sábado, 28 de junio de 2014

Ida




Ida (2013) de Pawel Pawlikowski es una película a la última moda del cine autor. Es en blanco y negro como La cinta blanca (2009) de Michael Haneke,  El artista (2011) de Michel Hazanavicius, Frances Ha (2012) de Noah Baumbach, o Nebraska (2013) de Alexander Payne; y usa el antiquísimo formato de la pantalla cuadrada como El artista ya mencionado, o El gran hotel Budapest (2014) de Wes Anderson. Su rasgo distintivo (el de Ida, claro) es que parezca una película de los años 60, época en la que transcurre la acción, es decir pretende que luzca como una película contemporánea a los hechos que narra. Y lo logra plenamente, gracias a una cuidadísima rigurosidad formal, luce como un film de los sesenta de Milos Forman, Roman Polanski, Ingmar Bergman o Robert Bresson.


La historia parece surgir de la línea graciosa que le dice Liza Minnelli a Marisa Berenson en Cabaret (Bob Fosse, 1972). Luego de que el personaje de Berenson le cuenta que ha perdido la virginidad por el arrebato pasional de Fritz, Liza le dice: “Pobrecita, supongo que no podés meterte en un convento, ya que no hay monjas judías, ¿verdad?” Porque Ida es (o va a ser en realidad) una monja judía. Claro, aquí las circunstancias no tienen ninguna levedad o frivolidad, son trágicas. Aclaremos.


Anna (tal el nombre que le dieron las monjas) es una joven novicia huérfana, refugiada en un convento desde niña, que está por tomar los hábitos. Como es de rigor ante una decisión tan importante, Anna es enviada a pasar “el tiempo que sea necesario” con la única pariente que le queda, su tía Wanda (Agata Kulesza). La tía Wanda es la que le dice que su verdadero nombre es Ida y que es judía.


Wanda, el personaje más apasionante de la película e interpretado maravillosamente por Agata Kulesza, es una mujer endurecida, rozada por varias muertes, las que ha contribuido a provocar cuando fue fiscal y las que padeció familiarmente y el film develará.


Ida, interpretada con envidiable luminosidad por la debutante y no profesional Agata Trzebuchowska, es la inocente que deja de serlo. La religiosidad que puede ser un ancla es aquí, para suerte de Ida, un salvavidas que la mantiene duramente a flote en medio del naufragio. Polonia es un país sufrido, desgarrado por heridas profundas (como las que aquí se cuentan) que uno espera que no gangrenen.


Debo confesar que la obvia artificiosidad artística (logradísima como ya dije) con que está resuelto el film más que meterme en la historia, me alejaba. Y que una vez que Wanda sale de escena, dejó de interesarme por completo. De todos modos no me hundí en los abismos del aburrimiento porque es muy corto su metraje, solo 80 minutos.


Creo, sin embargo, que por sus personajes y su sensibilidad, es una película que quizás “funcione” mejor con el público femenino, como pude comprobar en la función a la que asistí. Cortedades mías al margen, es una muy buena película.

Un abrazo, Gustavo Monteros
 
Ida se exhibe en el Cinema Paradiso y va a las 13:50, 19:15 y 21:00

viernes, 27 de junio de 2014

Jersey boys



El viejo Clint Eastwood lo hizo otra vez: entregar una obra maestra que no olvidaremos y con la que conviviremos mucho tiempo. En un impulso de ampliar su registro (“No puedo hacer siempre lo mismo”, dijo por ahí) se interna en un musical por primera vez. Jersey boys cuenta el ascenso, consolidación y ruptura de The four seasons (Vincent Piazza, Erich Bergen, Michael Lomenda), cuarteto que en su día fue tan popular como Los Beatles, y la posterior carrera solista de su voz líder, Frankie Valli (John Lloyd Young).


Y debido al período que abarca la historia (de los cincuenta a los noventa, deteniéndose en los setenta), y el ámbito (el sector italiano de Nueva Jersey y su codeo con la mafia), para gloria del cine y beneplácito de los cinéfilos, se permite dialogar con una de las películas más veneradas de los últimos tiempos: Buenos muchachos (1990) del Marty Scorsese. (Y en la escena de la discusión en casa del personaje del gran Christopher Walken homenajea al John Huston de El halcón maltés, 1941, y al Sergio Leone de Érase una vez en América, 1984).


El film se basa en un exitoso musical de Broadway y se da el lujo de filmar para los títulos finales lo que el metraje anterior no le permitía: una coreografía.


Si el secreto de la felicidad es el más simple y difícil, aceptar y disfrutar lo que nos tocó en suerte, el secreto del talento de Clint quizá sea también el más simple y difícil: contar la historia, sea cual sea el género, de la mejor manera posible, resaltando sin abrumar los elementos que la componen y sin olvidar jamás la otra mitad de una obra: el público.


Si quien esto lee, dice gustar del cine, no puede perderse esta película. Y si no la ve, debe replantearse la premisa de su gusto o pasión por el cine.


Y si considera que lo coacciono sin darle suficiente información, transcribo un reportaje al gran Clint, tan imperdible como la película.

Un abrazo, Gustavo Monteros

Eastwood habla de Jersey boys



CINE › CLINT EASTWOOD HABLA DE JERSEY BOYS, SU DEBUT, A LOS 84 AÑOS, EN EL TERRENO DEL MUSICAL
“No me gusta filmar todo el tiempo lo mismo”

El viejo cowboy volvió a sorprender con su biopic del grupo The Four Seasons, basado en un exitoso musical. En esta entrevista explica los motivos que lo llevan a cambiar, su larga relación con la música y cómo llegó primero a la actuación y después a la dirección.

Por Bruce Silverstein

¿Clint Eastwood filmando una biopic del grupo doo-woop The Four Seasons, basado en un exitoso musical? En el ambiente del cine no hay quien no se haya mostrado perplejo ante esa posibilidad de un año a este parte, cuando se confirmó que el viejo cowboy (Eastwood viene de cumplir 84 a fines de mayo, y luce por estos días una barba que no lo hace más joven) se ponía al frente de un proyecto que tuvo antes otros candidatos. Así como no hubo, desde el momento de su estreno estadounidense, el viernes pasado, quien no se rindiera ante la evidencia: Eastwood lo hizo una vez más, esta vez con el material en apariencia más ajeno del mundo.

En la entrevista que sigue, el director menos pop del mundo explica por qué le gusta abordar los temas y películas más disímiles, repasa su larga y múltiple relación con la música, cuenta qué fue lo que le interesó de la historia de Frankie Valli y sus muchachos, se remonta a su juventud, explica por qué filmar lo mantiene joven y da detalles de su nueva película, ya casi terminada, que será la número 34 de su carrera y la número 28 que filma para la Warner (la asociación más larga entre un director y una major, en toda la historia del cine).

–Convengamos que Jersey Boys no es la clase de película con la que suele identificárselo.

–Es que no quiero filmar todo el tiempo lo mismo, quiero seguir evolucionando. Si uno no evoluciona, se deteriora. Lo mismo pasó en los comienzos de mi carrera de actor, cuando pasé de los westerns de Sergio Leone a los policiales de Don Siegel. La gente suponía que debía pasarme toda la vida siendo actor de western. Y después, cuando pasé a dirigir. “¡Eh! ¿Pero cómo? ¿Es un caprichito de estrella?” El caprichito duró más de cuarenta años y 34 películas. En los ‘80 volvió el desconcierto, cuando pasé de los films de acción a los dramas. Y últimamente cuando filmé Más allá de la vida, que tampoco se suponía la clase de material para mí. Espero que siga siendo así: querrá decir que me estoy renovando.

–Lo que aparece con mucha frecuencia en su obra, y de muy distintas maneras, es su amor por la música, el jazz sobre todo.

–Esta es mi tercera película sobre músicos. La primera fue Honkytonk Man (1982), donde yo hacía de músico country alcohólico. La segunda, Bird, sobre Charlie Parker (1988). Y ahora ésta. Por otra parte, mi personaje de Play Misty For Me, mi primera película como director (1973), era disc jockey radial. ¡Hasta el guardaespaldas presidencial de En la línea de fuego (1993) escuchaba Miles Davis para relajarse! (Risas.)

–Para no mencionar que ya en los ‘60 usted aparecía cantando en una película.

–¡Ah, sí! (Risas.) En La leyenda de la ciudad sin nombre (1969), una comedia western con Lee Marvin y Jean Seberg, yo cantaba una balada. ¡Pero no fue ése el primer tema que canté! El primero que grabé fue Rowdy, una canción cowboy. Rowdy era el nombre de mi personaje en la serie Cuero crudo (Rawhide). Se ve que como la serie tenía un buen rating a alguien se le ocurrió que no estaría mal editar un simple con un par de canciones.

–A propósito de eso, ¿qué lo llevó a incluir en Jersey Boys unos planos de Cuero crudo, que se ven en un televisor?

–Alguien tuvo la idea, me pareció simpático, curioso (la serie es efectivamente contemporánea al surgimiento de The Four Seasons) y lo usé.

–Volviendo al tema de la música, en la banda de sonido de Medianoche en el jardín del bien y del mal usted canta un tema y su hija Alison, otro. Además dirigió uno de los episodios de la serie sobre el blues que produjo Martin Scorsese y produjo un notable documental sobre Thelonious Monk, dirigido por Charlotte Zwerin. Su hijo Kyle es músico profesional. Es bajista, grabó dos álbumes al frente de su grupo y, desde Mystic River en adelante, compone junto a usted las bandas de sonido de sus películas.

–Así es. Hay un dato que le falta, me parece.

–¿Cuál?

–Que mi papá cantaba. Era un trabajador de la industria del acero y tuvo un grupo allá por los años ‘30. Yo de chico tocaba el piano y seguí haciéndolo de adolescente.

–O sea que sorprenderse de que Clint Eastwood dirija un musical es estar poco informado, ¿no?

–Bueno, puede ser (risas).

–Lo que en tal caso podría preguntarse es por qué filmar una película sobre The Four Seasons.

–Había algo ahí que me interesaba. O un conjunto de cosas: el surgimiento de una estrella pop desde el anonimato absoluto, la comunidad italoamericana de New Jersey, que no es tan conocida como la de Nueva York, la elección para los jóvenes callejeros de New Jersey entre la mafia y la música... Y después está el coraje de ser músicos en ese ambiente, en esa época. Ser músico estaba visto como algo poco masculino. Y si usted tiene el timbre hiperagudo de Frankie Valli, mucho más.

–¿Filmó el primer guión que llegó a sus manos?

–No. El primero que recibí fue uno escrito por un muy buen guionista, John Logan, al que me pareció que le faltaban cosas. Empecé a investigar y me encontré con un guión previo, escrito por Marshal Brickman y Rick Elice, autores del musical de Hollywood, que me pareció superior. Trabajé sobre ese guión.

–Hablando de Frankie Valli, ¿lo conoció personalmente?

–Sí, desde ya. Lo invité al set de filmación y estuvimos hablando mucho de música. Tenemos gustos en común. La primera vez que nos vimos nos la pasamos hablando de la era de las big bands. De Basie, Stan Kenton, Sinatra...

–Que era de New Jersey, por cierto.

–Sí, claro. Por eso en la película es todo un referente para estos chicos, cuando empiezan su carrera.

–¿Qué edad tiene Valli?

–Ochenta. Los cumplió en mayo, poco antes que yo.

–Son de la misma generación.

–Claro. Hasta el punto de que The Four Seasons editan el tema que los consagra, “Sherry”, en 1962, el mismo año en que yo grabé Rowdy. Obviamente que en el terreno musical no tuvimos carreras muy parecidas (risas).

–¿Valli se sigue presentando en vivo, no?

–Sí, sigue haciendo giras.

–En eso sí se parecen.

–Bueno, no pienso retirarme por el momento.

–¿Ya tiene otra película lista, no?

–En posproducción. Se llama American Sniper y está basada en las memorias de un francotirador de elite de la marina, que recuerda sus acciones en combate en Medio Oriente, que incluyen un par de centenares de enemigos muertos.

–O sea que vuelve a reflexionar sobre la violencia, como viene haciendo desde Los imperdonables.

–Bueno, hablemos de eso cuando la película se estrene.

–¿Cuándo sería?

–El año próximo. Todavía no hay una fecha prefijada.

–¿Qué lo lleva a seguir filmando?

–Me mantiene joven y activo.

–¿Y respecto de actuar?

–Sólo en la medida en que encuentre roles que me vayan bien. Tenga en cuenta que tengo más de 80, y no hay tantos papeles para gente de esa edad.

–Usted comentaba que de adolescente tocaba el piano. ¿Cómo fue que pasó a la actuación?

–Yo nunca quise saber nada con actuar. Por un lado, era muy tímido. Por otro, me gustaba hacer cosas más “de hombre”: jugar al rugby, nadar, esas cosas. Pero a los veintipico me encontré sin trabajo en Los Angeles, y si usted está sin trabajo en Los Angeles, ¿qué hace?

–Se presenta a una prueba de actuación.

–Exacto. Es lo que hice, junto a un amigo. Tuve que poner mucho empeño, porque al comienzo todos me decían que era malísimo. Pero soy obstinado, así que me propuse demostrarles, y demostrarme, que podía ser bueno. Ahí empecé a actuar.

–En los ‘50. Primero en roles secundarios en cine, como en La revancha de la criatura y Tarántula. Después se hizo popular en la tele, con Cuero crudo, y a comienzos de los ‘60 lo llamó Sergio Leone. ¿Cómo fue que empezó a dirigir películas?

–Fue Don Siegel, el director de Harry el Sucio, el que me animó a hacerlo. “Tenés sensibilidad para esto”, me dijo. “Deberías probar.” Ahí fue que cayó en mis manos el guión de Play Misty For Me, que me interesó. Se lo llevé a la gente de la Warner y les dije que quería hacerlo. “Ok, hacelo”, me dijeron. “Miren que también quiero dirigirlo, eh”, les retruqué. “OK, dirigilo”, fue la respuesta. No lo podía creer. “¿Tan fácil es esto?”, le pregunté a Don. “Te dejan dirigirla. Lo que no van a hacer es pagarte por hacerlo”, me avisó. No me importó, estaba tan contento que si me pedían que yo les pagara a ellos, lo hacía.

miércoles, 25 de junio de 2014

Welcome



Bilal (Firat Ayverdi) lo único que tiene son 17 años, porque no es dueño ni de la sombra donde podría caerse muerto. Es un refugiado ilegal kurdo en Calais. Quiere llegar a su Tierra Prometida, Inglaterra, para reencontrarse con su amor, Mina (Derya Ayverdi) y quizá hacerse notar en algunos de los clubes de fútbol, se sabe talentoso en ese deporte. Frustrará su primer intento de cruzar en camión, no puede ponerse una bolsa de plástico en la cabeza para evitar los sensores con los que se inspeccionan los acoplados. No puede por una cruda experiencia padecida que Bilal mencionará como al pasar, cuando se ha sufrido de verdad hasta los grandes traumas se relativizan. Intentará entonces el prodigio, cruzar el Canal casi sin saber nadar.


Simon (Vincent Lindon) le dirá a su flamante ex esposa: “Quiere cruzar el Canal a nado para ver a su chica y yo no pude ni cruzar la calle para detenerte cuando te fuiste”. Simon es un profesor de natación que comenzará a ayudar a Bilal más que nada porque Marion (Audrey Dana), su ahora ex, sin la que no puede vivir, lo acusó de no hacer nada cuando los guardias de seguridad de un supermercado echaban a los refugiados ilegales. Lo que empieza como un intento desesperado de manipulación seductora, quedar como un solidario ante Marion, derivará en un juego peligroso. La policía persigue a los que ayudan a los refugiados y se puede terminar en la cárcel por varios años si la ayuda se comprueba. Las autoridades pretenden así desalentar el peregrinaje de los ilegales.


Welcome (2009) de Philippe Lioret es un cuento amargo, el reverso necesario de tanta película “feel good” (optimista y aleccionadora). Aquí lo que se aprende llega tarde y no sirve para mucho. La subtrama del anillo de diamantes con zafiros bien lo ilustra. Y el Welcome (Bienvenidos) estampado en el felpudo ante la puerta del vecino sorete se recubre de suprema ironía.


Vincent Lindon se inscribe en la mejor tradición de los protagonistas franceses, tiene la voz de Lino Ventura y la nariz de Belmondo. Y sus caracterizaciones oscilan entre la elegancia de Belmondo y la luminosa brutalidad actoral de Ventura. Aquí provoca una inmediata identificación con su personaje y se vuelve un modelo de hombría cuando salva a Marion de ser implicada en la acusación judicial (momento no exento tampoco de ironía, esta hombría implica la aceptación ante los demás de lo que se considera socialmente lo opuesto).
 

Llegué a Welcome por casualidad. En un foro privado en el que nos intercambiamos películas, alguien la sube a la sección más psicopatera: Películas que ya tendrías que haber visto. Ahora, después de verla, concluyo que piscopateadas al margen, estaba en la sección justa. Buena historia, buen cine. 

Welcome anda por el cable y se consigue en cualquier club de DVD.