viernes, 29 de agosto de 2014

7 cajas



La recomendación de películas también puede verse como el cambio de testimonio o testigo (ese objeto que se lleva en la mano) en una carrera de relevos o postas. A veces estoy entre los primeros que pasan el testimonio y otras, como en este caso, entre los del medio sino los últimos. Dos personas de distinto sexo, edad, formación y gustos, pero con el mismo amor por el cine, me recomiendan con vehemencia 7 cajas, de modo que cuando me siento en el cine, sé que es buena y que apenas me resta corroborar cuánto. No tardo en comprobar que no solo es muy buena sino que hasta roza la excelencia.


La  película se abre con un largo y vertiginoso trávelin como los que patentara el gran Scorsese. Nos delimita con abrumadora seducción el lugar donde transcurrirá la acción. Estamos en 2005 en el Mercado 4 de Asunción del Paraguay. El protagonista es Víctor (Celso Franco) un changarín que con su carretilla ayuda a los clientes a llevar lo que compraron hasta el auto o traslada mercaderías de un puesto a otro. En un alto del trabajo, su hermana le muestra un celular que una amiga le pidió que vendiera. El celular, que por la rapidez con que avanza la tecnología nos parece ahora antediluviano, puede filmar, lo que tienta más a Víctor; filmarse lo acercaría a la fascinación que ejerce en él la televisión. El precio pedido está más allá de sus posibilidades, pero el repentino pedido de mover 7 cajas y mantenerlas alejadas de una carnicería, mientras dura una requisa policial, le permitiría acceder al deseado celular. Y entonces…


Los sustantivos rigor, rigurosidad y sus adjetivos riguroso, rigurosa son las palabras que mejor definen este film. Toda ficción es una manipulación lícita, una trampa en la que caemos voluntariamente para entretenernos un rato. De allí que nos sintamos estafados, defraudados, cuando una historia concluye y las piezas no se ajustan del todo al rompecabezas final. Nada de eso ocurre en 7 cajas, uno de los relatos más rigurosamente concebidos de los últimos tiempos. Nada de lo que vemos es en vano, no hay detalle irrelevante ni digresión inútil. Y lo fascinante es que salvo el misterio de las 7 cajas que remite a circunstancias anteriores, la historia principal y las subtramas se arman y se desarrollan ante nuestras propias narices. Esta acción pura perfila personajes, motivaciones y ambientes con precisión de perfeccionista.


Y ya se sabe, los buenos actores son incluso mejores si se los dirige, y aquí los directores Juan Carlos Maneglia y Tana Schembori los manejan con mano firme y no hay en todo el gran elenco ni una nota falsa. La aparición de un arma, valga la obviedad, disparará al relato a situaciones irreversibles.


Una amiga me apunta que la historia es intrínsecamente latinoamericana. Coincido, pero no por un pintoresquismo for export sino porque se entronca en una realidad intransferible que va desde el dios dólar hasta cómo concebimos las relaciones.


En resumen, una hora cuarenta de puro disfrute.
 

Perdón, me permito una personalización. Dedico estas líneas a la memoria de mi amiga Ana, fiel lectora de estas crónicas que desde hace muy poco nos sigue desde el Cielo. No te la pierdas, Ana, te va a gustar mucho.

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