viernes, 26 de abril de 2013

Palabras robadas




El mundo de los escritores es terreno fértil para el cine. Pueden escenificarse las historias que habitan sus cabezas y los guionistas pueden cometer el primer pecado capital del oficio sin ser excomulgados: un narrador omnisciente en off. Palabras robadas no es un film comercial de un gran estudio ni tampoco es una audaz película independiente, es un poco de ambas cosas. Como la leona de los dos mundos disfruta de las virtudes de ambos lados de la frontera pero comparte también los defectos de ambas formas de encarar la producción cinematográfica.
El comienzo es promisorio. El viejo y querido juego de las cajas chinas. Un escritor, Clay Hammond (Dennis Quaid), lee ante un nutrido auditorio las dos primeras partes de su nueva novela, en la que otro escritor, Rory Jansen (Bradley Cooper), aunque casado con Zoe Saldana que es como haberse ganado el Pulitzer de la vida, está a punto de reconocer que es apenas un escritor del montón y no el iluminado que querría ser, pero no va que en el momento en que la desesperación es más profunda, halla en un viejo portafolios comprado convenientemente en París durante la luna de miel el manuscrito de una novela genial de otro escritor, Ben Barnes. Rory pasa el manuscrito a su computadora más que nada para ver qué se siente al tipear una genialidad desconocida, pero hete aquí que la esposa, la buena (en todo sentido) de Zoe Saldana cree que es de él y lo impulsa a darla a conocer. Eventualmente se la publican y es celebrado como la nueva figura de las letras. Mientras tanto el tiempo había convertido a Ben Barnes nada más ni nada menos que en Jeremy Irons (y después dicen que el tiempo es cruel). Y como Rory ni el título le había cambiado, Jeremy la vio anunciada en una vidriera, la leyó y reconoció su perdido manuscrito. Jeremy persigue a Rory y se presenta como el verdadero autor de la obra maestra, entonces…

Entonces conviene levantarse de la butaca, salir del cine e imaginar un final propio porque a la película le agarra el síntoma de “Amor significa nunca tener que decir lo siento” o sea de martillarnos con una frase altisonante y tonta, que se supone expresa una sabiduría indiscutible. Además de otro ataque de somos descendientes de los que bajamos del Mayflower, puritanos hasta la médula y no podemos hacer nada que no conlleve una moraleja edificante. Más el típico ataque de toda producción comercial de subrayemos todo con violines, que con suerte nos queda elegante, aunque en realidad siempre les queda cursi.

El director Michael Bay sorprendió esta semana al mundillo hollywoodense pidiendo disculpas por el tercer acto de Armageddon (más de uno sugirió que pidiera disculpas por toda su carrera). Yo creo que los directores/guionistas de Palabras robadas, Brian Klugman y Lee Sternthal deberían imitarlo y pedir clemencias por lo malo que es su tercer acto. Bradley Cooper, como la película, está bien al principio y hace agua al final. Y sólo el inmenso talento y la veterana hidalguía del gran Jeremy Irons le permiten sobrellevar y volver tolerable la última escena en la que le toca estar. Dennis Quaid sigue tan intenso como siempre, a esta altura parece el hijo ilegítimo de Alfredo Alcón con María Leal. Zoe Saldana exuda una sensualidad que está más allá de las palabras, robadas o no. A Ben Barnes, como ya dijimos, le hacen el halago de convertirlo en Jeremy Irons, tiene toda una carrera por delante para demostrar si se lo merece. Olivia Wilde hace como de interés romántico de Dennis Quaid, y digamos que actúa bien porque su personaje a la larga es incomprensible, más una herramienta del guión para cerrar la historia que otra cosa. J.K. Simmons hace otro padre que todos querríamos tener y Zeljko Ivanek hace de otro hijo de puta que todos querríamos perder.

En resumen, una hora inicial bastante buena y una media hora final tan cursi y mala que en comparación los telefilmes que presenta Virginia Lago son de una elegancia y sobriedad neoclásica.

Una abrazo, Gustavo Monteros
(Sigan jugándole al dos, porque esta semana tenemos dos estrenos con dos directores-guionistas cada una y de paso, por qué no, al tres, porque el tercer estreno en nuestros cines es Iron man 3…)

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