viernes, 31 de enero de 2014

El sueño de Walt




A Hollywood le encantan las historias de Hollywood, celebrarse como un mundo encantado lleno de seres extraordinarios. Nada más lejos de la verdad, lo que no quita que una y otra vez insistan en transformar en leyendas negociaciones, más bien mezquinas y espurias, sólo porque concluyeron en películas amadas por el público. El año pasado vimos las bambalinas de la filmación de Psicosis y de la nada entrañable El  príncipe y la corista, pero que desnudaba la siempre rendidora intimidad de Marilyn Monroe. El sueño de Walt (título cursi si los hay, aunque el original tampoco es muy feliz Saving Mr. Banks (Salvando o Rescatando al Sr. Banks) cuenta cómo Disney convenció a P L  Travers para que le cediera los derechos de Mary Poppins, de la que  por supuesto era autora.


Esta película dirigida por John Lee Hancock (El novato / The rookie, 2002, El Álamo 2004, Un sueño posible / The blind side, 2009) está llena de convencionalismos y transitados trucos sentimentales, pero se impone como un film sensible e insoslayable por el arrollador talento de su elenco, en especial el de sus protagonistas, estrellas genuinamente carismáticas como pocas.


El inicio es cautivante. P L Travers (Emma Thompson) es una solterona, un poco rígida pero sensata, muy con los pies sobre la tierra y propensa a no callarse nada. Sabemos que al llegar a Los Ángeles chocará con el edulcorado mundo Disney. Y efectivamente ocurre, choca con el chofer asignado (Paul Giamatti), con el guionista Don Da Gradi (Bradley Whitford) y con los compositores musicales, los fabulosos hermanos Sherman (B J Novak y Jason Schwartzman), con las secretarias Dolly (Melanie Paxson) y Tammie (Kathy Baker) y para su gran sorpresa (la de él, claro) con el mismísimo Walt Disney (Tom Hanks). Travers por apremios económicos está obligada a ceder los derechos pero no los malvenderá, no, señor.


En realidad, el film debería llamarse En el nombre del padre ya que la figura paterna, su ascendencia, su influencia es la clave de todo el asunto. Tanto que gran parte del metraje se centra en la evocación del padre de Travers, el siempre magnético Colin Farrell. Eventualmente, Walt, a través del ambivalente recuerdo de su propio padre, podrá atravesar el caparazón de Travers.


Emma Thompson y Tom Hanks son dos grandes actores y dos inmensas estrellas cinematográficas (¿hay quién lo dude?) y Travers y Disney les permiten desplegar su intoxicante talento y su inoxidable seducción. Colin Farrell no se queda atrás y menos el impecable elenco. Entre todos lograrán que ignoremos los lugares comunes, la manipulación de manual, la módica imaginación puesta en el proyecto.


Travers exige en un principio que las discusiones sobre el guión se graben. Tras los títulos finales se oirá la verdadera voz de Travers, Da Gradi y los Sherman, comprobaremos entonces la magnitud de la caracterización de Thompson, logró hasta respirar como la Travers real. En cuanto al trabajo de Hanks, los que peinamos canas y recordamos al Walt que presentaba el viejo show televisivo Disneylandia, sabremos que lo capturó tal cual.


En resumen, un film imperdible por la magia de los actores. No los hay mejores.

Un abrazo, Gustavo Monteros

jueves, 30 de enero de 2014

Ajuste de cuentas




Ajuste de cuentas es una producción hípercomercial que no se avergüenza de serlo, que muestra sus cartas desde un principio y que no se propone otra cosa que entretenernos con la explotación de viejos mitos cinematográficos. Sí, es la versión PAMI de Rocky versus El toro salvaje, algo así como una reedición de Alien versus Terminator en clave tercera edad.


El film se abre con un programa televisivo que rememora viejas peleas. Vemos a Robert De Niro y Sylvester Stallone, jóvenes y pujantes, como cuando los conocimos en aquellas épocas doradas en las que no teníamos canas ni despuntábamos arrugas. Henry “Razor” Sharp (Stallone) y Billy “the kid” McDonnen (De Niro), boxeadores ambos, of course, se enfrentaron dos veces, cada uno de ellos ganó un combate y quedó pendiente una revancha final. Razor se retiró y regresó a la acería donde trabajaba y The kid hace hoy shows de stand-up, cualquier parecido con las películas antes mencionadas no es pura coincidencia. No se necesita ser Hercule Poirot para deducir que las vueltas de la vida (o del argumento) los volverán a reunir en otro combate culminante. Antes, of course también, deberán enfrentar algunos temas pendientes en la forma de hijos, nietos, ex novias, ex entrenadores e hijos de ex agentes.


Una trama que puede seguir hasta un niño chino de tres años que jamás vio una película yanqui, pero es imposible no preguntarse ¿los espectadores jóvenes que no tienen idea de quienes son Stallone y DeNiro intuirán que hay algo más que una historia de viejos boxeadores que vuelven al ring solo porque pueden darse ese lujo? ¿Se percibirá lo metacinematográfico cuando se desconoce el pasado con el que se dialoga? Sabrá Dios.


A esta altura sobran las pruebas de que DeNiro es proclive a desacralizar su glorioso pasado. Volvió a subirse a un taxi en Being Flynn, ahora se calza los guantes otra vez. Los que lo odian dicen que se autoparodia, yo elijo creer que se revisita.


Stallone se ha repetido, pero esta es la primera vez que se cita a sí mismo conscientemente en tono humorístico. Confesó sentirse incómodo en la comedia, aunque aquí las generosidades de DeNiro y de Alan Arkin le establecen una zona de confort y entrega una de las actuaciones más interesantes de su carrera.


El talentoso Arkin, “redescubierto” a partir de Pequeña Miss Sunshine, aprovecha cada escena y cada línea para divertirse y divertirnos.


A Kim Bassinger las cirugías rejuvenecedoras no la volvieron irreconocible, solo le aplanaron los rasgos y le quitaron algo de belleza, nada grave, sigue siendo hermosa. Es una buena actriz, no la más expresiva del mercado, nada grave tampoco, compensa la ausencia de histrionismo con un buen manejo de la emoción y la intención. Es excelente, por ejemplo, como cierra su escena de dolida explicación con el chiste de las palomas. No cualquiera.


En resumen, un honesto y entretenido film comercial. (Ah, como la edad es muy relevante para el argumento, consignemos que De Niro tiene 70 años y Stallone, 67).

Un abrazo, Gustavo Monteros

viernes, 24 de enero de 2014

Escándalo americano




El título original de esta película es American hustle  (hustle es fraude, estafa, por lo tanto una traducción más o menos fiel sería Estafa norteamericana). Se basa muy libremente en una operación del FBI a fines de los 70 y principios de los 80 conocida como Abscam o Arab scam  (scam es timo, chanchullo, o sea que Abscam sería Chanchullo árabe) que partió de una investigación de mercadería robada y derivó en el desenmascaramiento de algunos políticos corruptos.


El film se abre con una voz en off que remite al clásico de Scorsese de 1990, Buenos muchachos, y el quid de la cuestión remite a aquel clásico de George Roy Hill de 1973, El golpe; de donde se deduce que para el pleno disfrute de la historia, cuanto menos se sepa, mejor.


Bástenos decir que hay un cuarteto principal conformado por Irving Rosenfeld (Christian Bale), un estafador que procura tener siempre la cabeza lejos de cualquier radar, casado con Rosalyn (Jennifer Lawrence), más pegajosa que el viejo papel matamoscas y más volátil que un cuete trucho, y enamorado de Sydney Prosser (Amy Adams), una superviviente sexy, inescrupulosa, camaleónica y con más capacidad de amar que todos los personajes de Ingrid Bergman juntos; Irving y Sydney caerán en la mira de Richie DiMaso (Bradley Cooper), un agente del FBI de ambiciones ciegas. También adquirirá relevancia la figura del alcalde Carmine Polito (Jeremy Renner), carismático hombre público.


David O Russell después de experimentar con las formas en Tres reyes (1999) y I heart Huckabees (2004) se consolidó con The fighter (El ganador, 2010) y Silver linings playbook (El lado bueno de las cosas, 2012) como el campeón de las familias o más bien las relaciones disfuncionales, con conflictos no del todo irreconciliables que se superan o al menos se sobrevuelan con esa cosita llamada amor. Sus personajes están siempre al borde de la explosión, pero no llegan al desenlace del personaje de Capusotto que se tilda en el facebook, porque los tenues lazos de la contención aún les funcionan, lo que los hace muy atractivos. La galería de personalidades que suma aquí acrecienta su fama de creador de neuróticos inolvidables post Woody Allen.


Christian Bale, después de bajar asombrosamente de peso para El maquinista, Rescate al amanecer y El ganador, engorda a la De Niro para El toro salvaje. Más allá del abuso de esta discutible técnica de mimesis, el hombre tiene talento y sabe cómo usarlo.  Amy Adams y Jennifer Lawrence son dos actrices portentosas que están más allá de los adjetivos. Bradley Cooper y Jeremy Renner ratifican que ocupan lugares de privilegio en el cine contemporáneo no en vano. Impecable también el resto del elenco con una apabullante aparición breve de Robert De Niro que oficia como regalo de los dioses.


Esta película de regocijante recreación de las modas y los ambientes de los 70, pasará a la historia del cine por dos detalles, los peinados, en especial el de Christian Bale y una línea de diálogo que se refiere al personaje de Jennifer Lawrence y que nombra a Picasso en el símil. Frase inspiradísima que no transcribo para no entorpecer el placer de saborearla. No dudo que a la larga será tan citada como las apócrifas de Casablanca o Carne.


En resumen, una excelente comedia negra.

Un abrazo, Gustavo Monteros

La ladrona de libros





La ladrona de libros se basa en el best seller de Marcus Zusak y transurre en la Alemania de la Segunda Guerra Mundial. Historia narrada a pura emoción que parte de una narradora en off muy peculiar, la muerte, personificada por un hombre, como en el clásico de Bergman de 1957 El séptimo sello. Superada la perplejidad inicial, se comienza a desconfiar de semejante narrador, el miedo no es sonso y la chica tiene muy mala prensa. La parca, para nada parca en esta versión, no hace sino enmascarar a la figura del autor, semidiós autoforjado que determina quién sobrevive y cómo en toda ficción.


Existen innumerables relatos de vida en la Alemania de la Segunda Guerra, dicha prepotencia numérica lleva a la conformación de lugares comunes que por suerte La ladrona de libros se encarga de sortear. Liesel (Sophie Nélisse) es una niña semianalfabeta que va a parar en custodia a la casa de Hans (Geoffrey Rush) y Rosa (Emily Watson). Hans y Rosa hacen unos cuantos malabares para mantenerse al margen de la histeria hitlerista. El pago de una deuda involucrará a Max (Ben Schnetzer), por cuya recuperación, Liesel, ahora una voraz lectora, robará libros.


La ladrona de libros es tanto el relato del nacimiento de una autora como del mantenimiento de la dignidad humana en medio del desastre moral. El inicio es detallado y el final elíptico, la historia cierra con unos cuantos puntos suspensivos que no referiré para no contar más de lo que es debido, pero que dejan preguntas abiertas no sobre la historia central aunque sí sobre las subtramas. Preguntas que de todos modos no inhiben que la trama luzca sólida y concluyente.


Sophie Nélisse a quien conociéramos en Monsieur Lazhar es una actricita hipnótica. Aquí está muy pero muy bien, sin embargo la cuestión idiomática influye, su actuación no fluye en inglés tan bien como lo hacía en francés. Geoffrey Rush ratifica que es un actor todoterreno al que se le puede pedir lo que sea que saldrá siempre airoso. Emily Watson hace un personaje  típico de la gran Tita Merello, la jetona bocadura que oculta un gran corazón. El desconocido Ben Schnetzer, si tiene suerte, logrará que su Max lo posicione mejor en el mercado laboral. Se luce también la estrella alemana Barbara Auer como la esposa del alcalde, dueña de una envidiable biblioteca.


Dirigió Brian Percival que en su haber tiene haber comandado unos cuantos capítulos de la ineludible Downton Abbey.  También se hace notar a fuerza de notas bien puestas el veterano John Williams que añade otra gran partitura a su frondoso  y envidiable currículum.


Ah, es magistral el uso que se hace en un momento de la trama de una bandera nazi, ejemplo de cómo combatir al enemigo con sus propias armas.


En resumen, una entrañable historia sensible que homenajea también a esa antigualla, que ojalá sea eterna, llamada libro.

Un abrazo, Gustavo Monteros

viernes, 17 de enero de 2014

Familia peligrosa




Confieso que disfruté cada minuto de Una familia peligrosa (The family / Malavita) por los motivos equivocados, quizá. Desde la razón, no sé si es una buena película, desde los sentimientos, sí, plenamente. ¿Debido a? Uno) Es un homenaje afectuoso a De Niro (nunca está de más ratificarle que aparte de admirarlo lo queremos) Dos) Michelle Pfeiffer.  Y Tres) Cierta poética justiciera.


Pero remitámonos primero al argumento para ver si los motivos antes esgrimidos tienen sentido (o no). Los Manzoni o los Blake son una familia típica peculiar, compuesta por papá De Niro, mamá Pfeiffer y dos hijos adolescentes Belle (Dianna Agron) y Warren (John D’Leo). Peculiar porque llegan a la Normandía francesa bajo el programa de protección de testigos, ya que papá De Niro fue un mafioso que se arrepintió y que mandó a la cárcel a cierto capomafia de lo más memorioso y vengativo. El oficial a cargo, Tommy Lee Jones, les recomienda que dejen los buenos o malos hábitos detrás porque no puede relocalizarlos eternamente. Sabemos entonces que estamos ante una comedia negra que se las trae.


Luc Besson (Subway, Nikita, El profesional, El quinto elemento, Juana de Arco) filma a De Niro desde la primera escena en plan homenaje. Quiere, y sabe cómo lograrlo, que el personaje de De Niro dialogue con el pasado del impar actor.  El homenaje se volverá explícito cuando papá De Niro se vea obligado a presentar en el cine club del pueblo a, cha cha cha chan, Buenos muchachos. El juego metalingüístico, metacinematográfico o metacinéfilo es un deleite para fanáticos irredentos del Bobby como yo.


Y si de deleites se trata, Michelle Pfeiffer es uno indiscutido. La chica es hermosa, deslumbrante incluso en su otoño, actúa bien y tiene un pasado glorioso. La dirigieron hombres sabios y fue partener entre otros de Al Pacino, George Clooney, Bruce Willis, John Travolta, los hermanos Bridges, Sean Penn, Sean Connery, Jack Nicholson, Harrison Ford, Johnny Depp, Robert Redford, Daniel Day Lewis, Mel Gibson, John Malkovich, Mathew Modine, Alec Baldwin, Jeff Goldblum, Rutger Hauer, Mathew Broderick, a propósito no consigno los títulos para que se diviertan recordándolos. Famosa por su inseguridad, injustificable, devuelve siempre a fuerza de talento y magnetismo el importe de la entrada, como Michael Caine con quien también actuó. Con De Niro estuvo en un par de films anteriores pero se cruzaban en la alfombra roja y no en escena. Se lo debían y nos lo debían. Y ahora pagan. Con creces. Hay química y es una fiesta verlos juntos.


Este pueblito en el que recalan los personajes, como buen pueblito, es un infierno grande. Lleno de maleducados, prepotentes e hipócritas. Harán mal en meterse con los Manzoni / Blake. Que tire la primera piedra el que no quisiera castigar a los maleducados, prepotentes e hipócritas a los que soportamos civilizadamente todos los días. Claro, jamás los castigamos, pero los Manzoni / Blake sí (y cómo). Tanto que  algunas retribuciones pueden parecer excesivas, no por eso, con culpa o sin ella, las gozamos menos. El placer vicario del cine que le dicen.
 
Un abrazo, Gustavo Monteros