viernes, 8 de febrero de 2013

El vuelo

Es una buena noticia que Denzel Washington deje de desperdiciar su talento en cuanto bodrio pochoclero le pongan en frente y se asocie a un proyecto que nos permita solazarnos con su impar talento. Es una buena noticia que Robert Zemeckis se deje de embromar (perdón, de experimentar) con la animación de captura de movimientos y vuelva al cine-cine con actores, cámaras y esas cosas. Es una buena noticia que uno pueda seguir una película con genuino interés. No es una buena noticia que por la mitad todo se desbarranque en el viejo cuento moral de la redención por la aceptación de la culpa, como si se viviera en un orden social impoluto, con sólo unos ciudadanos díscolos, proclives al error punible y superable.
 


Vayamos por partes. Después de una noche de juerga con mucho sexo y alcohol, el piloto civil Whip Whitaker (Denzel Washington) se clava dos líneas de cocaína del tamaño de la cordillera de los Andes y se va a trabajar. Antes de despegar su co-piloto se preocupa cuando lo ve darse un saque de oxígeno. El vuelo arranca bien pero un desperfecto mecánico obliga a Whip a hacer una maniobra milagrosa que sólo un piloto muy ducho puede realizar con éxito. Logra aterrizar el avión salvando a la mayoría de sus pasajeros. Hasta aquí, Whip es tanto un anti-héroe irresponsable por pilotear un avión cansado y drogado como un héroe glorioso que salvó la vida de casi todo el pasaje. ¿Qué hacer?, se le plantea al espectador: ¿Hacer la vista gorda a sus excesos o quemarlo en la hoguera? Claro, después el cuadro se abre y otras posibilidades se barajan. Sin embargo, caramba, luego el cuadro se cierra y vuelve a centrarse en el protagonista y las dos preguntas planteadas.
 


El vuelo como su nombre lo indica es de aviones y comienza con una escena con que las películas de aviones generalmente terminan: el avión en peligro y las maniobras que pueden o no salvarlo. En esta atrapante y magistral escena, Zemeckis (Locos por ellos, Tras la esmeralda perdida, Volver al futuro, ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, La muerte le sienta bien, Forrest Gump, Contacto, Náufrago, El expreso polar, Beowulf, Los fantasmas de Scrooge) despliega su inmenso talento de narrador. Esta sola secuencia cubre el precio de la entrada con creces. Es cine espectacular del mejor cuño.
 


Pasado el accidente la película coquetea con la idea de los designios divinos y el sentido del destino. Después hay una cosa de thriller en la que los fabricantes del avión y la compañía aeronáutica que lo usa procuran sacarse la responsabilidad de encima y echarle la culpa al piloto. Y lo curioso, lo llamativo, lo exasperante es que la película o sea el guionista, el director, los productores, hacen exactamente lo mismo: el factor de ajuste, de responsabilidad, no son ni un orden social que prioriza el éxito rápido a cualquier costo, ni una compañía que obliga a que sus pilotos vuelen el doble de lo que es aconsejable, ni una constructora que ni se pregunta sobre la efectividad de sus controles de ensamblaje, no, la culpa la tiene el perejil de Denzel.
 


No debería extrañarme que, según la lógica hollywoodense, si el perejil es Denzel Washington, una de las estrellas más talentosas y carismáticas que ha dado el cine, cargue sobre sus espaldas, cual Cristo moderno, con toda la responsabilidad y la culpa, aunque más no sea por el derecho estelar al protagónico absoluto. Entonces, en un valle de abnegación capitalista y sacrificio mediático, Denzel sufre, niega, se arrepiente y se redime como sólo un actor con muchísimo talento puede hacerlo. Es uno de los personajes menos simpáticos que le han tocado en suerte, pero Denzel lo vuelve querible y cercano.
 


En resumen: Cinematográficamente una película que se abre con una escena antológica y que después se inclina por elección de sus creadores para el drama moral personal. Políticamente uno de los films más conservadores de estos últimos tiempos, porque puede que Whip sea un irresponsable peligroso, pero no nació de un zapallo ni vive en una burbuja, y puede que piloteara drogado, pero el desperfecto técnico existió ¿y la compañía constructora y la aeronáutica no tienen nada que ver? Andá. No cierra ni ahí.
 

Un abrazo, Gustavo Monteros

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