El macartismo no sólo es uno de los momentos más
vergonzosos de la historia norteamericana, desnuda también miserias
irredimibles del género humano. Dice Wikipedia: “El macarthismo (mccarthismo, maccarthismo o macartismo) es un término
que se utiliza en referencia a acusaciones de deslealtad, subversión o traición
a la patria sin el debido respeto a un proceso legal justo donde se respeten
los derechos del acusado. Se origina en un episodio de la historia de Estados
Unidos que se desarrolló entre 1950 y 1956 durante el cual el senador Joseph
McCarthy (1908-1957) desencadenó un extendido proceso de delaciones,
acusaciones infundadas, denuncias, interrogatorios, procesos irregulares y
listas negras contra personas sospechosas de ser comunistas. Los sectores que
se opusieron a los métodos irregulares e indiscriminados de McCarthy
denunciaron el proceso como una «caza de brujas» y llevó al destacado
dramaturgo Arthur Miller a escribir su famosa obra Las brujas de Salem (1953) (...) Por extensión, el término se
aplica a veces de forma genérica para aquellas situaciones donde se acusa a un
gobierno de perseguir a los oponentes políticos o no respetar los derechos
civiles en nombre de la seguridad nacional.”
Dalton Trumbo, uno de los guionistas más talentosos
que ha dado el cine fue una víctima conspicua del macartismo. Trumbo la película cuenta los daños
profesionales, personales y familiares que padeció durante la persecución
macartista. Arranca en 1947 y termina en 1970 con un homenaje que le tributó el
sindicato de guionistas. Por suerte no intenta contarnos, como en una típica
película biográfica, todo el macartismo o toda la vida de Trumbo, ni le atribuye
su combativo temperamento a algún significativo trauma de infancia. No, se
concentra en el lapso entre los años mencionados y deja que los hechos, las
circunstancias y los comportamientos ante los mismos hablen por sí solos. Y así
la película fluye, es elocuente y no se desbarranca en melosidades y hasta el
final demasiado reparador (perdón por la intransigencia, que por lo visto ni la
edad mengua, pero hay cosas que pueden analizarse, comprenderse, superarse,
pero nunca disculparse) tiene el perdón de haber sido sacado del discurso que
dio Trumbo ante sus pares.
El elenco comandado por el gigantesco Bryan Cranston,
(el padre de Malcolm in the middle y
el inolvidable Walter White de la ya mítica Breaking
bad, uno de los actores más flexibles, dúctiles y versátiles del mundo) es
impecable. Helen Mirren (Hedda Hopper) y el propio Cranston (Dalton Trumbo, of
course) salen indemnes confrontados en los títulos finales con fotos y videos
de las personas que recrean. Al igual que David James Elliott (John Wayne),
Dean O’Gorman (Kirk Douglas) y Christian Berkel (Otto Preminger) con los
originales. El grandote Louis C.K. conmueve con su Arlen Hird de triste destino
y Alan Tudyk con su testaferro nada más ni nada menos de La princesa que quería vivir (Roman
Holiday). Diane Lane, Elle Fanning y John Goodman, estupendos como siempre.
En off se oyen las voces de Gregory Peck y Lucille Ball que ratifican su
heroísmo y que contextualizadas adquieren un coraje épico. Había que tener
mucho valor para ser una voz discordante en aquellos momentos. Y es obvio que
Michael Stuhlbarg más que una caracterización de Edward G. Robinson elige dar
una impresión.
Lo más curioso de Este
regreso con gloria (Trumbo a
secas en el original) es como dialoga con la realidad argentina actual. Ejemplo,
compárese el avasallamiento de los derechos de los ciudadanos con los
entresijos (nombramientos de jueces entre gallos y medianoche, corrimiento de
fiscales, cambios constantes de carátulas para atenuar la ilegalidad) que
llevaron a la detención de Milagro Sala, o las histerias que desata una única
voz mediática, monopólica y fustigante, verbigracia, los ofuscados que no
podían vivir con las “mentiras” del Indec y que ahora viven de lo más
tranquilos con la no existencia del mismo, porque el tipo que antes hacía el
índice Congreso con cuatro computadoras, ahora no puede hacerlo con todos los
medios del estado a su disposición. Dirigió Ray Roach.
Gustavo Monteros
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