viernes, 26 de julio de 2013

Algunas horas de primavera



El director, Stéphane Brizé, junto con su guionista, Florence Vignon, intentan en Algunas horas de primavera (Quelques heures de printemps) una reformulación de dos de los tópicos más gastados del melodrama: el de las segundas oportunidades y el de la reconciliación ante la muerte. ¿Y lo logran? Veamos.

Alain (Vincent Lindon) un camionero, que en un arranque de autodestrucción intentó pasar la frontera con una carga de marihuana y fue atrapado, sale de la cárcel después de cumplir 18 meses. Sin trabajo, ni dónde ir y con sólo 800 euros, no le queda más remedio que volver a casa de su madre, Yvette (Hélène Vincent) con la que se entiende poco y nada. A Yvette, por algo que se intuirá más tarde, le cuesta expresar afecto, es dura y seca, y para colmo de males (para ella, no para el melodrama) se está muriendo. Alain en una noche de bowling conocerá a Clémence (Emmanuelle Seigner) quien intentará relacionarse con él. Hay también un vecino amable y cálido, Lalouette (Olivier Perrier) y un amigo fiel de Alain, Bruno (Ludovic Berthillot).

La novedad es que no asistiremos esta vez a la agonía o a la pérdida de las capacidades físicas de Yvette, ya que la señora ha decidido evitarlas solicitando un suicidio asistido, modalidad que se practica en Suiza, para lo cual debe dejar Francia e internarse por una hora (final) en una casita suiza.

Si el borracho parlanchín y torpe es el recurso más barato para garantizar hilaridad en la comedia, condenar a una enfermedad terminal a un protagonista es el recurso más barato en un drama o melodrama para garantizar conmoción. Siempre nos reiremos con el borracho simpático y lloraremos siempre con quien muere de un mal incurable. Son los trucos más bajos de un género u otro.

Aquí, hasta cierto punto, la utilización de un recurso tan básico se redime por unos cuantos detalles sutiles y certeros y por la inconmensurable humanidad de sus protagonistas.

Tiendo a creerle todo lo que hace Vincent Lindon, más que nada por portación de cara. Pertenece a la tradición inaugurada casi por casualidad por Humphrey Bogart, en la que se inscriben también Jean-Paul Belmondo y Jean Reno, la de los protagonistas que ni en los más delirantes elogios podrían ser descriptos como buenmozos. Ostentan esas “jetas” sin embargo atractivas que en cámara dan siempre más expresivas que las de los lindos anodinos estilo Brad Pitt.

La actuación de Hélène Vincent es de una belleza que está más allá de las palabras. En su última escena exhibe una verdad lacerante que la hace inolvidable. Verla, descubrirla o revisitarla vuelve recomendable esta película de un género que detesto: el drama pseudo-hospitalario.
Un abrazo, Gustavo Monteros

Ladrona de identidades



Sandy Patterson (James Bateman) está en problemas, menos mal, porque si así no fuera, no habría comedia. Sandy puede perder su trabajo, lo que es no es poco ya que será padre por tercera vez, debido a que XX (sabremos su nombre verdadero sólo al final y será a la vez emocionante y cómico)  (la impar Melissa McCarthy) le ha robado su identidad, usa clones de sus tarjetas de crédito y lo ha metido en apremios legales. Como la policía puede hacer poco por problemas jurisdiccionales, al pobre Sandy no le queda otra que ir a buscarla a Florida desde Denver. La encontrará, claro, pero a XX la persigue también una especie de cazador de recompensas y dos asesinos al servicio de un mafioso.

Estamos, entonces, en el viejo tópico de la pajera despareja de la no menos vieja película de caminos, aunque con ingredientes que la hacen peculiar. XX, en fondo y superficie, es una pobre desgraciada y Sandy es un nabo con muchas probabilidades de dejar de serlo. El viaje de regreso será el tiempo de las confesiones y transformaciones.

Ambos saltaron a la fama en la televisión, Jason Bateman en Arrested development y Melissa McCarthy en Mike and Molly. Ella viene de lucirse también en el cine con Damas en guerra. Los dos son grandes comediantes y ultra simpáticos, de modo que verlos juntos es un placer.

Aquí y allá hay unos toquecitos dramáticos que le dan más sabor y humanidad al asunto. Este film de Seth Gordon cae, sin embargo, en el típico mal de la nueva comedia yanqui: es un poco largo y se adentra en mesetas narrativas evitables como la escena del bosque y las serpientes, es hora que la comedia deje a los ofidios en paz. Más allá de estos pequeños reparos y de algunos excesos, la película se sigue con bastante agrado y devuelve con sonrisas el costo de la entrada.
Un abrazo, Gustavo Monteros

viernes, 19 de julio de 2013

3 estrenos de vacaciones de invierno





En vacaciones de invierno, los cines se llenan de padres con chichos, de abuelos con chicos, de tíos con chicos, de chicos con chicos. Común denominador: ¡chicos! De donde se deduce que en vacaciones de invierno, los cines son el reino de los chicos. Como yo no lo soy y no tengo ninguno a mano (no se molesten, tampoco me presten ninguno) no pienso acercarme a un cine hasta que las vacaciones terminen. Que tan sensata decisión no me impida, sin embargo, informarles de qué van los estrenos de esta semana. Son tres. Uno argentino, muy anticipado y esperado: Metegol de Juan José Campanella, sobre el cuento Memorias de un wing izquierdo de Roberto Fontanarrosa, con guión de Campanella, Eduardo Sacheri, Gastón Gorali y Axel Kuschevatzky, con las voces de Pablo Rago, Diego Ramos, Horacio Fontova, Fabián Gianola y Miguel Ángel Rodríguez (porque es de animación, claro, el primer argentino en 3D, y para los que, como yo, odian los anteojos bicolores, en 2D también, ¡se agradece!). La sinopsis en el sitio oficial de la película dice: “Amadeo vive en un pueblo pequeño y anónimo. Trabaja en un bar, juega al metegol mejor que nadie y está enamorado de Laura, aunque ella no lo sabe. Su rutina sencilla se desmorona cuando Párpados, un joven del pueblo convertido en el mejor futbolista del mundo, vuelve dispuesto a vengarse de la única derrota que sufrió en su vida. Con el metegol, el bar y hasta su alma destruidas, Amadeo descubre algo mágico: los jugadores de su querido metegol hablan ¡y mucho! Juntos se embarcarán en un viaje lleno de aventuras para salvar a Laura y al pueblo y en el camino convertirse en un verdadero equipo.  Pero, ¿hay en el fútbol lugar para los milagros?”

El segundo es Turbo de David Soren, producida por Dreamworks, otra de dibujitos, esta vez con un caracolito que, a pesar de sus limitaciones físicas, sueña con ganar una carrera.

El tercero es para adultos: Woody Allen, el documental de Robert B. Weide. Según la página oficial: “Una mirada íntima sobre la vida, la carrera y el proceso creativo del autor-director más prolífico de los EE UU.” Como Woody trabajó con medio mundo, el reparto de los que dan testimonio es impresionante e incluye a su primera musa, la gran Diane Keaton (por obvias razones, la segunda, Mia Farrow, brilla por ausencia…) Prudentemente va una vez por día, a las 21:10 en el Cinema Paradiso. (Y sí,  por más fanáticos que sean los padres del querido Woody, no creo que lleven a sus hijos a ver ¡un documental!)
Un abrazo, Gustavo Monteros

viernes, 12 de julio de 2013

El chef



Épocas hubo en que esta comedia hubiera sido desestimada por la modestia de sus logros. Hoy la vara está tan baja que celebramos la excepcionalidad de los mismos. Por lo poco frecuentes, claro, no por sus ocasionales brillos, poco destellantes a decir verdad. Hagamos memoria, ¿hace cuánto que no vemos una comedia blanca-blanca, amable, tierna, no estridente, sin groserías que se pretenden transgresoras y que no siempre lo son, sin procacidades estentóreas que ya no escandalizan ni a los chupacirios? Dios me libre y me guarde de decir que todo tiempo pasado fue mejor, que no lo fue, sólo diferente, que el tiempo me haga viejo pero que no me obnubile para disfrutar lo que nos da la contemporaneidad. Sin embargo, mentiría si no dijera que en estos últimos tiempos, la comedia, salvo honrosas excepciones, es tirando a mala. Y si bien la comedia de cualquier color es flojita, flojita, la blanca-blanca hace siglos que no se hace. Ni siquiera la película de Los Muppets del año pasado era blanca-blanca, de modo que esta comedia francesa es toda una rareza, el último Yeti de una tradición casi perdida.

Jacky Bonnot (Michaël Youn) es un chef desconocido, perfeccionista e inflexible; no tolera que la gente mezcle sabores a su arbitrio y se resista a la combinación exquisita que eleva el gusto. No es de extrañar que no dure en ningún trabajo. Alexander Lagarde (Jean Reno) es un chef famoso que conoció tiempos mejores; si pierde una estrella en el restaurant que dirige deberá abandonarlo y su cocina será reemplazada por la especialidad molecular. Los caminos de Jacky y Alexander se cruzarán, se ayudarán mutuamente y mucho aprenderán uno del otro. Habrá, por supuesto, un colorido elenco de personajes secundarios, entre los que se destaca un supuesto especialista en cocina molecular, Juan (Santiago Segura).

Michaël Youn es simpático, histriónico, y no se desbanda mucho. Jean Reno, un colmo de humanidad, deleita y resiste la tentación de caer en el vulgar andropáusico malhumorado y jetón. Los demás cumplen su cometido con justeza, lo que en una comedia es titánico.

Como dijimos, el tono es amable y apunta más a la sonrisa que a la carcajada. En tiempos de comedias desabridas, El chef de Daniel Cohen no será un boccato di cardinale, lejos de ello, pero se deja hincar el diente. Sosa y todo, es la única alternativa diferente ante tanto pochoclo monótono.
Un abrazo, Gustavo Monteros

viernes, 5 de julio de 2013

2 tanques




En la jerga cinematográfica local se le dice “tanques” a los estrenos cinematográficos yanquis de abultados presupuestos que vienen hiperpromocionados y con expectativas de arrasar en la taquilla.

La cartelera de nuestra ciudad se renueva esta semana con la sola aparición de dos tanques. Por un lado regresan los amarillitos Minions junto a Gru, Lucy,  Margo, Edith, Agnes y el Dr Nefario para luchar esta vez contra El macho y dilucidar las dudas que genera el avasallante Eduardo. Ah, y están también los Minios malvados, púrpuras ellos. Hablamos de Mi villano favorito 2 (Despicable me 2) que según parece se quedará con el primer puesto de la taquilla estadounidense durante el fin de semana del famoso 4 de julio, destronando al súper tanque Disney El llanero solitario. En esta versión, el dúo de director y actor estrella de Los piratas del Caribe, Gore Verbinski y Johnny Depp vuelven a reunirse. Depp es Toro, espero, hasta ahora así se lo llamó por estos lares, en el original es Tonto, aunque ojalá siga siendo Toro y no Tonto, digo esto porque no hace mucho la Disney tuvo que pedir disculpas por insistir en llamar Kemit en los subtítulos y en el doblaje de Los Muppets a la ranita que aprendimos a amar por estos parajes como René, que si bien era Kermit en el original, para nosotros es René y punto. Como sea, Depp debajo de unos cuántos gramos de maquillaje es el indio. Armie Hammer, a quien vimos replicándose a sí mismo para hacer de los mellizos Winklevoss en Red Social, el objeto de deseo para el J. Edgar (Hoover, claro) de Leonardo Di Caprio en el film del maestro Clint Eastwood y como el simpático torpe príncipe de Espejito, espejito en el que la bruja era ¡Julia Roberts!, es el Llanero. Anda por ahí también con mucho maquillaje y con ganas de divertirse la maravillosa Helena Bonham Carter. Según puede verse en los tráileres es un festival de efectos especiales y acción apabullante. Habrá que ver si alcanza para entretener todos y cada uno de los ¡149 minutos! que dura.

Sea cual fuere su elección, acompañar con balde de pochoclos porque de cine-pochoclo a full se trata.
Un abrazo, Gustavo Monteros