jueves, 11 de diciembre de 2014

Calvario




Calvario de John Michael McDonagh (El guardia) es un whodunit al revés, esta vez no se trata de saber quién lo hizo sino de dilucidar quién lo va a hacer. Al padre James (el inmenso, en todos los sentidos de la palabra, Brendan Gleeson) en el confesionario le dicen que van a matarlo tal día en tal lugar. El futuro asesino (al que el padre no puede verle la cara por la mirilla) confiesa que años atrás, de niño, fue abusado por un cura y como este cura ahora está muerto, ha elegido al padre James como el representante de la iglesia que debe pagar con su vida el ultraje sufrido.


Comienza entonces el padre James (que dista mucho de ser modelo de santidad) el calvario del título hasta llegar a la fecha fijada. Ante su rotunda y luminosa humanidad desfilará una serie de personajes, que mejor no describir en detalle para no arruinar sorpresas. Bástenos decir que todos son muy peculiares y muy difíciles de olvidar.


Calvario es una tragicomedia. Con mucho humor del mejor. Para colmo de bondades, irlandés y por momentos negro retinto. Siempre efectivo y gozoso.


John Michael McDonagh logra un film inclasificable en el fondo, porque es tanto un policial en ciernes, un western metafísico, un drama de consciencia y una morality play (esa parienta del auto sacramental) en la que todos los personajes representan distintos atributos morales.


Quizá parezca hasta ahora que todo es demasiado “católico”, lo es, pero es también universal, porque el dolor, la estupidez y el heroísmo lo son.


A Brendan Gleeson le basta aparecer para despertar toda nuestra empatía y el resto del elenco que incluye caras vistas en series y películas y otras no tan reconocibles (Chris O'Dowd, Kelly Reilly, Aidan Gillen, Dylan Moran, Isaach De Bankolé, M. Emmet Walsh, Marie-Josée Croze y David Wilmot) exuda excelencia.
 

En resumen, insoslayable, disfrutable, imperdible.

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