Dado que las novelas mayores de Jane Austen (Sensatez y sentimientos, Orgullo y prejucio,
Mansfield Park, Emma, La abadía de Northanger, Persuasión) ya tienen su
correlato audiovisual en cine, teatro y televisión (en algunos casos, más de
una vez) es hora de que los relatos menores, en tamaño y logros, hallen el
suyo. Puesto, además que sus tramas, entre otras cosas, se centren en el
apareamiento perfecto, comienza a darse el perfecto maridaje entre material y
director. Pero vayamos por partes.
Amor y amistad se basa en una novela corta primeriza de Jane Austen,
Lady Susan, publicada, sin embargo,
póstumamente. Dice la contratapa de una edición en español: “Su protagonista, lady Susan Vernon, es un
personaje memorable: una viuda todavía joven (treinta y tantos), de gran
belleza e inteligencia, pero cuya apariencia encantadora, amable y seductora
oculta una personalidad egoísta, manipuladora, mentirosa, fría, falsa y
despiadada.” O sea, en criollo, una reverenda hija de su madre. O, como
comprenderemos más tarde, una superviviente. La señora no tiene donde caerse
muerta, debe hallar rápido marido rico para ella o su hija, o perderse en el
abismo del hambre y la pobreza. Por ahora vive de “visitante”, impone su
presencia en las mansiones de sus parientes más afortunados y se ahorra
manutención, servidumbre y demás gastos, mientras puede simular todavía su
endeble pertenencia a una clase social privilegiada. Y aunque es moralmente
reprensible todo lo que hace, nos fascina con la impunidad con que manipula
voluntades, sin importarle las consecuencias. Seamos sinceros, todos, alguna
vez, fantaseamos con liberarnos de los preceptos morales que nos fueron
inculcados y actuar con irrestricta inmoralidad, por eso nos seducen estos
personajes que se comportan como si nada, y perdón por la repetición, como unos
reverendos hijos de mala madre.
Continuemos con la contratapa: “Lady Susan llega a Churchill, a la mansión de campo del señor Vernon,
el hermano de su difunto esposo, para refugiarse del escándalo provocado por
sus recientes coqueteos con un hombre casado en Langford. Aunque es recibida
con prevención, sobre todo por su cuñada, la señora Vernon, la cautivadora lady
Susan logra engañar a (casi) todos, logrando conquistar al joven Reginald
mientras trama la boda de su hija Frederica con un hombre al que ella
detesta...”
Este resumen nos ayudará a sortear con buena fortuna
el primer tramo de la película, que puede parecer confuso para el espectador
desprevenido, quien debe también sortear el aparentemente farragoso modo de
hablar de los personajes. Superados estos escollos primerizos, el resto es puro
placer.
Whit Stillman (Metropolitan,
1990, Barcelona, 1994, Los últimos días del Disco, 1998, Chicas en conflicto, 2011) demuestra ser
un candidato ideal para trasladar el mundo de Jane Austen al cine. El señor,
muy sofisticado y educado, que pertenece a la clase alta y adinerada retrató,
en sus películas, en clave de comedia de costumbres, los vaivenes de jóvenes
privilegiados, que si dejamos al margen el origen de sus fortunas (no es que
exprese mi resentimiento de pobre a través de veleidades marxistas, porque hoy
ya es una verdad de Perogrullo que no hay fortuna bien habida, en la historia
de las riquezas más temprano que tarde nos encontramos con imperdonables
chanchullos, la ética y la riqueza son enemigas naturales) son iguales a
nosotros de inseguros, neuróticos y sufrientes de desamor o falta de sexo.
Stillman, como Austen, manejan la ironía, el sarcasmo
incluso, pero no caen en el cinismo, que puede ser muy divertido en un
principio, pero que termina por deshumanizar trama y personajes. De allí que
digamos que son tal para cual, casi un Mr Darcy y una Elizabeth Bennet.
El elenco es tan parejo como brillante, lo que no
impide que sobresalgan Kate Beckinsale (Lady Susan Vernon) y Chloë Sevigny
(Alicia Johnson), deliciosas actrices que ya estuvieron en otro Stillman y que
aquí grafican la amistad del título.
Stillman interviene a veces la acción con fotos e
intertítulos que remiten tanto al melodrama del siglo XIX como al cine mudo, no
los describo para no quitarles diversión.
Y la pregunta del millón halla su respuesta… otra vez.
¿Por qué en un mundo cambiante con (¡gracias a todos los cielos!) familias de
todo tipo y parejas de diversos plumajes, Jane Austen sigue vigente? Sencillo: la
tensión sexual no ha muerto, ni la política de las relaciones y menos que menos
la estupidez de querer y no animarse.
Gustavo Monteros
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