viernes, 1 de marzo de 2013

The master




Cuando Hollywood no era más que un naranjal soleado y las películas mudas se hacían con la celeridad con que se hierven las salchichas del hot-dog, surgió entre los productores la manía de reducir los argumentos a unas cuantas oraciones, tales como las de la famosa enunciación: chico conoce chica, chico pierde chica, chico recupera chica, y su variación: chico conoce chica, chico pierde chica, chico no recupera chica. La costumbre persiste hasta hoy y si tuviera que reducir el argumento de The master a sus esencias diría que es: Tornillo Flojo conoce a Manipulador Irresponsable, Manipulador Irresponsable pierde a Tornillo Flojo, ¿Tornillo flojo vuelve con Manipulador Irresponsable? Ojo, aunque por hacerme el vivo parece que equiparo el argumento a la fórmula de romance 1 y 2, no hay aquí ningún Secreto en la montaña, no, entre Tornillo Flojo y Manipulador Irresponsable hay una cosa como de amistad a secas, más de padre e hijo, o como el título sugiere más de maestro y discípulo.

Tornillo Flojo es Freddie Quell (Joaquin Phoenix), un marinero que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y más que uno tiene varios tornillos flojos. Ya venía medio “Tocame un vals” de antes, pero la guerra terminó de “Soltarle la cadena”. Y por esas cosas de la vida, del destino y de los argumentos de las películas conoce a Manipulador Irresponsable o sea Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), un charlatán mayúsculo que podría o no (más bien no, según declara el guionista y director, porque estamos en la década de los 50 en los EE UU y estos personajes abundaban) ser L. Ron Hubbard, el creador de la Cientología. La cosa es que Manipulador Irresponsable ha inventado una especie de filosofía religioso-científica llamada La Causa,  y por medio de sugestión o de hipnosis te conecta con los millones de vidas que tuviste antes, y si sorteas las trampas de malvados alienígenas, puede que ese contacto te dé algo de felicidad y hasta te cure de algún mal grave. Y no va que Manipulador Irresponsable toma a Tornillo Flojo bajo su tutela como un proyecto personal. Algo que es alternativamente aceptado o rechazado por la Esposa Tenebrosa (Amy Adams) de Manipulador Irresponsable.

Y dado que estamos en una película de Paul Thomas Anderson (Juegos de placer, Magnolia, Embriagado de amor y Petróleo sangriento), a quien se le dan muy bien los líderes, los pioneros y las familias disfuncionales, la relación entre los protagonistas es misteriosa, profunda, embriagadora. Los tres actores mencionados, nominados para su correspondiente Óscar, dan cátedra y sientan precedente de cómo actuar en una película.

También, como en toda película de Anderson, pueden destilarse reflexiones de por qué los Estados Unidos son como son, cosa que a mí ya no me importa, porque por más que me diera la cabeza para llegar al epicentro de la contradicción caminante que son, igual van a seguir invadiendo países, matando de hambre a medio mundo y destruyendo las reservas naturales. De todos modos, la premisa tiene validez universal, porque locos y mesiánicos hay en todos lados.

Ojo, no es una película fácil, la querida Vicky Lago jamás la va a presentar con sus diminutivos en su ciclo de películas vespertinas, porque puede incomodar, desconcertar y exasperar; y aunque la observación de las conductas de los personajes es artera, las habituales “lecciones de vida”, que tanto pregona la talentosa actriz, están más lejos que el Polo Norte.

En lo personal confieso que me resistía a entrar en el juego que propone Paul Thomas Anderson, el film comienza contándonos por qué Tornillo Flojo es Tornillo Flojo y los retratos de locura me dan una tristeza infinita y me devastan, pero cuando Tornillo Flojo sube al barco, con sus lucecitas y los invitados bailando el mambo o el calipso y la banderita ondeando y la cámara los ve irse, me inundó una sensación de belleza, como de cuadro de Edward Hopper, y entré. Al ratito nomás comienza la relación con Manipulador Irresponsable y el asunto se vuelve más oscuro, aunque más claro en lo vital (si ven el film comprobarán que este disparate en el que parezco caer no es tal). Cuando terminó, me encariñé con Phoenix y su Tornillo Flojo, no sé si con el tiempo llegaré a quererlo tanto como al peligroso Travis Bicke, taxista, que hizo una vez un tal Robert De Niro, pero este loco tiene, allá atrás, bien en el fondo, una inocencia que desarma.

En resumen, ojalá puedan entrar en el código personalísimo que Paul Thomas Anderson maneja, si lo logran podrán disfrutar de un mundo sencillamente fascinante.
Un abrazo, Gustavo Monteros

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