La situación esencial no es muy original, lejos de
ello, no es sino el viejo y querido recurso de la toma de rehenes. Un hombre
joven (el talentoso y ascendente Jack O’Connell) irrumpe en el show televisivo
sobre finanzas en vivo, Money Monster (título
original de la película) y le pone a su conductor estrella, Lee Gates (el
siempre rendidor George Clooney) un chaleco lleno de explosivos. La productora
del programa, Patty Fenn (la siempre incandescente y cada día mejor actriz,
Julia Roberts) deberá lidiar con esta delicada situación y sus consecuencias,
en las que no serán ajenos, Diane Lester (la hermosa y recién llegada Caitriona
Balfe), relacionista pública de una compañía liderada por Walt Camby (el
siempre confiable Dominic West) que acaba de hacerle perder a la gente, como
por arte de magia, unos ochocientos millones de dólares.
Si la situación esencial no es muy original, tampoco
lo es que para ponernos en antecedentes, nos fatiguen una vez más con clips de
noticieros. El viejo y mentado cartel con datos que nos explicaban de dónde
veníamos ha sido reemplazado en todas, absolutamente en todas las películas,
con un zapping alocado y veloz que nos informa lo que debemos saber. Si hoy se
hiciera La guerra de las galaxias 1,
la original, en vez del largo cartel que se pierde en el espacio, tendríamos un
acelerado montaje de noticieros bullangueros. Tampoco es muy original que todo
lo que se relaciona con Caitriona Balfe caiga en la dialéctica de pasillos,
recurso en que los personajes deambulan con un teléfono en la mano o
vociferando órdenes a quienes los acompañen en largos pasillos para movilizar
la trama, como si estuviera prohibido por algún mandamiento extra de Moisés que
los personajes puedan resolver cosas hablando como el resto de los mortales,
sentados quizá, tomando un té o café, sin gritar a velocidades que dejan al
número de Danny Kaye de los compositores rusos a la altura de la lentitud de
Flash, el simpatiquísimo perezoso de Zootopia.
El truco de los pasillos ya no da idea de agilidad, si es que alguna vez lo
dio, sino que aburre y cómo.
Sin embargo, hay un par de resoluciones sorpresivas
que despiertan el interés y que desatan una bienvenida ironía. Como enseñara
Bernard Shaw, se trata de contrariar las expectativas del espectador, que espera,
para dar un ejemplo, que todas las madrecitas sean buenas y nobles, claro, es
lo que uno descuenta ver, pero si la madrecita es una voraz capitana de la
industria, nos sorprende y nos divierte. Aquí hay algo de eso, no lo detallo y
recurro a ejemplos paralelos para no arruinarles la diversión.
También entre los peros de la película, hallamos que
parece ir en determinada dirección, para dar sobre el final un volantazo y
cambiar de camino. En un principio parece un ataque a la maldita bicicleta
financiera, que por estos días volvemos a padecer los argentinos, condenados
por la falta de memoria de algunos compatriotas a repetir viejos errores, una y
otra vez, retomo, el film parece criticar la inmoralidad, el sinsentido, la
perversión de unos cuantos hijos de puta que juegan con el dinero, para dejar a
medio mundo sumido en hambre, guerra y miseria, pero no, llegado el desenlace,
los culpables no son el sistema financiero y sus nefastas realidades sino
algunos pillos de siempre que se apartan del sistema para cometer tropelías.
Perdón, Jodie Foster, pero a nosotros, quizá por ser víctimas de encumbrados
hijos de puta, hace rato que nos quedó más que claro que la mierda es el
sistema y todos los que lo sostienen, no que el sistema es bueno y hay hombres
malos. Cuestiones de conceptos que no invalidan el cuento, que cada uno cuenta
como quiere.
Y Jodie Foster, la verdad sea dicha, lo cuenta bien.
El tiempo se pasa volando y uno siempre está entretenido. Tiene esta vez, una
aliada de fierro, Julia Roberts. A Julita le hizo más que bien, maravillas, el
haber protagonizado una obra de teatro. Será una antigualla, pero el teatro es
la universidad del actor. Ahora Julia sabe cómo sostener la tensión, mantener
vivo el conflicto, llevar la acción dramática sin depender del director, del
montaje o de la fragmentación de las escenas. De allí que Jodie maneje es
planos secuencias, no puros, pero casi, la mayoría de las escenas en que está
Julia.
Además, por suerte para nosotros, espectadores, sigue
intacta la química que tiene con George Clooney, que perfila uno de esos
tarambanas vacuos a punto de ser insoportable, aunque uno lo disculpa de
antemano, ya que si alguien de la talla del personaje que corporiza Jullia lo
banca, por algo será, algo que se corroborará más tarde, más que por ley de
Hollywood, por buena lectura de Roberts y Foster.
A pesar de sus altibajos, es una película valiosa, ,
que como dijeron los chicos de The Guardian quizá inaugure un nuevo género: el
thriller humorístico o el thriller con humor. Sabrá Dios si se pierde en el río
del tiempo o si es rescatada como una pieza memorable. Apuesto a lo segundo,
más que nada porque la humanidad que trasunta el derrotero del personaje de
Julia tiende a permanecer en la memoria. Comprensible. Uno siempre ambiciona
que lo quieran así, por más pelotudo que se sea.
Gustavo Monteros
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