decir, el armado luce demasiado rígido, mecánico incluso. A la larga importa poco o nada, dado que cada escena está estructurada con talento y dialogada y actuada como los dioses. Este largometraje es como un collar de impecables cortometrajes, el collar puede tener engarces defectuosos, pero cada perla es bella y genuina.
La escribió y dirigió el actor Tim Blake Nelson, recordado por ser el tercer protagonista de ¿Dónde estás, hermano?, 2000, de los hermanos Coen, junto a George Clooney y John Turturro.


Sigo extrañando a Bergman, un irreemplazable si los hay, pero que sus temas vuelvan en excelente forma siempre es bienvenido. No es que la angustia existencial se haya perdido en la superficialidad de estos tiempos, es solo que ya no urge contarla como antes, las libertades sexuales y sociales adquiridas han hecho más romo su filo.

Gustavo Monteros

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