viernes, 31 de mayo de 2013

Ginger y Rosa



Ser adolescente fue, es y será un problema en cualquier lugar y tiempo. Aunque “adolescer” en medio de la crisis de los misiles de Cuba en 1962, cuando se suponía que el mundo podía volar por los aires de un momento a otro, tiene sus bemoles. Y si encima tu mejor amiga… no, mejor eso no lo cuento, porque sería una triple traición a la doble que sufre la pobre Ginger.

Ginger y Rosa son amigas desde la cuna y tienen mucho en común. Madres que no saben o no pueden conservar a sus hombres, padre ausente, una, y padre muy ausente, la otra.

Ginger (Elle Fanning) es hija de Roland (Alessandro Nivola), un profesor universitario, preso durante la Segunda Guerra Mundial por negarse a combatir, demasiado enamorado de la singularidad de su pensamiento y con la irreprimible urgencia de irse a la cama con sus alumnas, y Natalie (Christina Hendricks) un ama de casa que abandonó la pintura para ser esposa y madre. Rosa (Alice Englert) es hija de Anoushka (Jodhi May) una proletaria que llena su vida de hijos y de un hombre que se va casi con los títulos de apertura del film. Ginger tiene además un par de padrinos gay (no olvidemos que estamos a principios de los 60, de modo que son precursores de nuestra bienvenida cotidianeidad en el tema) Mark 1 (Timothy Spall) y Mark 2 (Oliver Platt), amigos o parientes de Bella (Annette Bening) una feminista librepensadora.

Ginger es más candorosa que Rosa, muy precoz en esto de probar lo que la vida tiene para ofrecer en cuanto a amores y gratificaciones sexuales. Pero Ginger es una luchadora nata, no se va a quedar cruzada a brazos a esperar que el mundo se evapore en una nube hongo, no, al menos protestará y escribirá poemas. Aficiones (¿futuras profesiones, quizá?) que la harán crecer y atravesar más o menos indemne la primera noche oscura de su vida.

Sally Potter (Orlando, La lección de tango, Las lágrimas de un hombre, Yes, Rage) entrega la película más clásica de su carrera y quizá la más personal, evoca la época de su propia adolescencia y dedica el film a su madre, partida recientemente. Hay mucho detalle que hará las delicias de los que recuerden aquella década y una singular elegancia y destreza narrativa. Cínicamente podríamos decir que teje la trama de un teleteatro en un momento de significancia histórica entre personajes intelectuosos y elocuentes, pero hace más que eso, le da resonancias particulares a una experiencia por la que todos atravesamos: la de dejar de ser niños.

Para lograrlo cuenta con la más luminosa de las aliadas posibles: Elle Faning, de 13 años durante el rodaje y de 15 ahora, es de esos seres privilegiados que parecen haber nacido para que la cámara los ame. Antes se le decía fotogenia y ahora se habla de carisma, pero no es eso, es algo más, algo que en mi cortedad sólo puedo definir como luminosidad. La cámara capta con amor todo lo que la chica expresa y la vuelve más nítida, bella, profunda e hipnótica a la vez. La Rosa de Alice Englert, hija de Jane Campion (El piano, Retrato de una dama, Humo sagrado, En carne viva), tiene lo suyo y ni que hablar del talentosísimo elenco, pero ante el portento de la Fanning se opacan, se difuminan.

En resumen, una muy buena oportunidad de disfrutar o conocer a una actriz única. (Aquí está “coloradita”, en lo personal la prefiero en su rubio natural como en Somewhere – En un rincón del corazón de Sofía Coppola o en Súper 8 de J.J. Abrams)
Un abrazo, Gustavo Monteros

viernes, 24 de mayo de 2013

Dos nacionales y un pochoclo

Tres estrenos hay esta semana, ninguno de los cuales podré ver por razones de fuerza mayor, lo que no es óbice para que les informe de qué van. Dos son nacionales y el otro es un tanque del más puro pochoclo.



Arranquemos con el tanque. Se trata de Rápido y furioso 6 dirigida por Juntin Lin que ya dirigió algún que otro rápido y furioso anterior. Como van por la 6, supongo que ya se habrán chocado con alguna y sabrán más o menos de qué se trata, pero si hay sido tan afortunados como para no tener ninguna idea al respecto, les cuento que es una de autos, camiones, motos o cualquier otro vehículo que se conduzca, más hombres musculosos con una irreprimible pulsión por ponerse musculosas, más chicas curvilíneas de poca ropa. Hay algo que con muy buena voluntad podría parecerse a un argumento, aunque lo más importante, indiscutido motivo de su éxito, es que hay muchas explosiones, carreras, trompadas y balaceras. Y si no se es muy exigente, algo que podría parecerse al humor. La protagonizan Vin Diesel (el apellido lo destinaba al proyecto de cabeza) y Paul Walker. Están también Dwayne Johnson (conocido también como The Rock, por sus habilidades como luchador, no por sus virtudes histriónicas), Michelle Rodríguez y Luke Evans.
Hay gente que la pasa bomba con estas cosas. Yo, también, a veces, y en tardes de lluvia cuando las opciones son armar exámenes para los cuales nadie estudiará, animarse por fin a tirar los papeles que en la biblioteca están al borde de la avalancha o planchar setecientas camisas, me pueden llegar a encantar. No sé si tienen mucho que ver con el cine, salvo que se filman y se exhiben donde suelen dar películas, pero en fin, si uno está en vena para poner la mente en blanco, pueden ser divertidas.




El primer estreno argentino es Cuando yo te vuelva a ver de Rodolfo Durán (Cerca de la frontera, Terapias alternativas, Vecinos). Transcribo a continuación gacetilla de prensa:

Treinta años después de haberse radicado en España, Paco regresa a la Argentina para apadrinar la boda de un amigo. Retirado, con su hijo a cargo del negocio familiar y separado de su esposa española, está de visita para reencontrarse con sus afectos. Como siempre, en los últimos treinta años, Margarita arrastra hacia adelante su vida, con similar abnegación con la que empuja el carrito del supermercado, cargado de elementos para catering. Jubilada como docente, complementa sus ingresos de esta forma, junto con Ethel, su socia y amiga de su hija Valeria. Es justamente en la fiesta de casamiento, donde Paco como padrino y Margarita como encargada del servicio de catering, se van a cruzar nuevamente, aunque sin encontrarse, hasta que él la descubra en un video de la fiesta y el amor truncado por la ausencia y la negativa de ella a responder sus cartas, vuelva a renacer en una búsqueda desesperada por recuperar el tiempo perdido. El reencuentro, que será fraguado con la complicidad de Félix, el hermano de Paco, y de Ethel, los llevará a enfrentarse al empeño de Margarita en continuar huyendo de esa relación, a los reproches, la nostalgia y la inesperada confesión de un secreto guardado durante todos esos años.

Actúan Ana María Picchio (muchacha que de actuar sabe un rato y medio), Manuel Callau, Malena Solda, (el gran) Alejandro Awada, Miriam Lanzoni, Delfina Peña, Juana Dates, Nicolás Condito y Atilio Pozzobón.
Se exhibe en el CINEMA PARADISO  y va a las 15:40 - 19:20 - 23:10

 
 

El segundo estreno argentino es Rouge amargo de Gustavo Cova (Alguien te está mirando, 100 años de Carlos Gardel, Boogie el aceitoso, Gaturrro la película). Transcribo gacetilla de prensa:

Julián (Luciano Cáceres) se registra en un viejo hotel de una peligrosa zona roja de la ciudad. Ya en su habitación es sorprendido por violentos ruidos y desesperados gritos de mujer. Sin dudarlo, Julián saca su arma y sale al pasillo, encontrándose allí con Cyntia (Emme), una joven totalmente desnuda que le pide ayuda. Un extraño y violento hombre (Cesar Vianco) se enfrenta a Julián. Mientras pelean, él reconoce a la persona que yace muerta en aquella habitación: se trata de un famoso candidato a diputado. Antes de que llegue la policía, Julián logra reducir al asesino, y junto a Cyntia, escapan del hotel. Sin tener donde ir ni donde esconderse, deciden recurrir a Rita (Gustavo Moro), una travesti amiga de Cyntia, quien los refugia en su casa. Mientras tanto, un joven periodista (Nicolás Pauls) y un veterano policía (Rubén Stella) intentan descifrar el caso. Julián y Cyntia unen sus destinos para escapar de la justicia que los culpa del asesinato del político, mientras tratan desesperadamente de descubrir quién está detrás del crimen. Un crimen, un poder corrupto, varios secretos... Un ex presidiario, un prostituta y una travesti... ¿Quién puede creer en ellos?

Actúan Luciano Cáceres, Emme (desde que la conocí en el musical Rita, la salvaje, ¡me encanta Emme!), Nicolás Pauls, Gustavo Moro, César Vianco, y Rubén Stella.

Va en el CINEMA OCHO a las 13:45 - 19:20 - 21:10

Y recuerde, perdón por insistir, por ser pesado, en caso de duda, opte siempre por lo nacional, porque como decía Mario Benedetti a propósito de otra cosa aunque bien podría aplicarse a nuestras películas, ellas vienen “con los ojos que siempre me miraron / las palabras que siempre me dijeron / con un cielo de ayer sobre los hombros / y el corazón deshilachado y terco”.
Un abrazo, Gustavo Monteros

viernes, 17 de mayo de 2013

El gran Gatsby




Y se largó el quinto Gatsby nomás. Dicho así parece una Polla de Potrancas o un Derby de Kentucky y no una nueva adaptación de la novela de Scott Fitzgerald, que va camino de competir con las damas de las camelias y las annas kareninas en cantidad de versiones cinematográficas. La primera fue de 1926, dirigida por Herbert Brenon  con Lois Wilson y Warner Baxter en los protagónicos. No queda rastro de esta película, ni una copia se encontró, aunque en una carta recientemente hallada, Fitzgerald dice haberla visto y que era malísima. La segunda es de 1949, dirigida por Elliott Nugent con Betty Field y Alan Ladd en los estelares. Ésta sí puede verse, tiene como una cosa de cine noir y los que quedan vivos al final hacen un mea culpa poco convincente y muy de aquellos tiempos. La tercera no es la vencida, pero sí la más conocida. Es de 1974, la dirigió Jack Clayton, con guión de Francis Ford Coppola con Robert Redford y Mia Farrow encabezando el elenco. Famosa entre otras cosas por la cámara con mucha vaselina que le daba al film un difuminado encanto. La cuarta es del 2000 y fue para la televisión, la dirigió Robert Markowitz con Mira Sorvino y Paul Rudd en la pareja principal, según parece es medio sosa  pero digerible. Y ahora llega con muchos bombos y platillos la versión de Baz Moulin Rouge Luhrmann con Leonardo Titanic Di Caprio y Carey Enseñanza de vida Mulligan como Jay Gatsby y Daisy Buchanan.

Baz Luhrmann dice que El gran Gatsby es una historia de amor. Hum, no sé.  No en el sentido estricto al menos. En cine se considera una historia de amor cuando A ama a B y es correspondido por B, y juntos o por su cuenta luchan contra los obstáculos que los separan. Aquí Gatsby ama a Daisy. Tanto que construyó una fortuna y se agenció una casa solariega para que Daisy reine en ella. Daisy lo quiere, sí, pero no lo suficiente como para tomarse la molestia de alcanzarle un vaso con agua y una aspirina en el hipotético caso de que al pobre Gatsby le doliera la cabeza. Estoy más de acuerdo con los que definen al Gatsby como la historia de una traición. Gatsby es traicionado por su amor y sus sueños. Cuando cree haber llegado a su Paraíso, descubre que por más optimismo que se tenga al pasado no se vuelve. Su amor fue un autoengaño y sus sueños, un espejismo. Los puritanos que llegaron al Nuevo Mundo para fundar una sociedad sin clases sociales y con igualdad de oportunidades para todos terminaron engendrando una aristocracia del dinero tan excluyente y caprichosa como la aristocracia de sangre. Se alienta al hombre emprendedor, el famoso self-made man, pero cuando llega, se buscan motivos para no considerarlo uno más de los elegidos.

Al igual que Moby Dick de Herman Menville, novela considerada infilmable hasta que Ray Bradbury, por inexorable insistencia de John Huston, logró con su guión desentrañarla, El gran Gatsby era una fortaleza inexpugnable que se resistía a ser adaptada  para el cine, hasta que Francis Ford Coppola armó el caballo de Troya que la hizo ceder. Ford Coppola le dio un consejo a Luhrman: construir la historia desde los personajes secundarios. Una más que buena idea  porque en El gran Gatsby la historia principal viene de segunda mano. El libro está narrado desde el punto de vista de Nick Carraway (Tobey Maguire), testigo de los hechos que se describen. De modo que el Gatsby y la Daisy que se conocen son los de Nick, no corporizaciones autónomas netas. Esto para el espectador puede parecer una disquisición técnica, pero para el guionista y el director es una complicación mayúscula que exige tomas de decisiones tajantes.  Por ejemplo, ¿Gatsby es como Nick dice que es?, o ¿es una idealización pergeñada por el recuerdo y la culpa de Nick? Toda adaptación cinematográfica de una obra literaria es una traducción y ya se sabe, traduttore traditore, de modo que ser fidedigno más que una realidad es una utopía. Tarde o temprano, los guionistas y directores se encogen de hombro y repiten “in for a penny, in for a pound” (en cana por un penique, má sí, mejor en cana por una libra) y comienzan a tomarse libertades que los alejan del material original. Luhrman también termina haciéndolo. Por más que copie frases de la novela y hasta las escriba en pantalla, la “fidelidad” está tan lejos como la luz verde que obsesiona a Gatsby, y no hablo del encuadre narrativo de que Nick tenga que contar la historia como una ¡terapia! para curarlo de la depresión y el alcoholismo…

Cuando se supo del proyecto, hubo intensos debates sobre si Luhrman era el director ideal para versionar esta novela. ¿Lo es? Sí y no. Lo es para expresar la paradoja principal del libro: la denuncia celebratoria; se denuncia que la riqueza es vacía y vulgar a la vez que se celebra su munificencia. Luhrman, se sabe, tiene un estilo visual excesivo, desbordante y puesto a subrayar las extravagancias de la dilapidación no hay quien lo iguale. No lo es tanto para bucear en emociones, para ahondar en relaciones. A veces estos debates prueban ser inútiles o como en este caso terminan por ser predicciones verificadas. Lo mejor por lejos (y rayando en lo hiperbólico) todo lo que tiene que ver con lo sensorial; las fiestas, por ejemplo, son desaforadas, descomunales, grandiosas. Como ya lo demostrara en Moulin Rouge pocas veces el cine logra ese nivel de magnificencia visual y sonora. Hay que tener mucho talento para apabullar así. Lo íntimo no se le da tan bien. Alguien dice por ahí que en Moulin Rouge no se le notaba porque los personajes eran más simples, aquí que tienen más dobleces que camisas con alforzas se evidencia que Luhrman no navega muy bien las aguas profundas.

Como corresponde al estilo Luhrman, las actuaciones arrancan como caricaturas de rasgos marcados, para diferenciar los personajes de la parafernalia escenográfica, y de poco van adoptando carnadura. Leonardo Di Caprio está magnífico como Gatsby, sabe que tiene un gran personaje y no lo desaprovecha. Tobey Maguire hace abuso de su simpatía para ocultar que los narradores de hechos ajenos son personajes aburridísimos a los que nunca les pasa nada, son como escribanos, sólo dan fe.  A pesar de su corta aunque luminosa carrera, quiero mucho a Carey Mulligan, pero la verdad sea dicha, aquí está medio insoportable. La culpa es tanto propia como de Luhrman y su coguionista, los tres se empeñan en transformar a Daisy en algo que no es, una mujer enamorada, por momentos parecen triunfar, pero el “cuento” de Fitzgerald los derrota, ¡y cómo! Joel Edgerton (Tom, el marido de Daisy) nos hace olvidar cerca del final el bigotito de villano que le encajaron. Elizabeth Debicki está muy bien como Jordan Parker, la amiga de Daisy, pero en realidad deja que el hermoso maquillaje, la estilizada peluquería más el despampanante vestuario que le tocó en suerte “hagan” su actuación. Myrtle (Isla Fisher) y George Wilson (Jason Clarke) no están muy desarrollados en esta versión y se quedan en estereotipos.

Hay mucho para disfrutar en este Gatsby, pero si se recuerda la versión de Redford, Farrow, Clayton es imperativo olvidarla. El Gatsby de 1974 fue el mejor Gatsby que el cine industrial de los setenta podía dar, elegante, parsimonioso, revelador. El Gatsby de Luhrman es el mejor Gatsby que esta contemporaneidad pochoclera nos puede dar, es desbocado, acelerado, ruidoso, abrumador. A cada tiempo, su aire. Pero el Gatsby de tan grande no se agota, así que hasta el próximo Gatsby.
Un abrazo, Gustavo Monteros

viernes, 10 de mayo de 2013

Profesor Lazhar




Hay personas a las que les gusta ver sus profesiones reflejadas en la pantalla. Médicos que se deleitan con los dramas hospitalarios. Abogados que se entusiasmas con los melodramas de juicios. Policías que son Jake Gyllenhaal por un par de horas. Bomberos que ya no se aburren en las vigilias porque las películas los hacen héroes de tiempo completo. No es mi caso. Me gano la vida como obrero de la tiza y los dramas escolares más que avivar me enfrían mis ganas de verlos. Después de horas y horas en una escuela, no me fascina precisamente sumergirme en una ficción que me devuelva a un aula. No porque esté peleado con la profesión, hubo épocas en que lo estuve, no ahora, sino porque no creo a priori, Dios me perdone, que un film me revele nada que no sepa hasta en los huesos. De modo  que comencé a ver a este profesor Lazhar con desgano casi, pero esta película tiene un punto de inicio que le despertaría el interés a un ministro de educación, gente poco propensa a involucrarse en las cuestiones áulicas.

Si Shakespeare arrancaba sus tragedias con brujas y fantasmas para asegurarse de captar la atención de su volátil público, esta película no se queda atrás. Un chico de unos 11 o 12 años descubre que su maestra se suicidó colgándose de una viga del aula. ¡A la mierda! Se sabrá después que el chico por una desavenencia que tuvo con la maestra cree que pudo haber influido en su decisión fatal. ¡A la mierda! Dos. A la clase la toma el profesor Lazhar, un exiliado que busca que lo consideren un refugiado político en el Canadá, más precisamente en Montreal, lugar de la acción. El pobre perdió a su mujer y a sus hijos cuando una bomba explotó en el edificio donde vivían. ¡A la mierda! Tres. Contado así para el desmadre habitual de una peli española que se resolverá con escenas tremebundas y ríos de lágrimas, pero no. El film se desarrolla en tonos menores, con una sensibilidad discreta, una siempre bienvenida sutileza y una nunca agradecida del todo delicadeza. Tampoco crean que les arruiné el pastel, agriando el relleno con lo que les conté. No, es sólo el marco para que se dé lo que verdaderamente importa.

El profesor Lazhar es como una mancha de liquid paper que se extiende sobre un mantel negro. La paulatina inserción de este hombre de bagaje cultural diferente en una institución cuyas reglas le irán siendo reveladas desenmascarará unas cuantas hipocresías. La de un progresismo tan declarado como endeble, una educación que se piensa abarcadora y es tan regimentada como siempre, una corrección política que debe acatarse sin cuestionamientos y que es por lo tanto tan rígida y falsa como cualquier otro fanatismo. Lo bueno es que nada de esto se declama sino que emerge de las situaciones. El film a través de su personaje principal indaga, cuestiona, molesta. Exige que deje de darse todo por sentado, por descontado, porque tanta complacencia esconde errores, que más temprano que tarde engendrarán reacciones opuestas tan virulentas como monstruosas. Deja al desnudo, por ejemplo, que el sistema educativo piensa más en la idealización de su propio modelo que en los alumnos, sus “supuestos” beneficiarios. Y esto se logra, insisto, sin discursos ni parrafadas. Basta la intromisión de un “diferente” para la verdad se revele. Estas son algunas de las lecturas que pueden hacerse, hay muchas, tantas como las que quieran buscarse, entre ellas, también, claro, la más evidente, la de la pérdida, el duelo y el seguir adelante; lo maravilloso es que todas surgen de una historia lineal y simple.

Mohamed Fellag es Lazhar, el gran protagonista. Sólo podría describir su trabajo con justeza diciendo que da una actuación “Brechtiana”. Si bien toda nuestra conmoción está con él en la escena de la audiencia con los abogados, durante el resto del metraje hace uso de un ligerísimo histrionismo teatral que distancia, que nos obliga a prestarle atención a los detalles de su comportamiento y el del que lo rodean. No sé si el actor se lo propuso o si actúa siempre así, lo incuestionable es que lo que hace le viene idealmente bien a la película. Los niños Sophie Nélisse y Émilien Néron son coprotagonistas de lujo. Sí, ya sé que dije por ahí que no hay que hacer alharaca con los niños actores, porque cualquier chico que entienda el juego puede actuar, pero estos tienen más méritos que el común, porque manejan conflictos que intranquilizarían a la mismísima Meryl Streep.

Philippe Falardeau se revela como un gran director. Monsieur Lazhar (2011) es su cuarto largometraje. Antes hizo La moitié gauche du frigo (2000), Congorama (2006), C'est pas moi, je le jure! (2008). Además de La course destination monde, un documental para TV de 1989, Pâté chinois, un mediometraje de 1997, Jean Laliberté: A Man, His Vision and a Whole Lot of Concrete, un corto de 2002.  Ninguno de los cuales, creo, se conoció por estos pagos. Y ya filma para Hollywood, The good lie,  con la ahora escandalosa Reese Witherspoon. Habrá que seguirlo de cerca, se lo merece.

En resumen, una excelente película para la “Señora Directora, Señora Vicedirectora, Señora Secretaria, Señores Docentes, Señores No Docentes, Señores Padres… Alumnos.”
Un abrazo, Gustavo Monteros

domingo, 5 de mayo de 2013

Rigoletto en apuros





El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos. Nosotros. Las estrellas. Los grandes actores. Los vecinos. Chocolate por la noticia. El tiempo y la muerte nos esperan pacientemente a todos. Y claro, los grandes actores necesitan papeles para ejercer su talento hasta el telón final. Hasta el mismísimo Shakespeare pergeñó grandes personajes para los histriones veteranos. El mentado Rey Lear de la obra homónima y el Próspero de La tempestad. El cine desde siempre no fue la excepción. Para no aburrir, mencionaré tres grandes ejemplos. El luminoso aunque triste e invernal Cuando huye el día del gran Ingmar Bergman. Esa inoxidable reafirmación de amor y vida del no menos grande Vittorio De Sica: Umberto D. Y en un homenaje a la excelente y recientemente partida guionista Aída Bortnik, la hermosa y entrañable Gringo viejo de Luis Puenzo, con ese inmensamente humano Gregory Peck. Del cine industrial-comercial más o menos contemporáneo se me ocurren dos ejemplos que curiosamente vienen del teatro: En la laguna dorada, que ya tiene dos versiones, la de cine con Katherine Herpburn y Henry Fonda y una incluso más bella y tierna para televisión con Julie Andrews y Christopher Plummer. Y Conduciendo a Miss Daisy con Jessica Tandy y Morgan, me pongo de pie, Freeman; pieza que hace poco hicieron en teatro, Vanessa Redgrave y James Earl Jones. Pero como la ciencia avanza y las expectativas de vida aumentan, ya no bastan dos o tres grandes papeles para actores en la edad dorada, no, se necesitan argumentos llenos de venerables ancianos, de allí que surgió el drama o la comedia geriátrica, dicho con todo respeto, que uno no se pone más joven con cada día que pasa. Ejemplos recientes de este nuevo género son ¿Y si vivimos todos juntos? de Stéphane Robelin y El exótico hotel Marigold de John  Madden.

Rigoletto en apuros (Quartet en el original) comparte ambiente con El fin del día (1939) de Julien Duvivier y la obra teatral de Nöel Coward, Waiting in the wings (Esperando en bambalinas). La diferencia es que esta vez no se trata de una casa de reposo (eufemismo de geriátrico si los hay) para actores sino para cantantes clásicos. Comparte también con los títulos mencionados, conflictos y subtramas. Como en El fin del día hay una relación trunca que debe enmendarse o superarse, más un círculo de personajes coloridos. En Waiting in the wings es necesario hacer una función a beneficio para anexar un solárium, aquí una gala benéfica se impone para salvar el geriátrico.

Dustin Hoffman en su debut como director va a lo seguro, parte de una obra de teatro, estrenada y por lo tanto de probada eficacia, de Ronald Harwood (El vestidor, Taking sides) adaptada por el propio autor y se la da a un elenco que puede hacer entretenidísima la lectura de los tickets del supermercado: Maggie Smith, Tom Courtenay, Billy Connolly, Pauline Collins y Michael Gambon, más esos secundarios de lujo que sólo el teatro inglés puede producir. (Que uno de los reyes del Método elija para su debut glorias inglesas que son lo más anti-Método que se puedan conseguir, ¿debe interpretarse como el triunfo de este último modo de actuación? Laurence Olivier, que en un momento del rodaje de Maratón de la muerte le dijo a Dustin, quien cómo debía parecer cansado llevaba dos noches sin dormir, ¿y si lo actúa?, debe estar ostentando una inmensa sonrisa en su nube del Paraíso).

El guión no dice nada nuevo sobre la vejez, sus renuncios o las carreras cortadas por lo que ya no puede hacerse, lo que no impide que nos entretengamos, nos conmovamos con el talento, la gracia, la lozanía de estos actores que se la saben todas y lo despliegan. Sí, más allá del auspicioso pulso de narrador firme y sensato que exhibe Hoffman (sólo opacado por algún manierismo inútil como el uso de una grúa para el paseo de la Smith y Courtenay por el jardín que le da espectacularidad a lo que debe ser íntimo) es una película de actores y músicos, como lo rubrica el conmovedor homenaje que les reserva para los títulos finales. Sí, en el fondo es un tributo de Hoffman a los que como él le dedicaron su vida al espectáculo.

En resumen, una película a la que los actores vuelven muy, muy entrañable. Verlos es un deleite.

Un detalle, se da a entender claramente durante todo el film que la gala tendrá lugar en un gran teatro, pero cuando llega la escena en cuestión el trámite se resuelve en la misma casa-geriátrico, como si se hubieran quedado sin presupuesto para ir a Covent Garden y llenarlo de extras. Cosas del cine.
Un abrazo, Gustavo Monteros

viernes, 3 de mayo de 2013

3 estrenos 3

Otra semana en que no puedo ir al cine. Bueno, que esto no sea impedimento para que les informe de que van los estrenos. A continuación transcribiré las gacetillas de prensa. (Los paréntesis son míos)






En trance

de Danny Boyle (Tumba a ras de la tierra, Trainspotting, ¿Quieres ser millonario?, 123 horas

con James McAvoy, Vincent Cassel, Rosario Dawson, Tuppence Middleton, Danny Sapani, Wahab Sheikh, Lee Nicholas Harris

 Simon (James McAvoy), que trabaja en una casa de subastas, se compincha (no sé ustedes,  pero yo me compincho todo el tiempo, bromas aparte, una cosa es clara, el traductor no es rioplatense) con una banda criminal para robar una obra de arte que vale millones de dólares pero, después de haber recibido un golpe en la cabeza durante el atraco, descubre, al despertarse, que no recuerda dónde ha escondido el cuadro. (El viejo truco de la amnesia, parcial en este caso, las telenovelas de la dictadura estaban llenas de amnesia, época en que la amnesia era de lo más conveniente, sin comentarios). Cuando las amenazas y la tortura física no logran ninguna respuesta, el jefe de la banda (Vincent Cassel) contrata a una hipnoterapeuta (Rosario Dawson) para que entre en su cerebro y hurgue en los recovecos más oscuros de la psique de Simon (A mí me gustaría que Rosario Dawson me hiciera unas cuantas cosas, pero que entrara a mi cerebro figuraría entre las muy, muy últimas). A medida que va adentrándose en su destrozado subconsciente (menos mal que no se adentran en el mío), lo que está en juego llega a ser mucho más y los límites que separan el deseo, la realidad y la sugestión hipnótica comienzan a difuminarse y desaparecer (la historia de mi vida)



La huésped

de Andrew Niccol (Gattaca, Simone, El señor de la guerra, El precio del mañana)

con Saoirse Ronan, Jake Abel, Diane Kruger, William Hurt, Frances Fisher, Max Irons, Chandler Canterbury, Boyd Holbrook

 La Tierra ha sido invadida por unos seres que se alojan en el cuerpo de los hombres y controlan sus mentes (¡A la mierda, una tenia saginata mental!). Para Wanderer, la criatura que habita el cuerpo de Melanie, no es fácil acostumbrarse a soportar emociones, sentimientos y recuerdos demasiado intensos (¡Pobrecita, Melanie sentí menos y no tortures así a tu extraterrestre!), pero la principal dificultad consiste en que Melanie lucha por conservar el control de su mente llenándola con recuerdos de Jared, el hombre que ama (Ah, el amor, el amor). La intensidad de estos sentimientos domina hasta tal punto a Wanderer que acaba deseando a un hombre al que jamás ha visto (Y bueno, es así, las chicas se enamoran de un ideal y se despierta con un marido). Una serie de circunstancias, hacen que ambas, muy a su pesar, se alíen y partan en busca del hombre amado. (Como habitan un solo cuerpo, el pobre tipo se va a topar con una especie de esquizoide aguda) Adaptación de la novela de Stephenie Meyer, escritora mundialmente famosa por su saga de "Crepúsculo" (Y sí, hay gente que se vuelve famosa con cada cosa)




Rigoletto en apuros de Dustin Hoffman (¿Necesita presentación?)
con Maggie Smith, Tom Courtenay, Billy Connolly, Pauline Collins, Michael Gambon, Sheridan Smith, Luke Newberry, Jumayn Hunter
 La Casa Beecham, una residencia para músicos retirados, es un hervidero (Promete, no hay nada mejor que un hervidero). Allí, circula el rumor de que pronto ingresará un nuevo huésped. Se dice que será alguien famoso. Para Reginald Paget (Tom Courtenay), Wilfred Bond (Billy Connolly) y Cecily Robson (Pauline Collins) es sólo un chisme. Sin embargo, se llevan una gran sorpresa cuando descubren que ese huésped es nada menos que su antigua compañera del cuarteto, Jena Horton (Maggie Smith). Su posterior carrera como solista, acompañada por el ego (Si te tiene que acompañar algo, no está mal que te acompañe el ego, pero si el ego también es solista, cagaste, vas a estar más solo que la perra Laika), acabó no sólo con su gran amistad, sino también con su matrimonio con Reggie, a quien no le agrada mucho la noticia de su llegada. ¿Podrá el tiempo sanar las viejas heridas? (Y… si el tiempo no sana las heridas, ¿qué?)Asimismo, ¿Podrá el famoso cuarteto resolver sus diferencias antes del concierto de gala en la Casa Beecham? (A que adivino)
A ésta seguro que la veo, no me pierdo nada en que esté Maggie Smith, más que admirador, soy un barra brava de la querida Maggie. Cuando la vea, les cuento.
Abrazo,
Gustavo Monteros