Kate (Charlotte Rampling) y Geoff (Tom Courtenay)
cumplen 45 años de casados y lo festejarán el sábado con una gran fiesta en un
salón de la ciudad. Viven en las afueras de Norfolk, cerca de The Broads, la
red acuática que une ríos y lagos de Norfolk y Suffolk, en el Reino Unido, of
course. La historia comienza el lunes, con una hermosa toma panorámica en que
se ve a Kate pasear a Sam, un imponente ovejero manto negro. De regreso a casa
se topa con el cartero, a quien conoce de los tiempos en que fue primero
docente y luego directora de una escuela de la región. Entra y ve a Geoff, que
fue gerente administrativo de una empresa de ingeniería, que comenzó muy de
abajo y que todavía resiente el daño que hizo la administración Thatcher (Santo
Dios, ¿en nombre de qué benignidades puede alguien votar al conservadurismo de
la derecha recalcitrante?) luchar con una carta en alemán. Le escriben desde
Suiza para informarle que hallaron por el deshielo de un glaciar el cadáver
intacto de Katya, está tal como lucía en el momento de la muerte. Katya fue un
antiguo amor de Geoff, que se despeñó accidentalmente mientras hacían un tour
turístico por las montañas suizas en procura de llegar a Italia. De a poco se
instala en Kate la duda de si Katya fue “un” amor o “el” amor de Geoff.
Como en esos policiales insidiosos que transcurren en
una semana, distintos cartelitos nos irán informando del paso de los días. En
la superficie no parece que pasan demasiadas cosas, pero por poco que uno sepa
mirar, comenzamos a percibir que arrecian los huracanes, se desatan los
tsunamis y que se acumulan los terremotos en una relación que se presumía ya
inconmovible en su estratificación. Conoceremos las rigideces de ella, las
obstinaciones y desvaríos de él, y como en los viejos filmes de Bergman, nos
preguntaremos si es posible, aunque se conviva con alguien de la mañana a la
noche, durante años y años, conocerlo de verdad. Las tensiones que crecen lenta
e inexorablemente nos recuerdan al Caché/Escondido
(2005) de Michael Haneke, y esperamos la revelación que suponemos será una
epifanía. Y sí, la revelación llega, y será dolorosa, porque resignifica otra
vez todo lo pasado. Otra vez, porque la mera aparición del cadáver ya lo había
resignificado. Entonces esperamos que la fiesta final sea catártica. Lo es,
pero en un gesto final, muy Haneke también, abierto a la libre interpretación
de cada espectador, Kate ¿nos suelta o se queda a carcomernos el poco cerebelo
que nos queda?
El director y guionista Andrew Haigh, a quien
conociéramos por Weekend (2011) es
por sobre todo un atento y minucioso observador de conductas. En Weekend, un levante entre dos hombres,
que se supone cosa de una noche deriva en un fin de semana compartido, que
conllevará tomar unas cuantas decisiones. Aquí, como dice Geoff por ahí, las
decisiones que pudieron tomarse ya se acabaron y no queda sino significarlas o
vivir con sus consecuencias, no dice textualmente esto último, pero está muy
implícito.
45 años como las indagaciones bergmanianas
es tanto un film de director como de los actores. Las cámaras están puestas
estratégicamente para que haya la menor cantidad de tomas posibles y las
actuaciones fluyan y no se “construyan” desde la secuenciación. Rampling y
Courtenay están sencillamente magníficos. Ella que sudó la camiseta en varios
títulos icónicos de la cinematografía mundial recién recibió con este trabajo
su primera nominación para un Óscar. Perdió ante la joven Brie Larson, que
sabrá Dios qué carrera hará. La de Rampling ya es arquetípica y en ella un
Óscar es un ornamento más, como un cisne de yeso para el jardín.
Gustavo Monteros
Jajajaja, el remate de tus criticas suele ser sensacional....!!!!!
ResponderEliminarJajajaja, el remate de tus criticas suele ser sensacional....!!!!!
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