jueves, 14 de enero de 2016

Mustang - Belleza salvaje



Mustang-Belleza salvaje de Deniz Gambe Ergüven es una película militante. Como gracias a Dios no soy de derechas, no me asusta la palabra militante, ni considero que quien la ostente, deba ser despedido de inmediato y sumido en la ignominia. No, para nada, a lo sumo me intriga saber para qué milita y poder, después, dirigir mi opinión en consecuencia. Esta es una película feminista que clama por la plena libertad de la mujer de elegir si casarse o no, y con quién. Premisa con la que estará de acuerdo casi toda la cultura occidental, incluido algún que otro retrógrado ya domado. Pero, claro, esta es una película turca, producida por capitales franceses, que refleja las costumbres patriarcales conservadoras de la Turquía rural, donde todavía los casamientos se acuerdan entre padres, sin pedir consentimiento a los pobres cónyuges, y se exige que la niña sea virgen, dado que luego habrá que mostrar la sábana con la esperable sangre del himeneo.


Después del último día de clase, alumnos y alumnas felices (y sí, el fin de las clases suele provocar la felicidad de los educandos… y de los educadores) se meten en el mar con uniforme y todo, y juegan a la lucha de caballitos. Este inocentísimo juego es leído por una celosa adherente a la rígida moral tradicional como algo sumamente pecaminoso. Y cinco hermanas, con edades que van desde unos quince años hasta unos diez u once, nuestras protagonistas, huérfanas ellas, a cargo de la abuela, y de un tío, porque en esta sociedad patriarcal tiene que haber un hombre a cargo, descubrirán al llegar a casa que se acabó la inocencia y la libertad. Serán recluidas a cal y canto (casi literalmente) y procederán a formarlas como esposas sumisas ideales, que saben guisar y coser como las mejores. Alguna aceptará su destino, otras pelearán con las armas que disponen, que no son muchas.


Es imposible no “hinchar” por estas criaturas desde el minuto cero. De tanto ser manipulado por la ficción (algo lícito) o los medios (algo muy ilícito), la experiencia me enseñó a ser desconfiado de los relatos de blancos sobre negros muy tajantes. Sin adentrarme demasiado en el tema, pude saber que la costumbre de los matrimonios “arreglados” persiste en las zonas rurales turcas, costumbres que conviven con otras menos estrictas y más “occidentales”. No niego ni por un segundo la necesidad de exponer la urgencia de cambiar estas costumbres, si así lo quieren algunos integrantes de esas sociedades. Pero no debemos suponer que es algo generalizado, ni que deba ser cambiado por decreto de nuestra bien pensante mentalidad occidental. Las sociedades definen sus costumbres según los acuerdos sociales mayoritarios, “interferir” desde nuestros mandatos sociales establecidos puede ser peligroso o pueril. No olvidemos que para las sociedades polígamas, nosotros somos bárbaros por ser monógamos. A lo que voy es que hay que ser cuidadosos con los problemas culturales de otras sociedades, para abarcarlos hay que tener lecturas multilaterales, caer en un “me gusta” como si fuera una publicación de Facebook no solo es una irresponsabilidad sino una soberbia hueca.


Hecha la salvedad de la “parcialidad” de la propuesta, la película es buena, fluye y despierta oleadas de simpatía hacia estas chicas, algunas muy sufridas, otras para nada. No es de extrañar porque, se sabe, claro, que nada desata más empatía que la inocencia que reclama su libertad.


El título no hace referencia al auto sino al caballo. Dice la directora: “"¿Qué es un mustang? Es un mesteño, un caballo salvaje, sin dueño o que no ha sido domado. Simboliza perfectamente a mis cinco indomables heroínas, con sus abultadas melenas y su comportamiento de manada cuando circulan en bullicioso y desordenado grupo por el pequeño pueblo del norte de Turquía en que viven. La historia avanza como ellas, siempre en movimiento. Esa energía, creo, es el corazón de la película."

Gustavo Monteros

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