Supongamos que alguien que
jamás haya visto una película de Tarantino nos preguntase cómo es el cine de
este señor. ¿Qué le contestaríamos? Algo así como que es muy diestro con la
puesta en escena, que le gusta citar y referir sus influencias cinematográficas,
las que van de los grandes maestros como Sergio Leone a los directores más
bizarros en todas las acepciones de esta palabra, y sin embargo,
paradojalmente, cuánto más los cita más personal se vuelve, que le gusta
culminar sus películas en un festival de sangre, tan pero tan gore que más que
intimidar invita a sonreír. Y por sobre todo, es un dialoguista de primera.
Como Ingmar Bergman, salvando todas las distancias, es un dramaturgo
cinematográfico. Algunos consideran sus diálogos su talón de Aquiles, que
demoran la acción innecesariamente y que persisten hasta la enajenación en sus
vanos fuegos de artificio; otros los consideran su cima de gloria y reniegan
que no sean más. Como sea, unos y otros reconocen que el hombre sabe escribir
un buen diálogo.
Los
8 más odiados filmado en Ultra Panavisión 70 mm remite por
formato y duración (dos partes con un intervalo en medio) a los operáticos
westerns de Leone o las grandes superproducciones que con su sola presencia
reemplazaban el habitual programa doble de los cines de antaño (sí, en la época
de las carretas se daban dos películas). Y de movida veremos que la fabulosa
fotografía de Robert Richardson oscila entre nevados paisajes panorámicos e
interiores, que no por acotados son claustrofóbicos. Siempre con la superlativa banda sonora del maestro Ennio
Morricone.
Los 8 en cuestión son John
Ruth (Kurt Russell) un caza-recompensas que lleva en una diligencia tirada por
seis caballos, en un invernal ventoso y nevado Wyoming, a la asesina Daisy
Domergue (Jennifer Jason Leigh) a que la cuelguen en Red Rock. Deberán socorrer
a otro caza-recompensas varado en la nieve, al mayor Marquis Warren (Samuel L
Jackson), “héroe” de la Guerra de Secesión que tiene una carta de Abraham
Lincoln dirigida a su persona. Más adelante deberán volver a parar para recoger
a Chris Mannix (Walton Goggins) quien dice ser el nuevo sheriff de Red Rock.
Como la tormenta arrecia, en vez de solo parar para estirar las piernas, comer
algo o hacer descansar a los caballos,
en la Mercería de Minnie, deberán permanecer en ella hasta que el
temporal amaine. El lugar está temporariamente a cargo del Señor Bob (Demián
Bichir) y allí ya están refugiados, un inglés que dice ser un verdugo
itinerante camino a Red Rock, Oswaldo Mobray (Tim Roth), un veterano general
que lucho por el Sur, Sandy Smithers (Bruce Dern), y un parco cowboy, Joe Cage
(Michael Madsen) que dice regresar a visitar a sus padres por la Navidad. Hasta
ahí los 8 del título, que en realidad son 9, porque está también el conductor
de la diligencia, O. B Jackson (James Park). No es que le fallen las
matemáticas a Tarantino, quizá sea un chiste, o que uno de los mencionados no
cae en la categoría de “más odiado”.
Y como bien se sabe por las
novelas de Agatha Christie y sus versiones cinematográficas, el encierro de
personajes peligrosos no es aconsejable ni saludable, al menos no para todos.
Más que un “quién lo hizo”, aquí habrá más “un quién lo hará y por qué”.
El film se estructura en dos
partes muy definidas, una primera parte en que presenta los personajes y sus
peculiares circunstancias, con un clímax a punta de pistola, telón, y después
del intervalo, una segunda parte con resolución de intrigas a puro vertimiento
de sangre, tanta que el final de la Carrie
de Brian De Palma parece, en comparación, un pinchacito para una curita. Como
en la ópera o en su Perros de la calle,
que haya personajes heridos mortalmente no es óbice para que dejen de hablar o
de ser un peligro para sus congéneres.
Recomendar un Tarantino es,
no sé, como recomendar el fernet con cola. Los que lo prefieren beberán con
fruición y se deleitarán con cada trago. A los que les disgusta, se abstendrán
o esperarán a ver qué otras bebidas trae la temporada. Y a los que no lo
conocen, se recomienda probar. Un nuevo adepto o detractor habrá nacido.
Gustavo Monteros
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