viernes, 28 de septiembre de 2012

Tournée


Esta vez, el título y el afiche lo dicen todo. Tournée es la historia de la gira de una compañía de burlesque estadounidense por ciudades de Francia. Cinco mujeres de distinta contextura y edad más un hombre componen la compañía. Una de ellas toca el piano y canta, los demás se desnudan. Como le enseñan las strip-teaseras a la bisoña Gypsy Rose Lee en el musical Gypsy, en el burlesque, el arte de desnudarse al ritmo de la música, lo esencial es tener un “gimmick”, es decir un truco que te distinga, que haga que tu acto sea original. Estas chicas y el muchacho lo tienen. Los números van del clásico strip con abanicos, hasta el novedoso meterse dentro de un globo gigante. Y las personalidades artísticas van desde la veterana que hará su gracia aunque tenga el corazón roto hasta la novata que no se anima todavía a quitarse todo. La compañía es una hermandad forzada con su solidaridad y contención. Andar por tu cuenta es muy solitario, dirán en algún momento. Como en toda gira, los aplausos mitigan sólo en parte la nostalgia de estar lejos de casa. No hay aquí promiscuidad ni vicios ni perversiones. Son gente más o menos normal (¿quién lo es del todo?) que hace un trabajo como cualquier otro. Todo trabajo tiene sus reglas, sus obligaciones, sus responsabilidades, las de éste serán un poco más llamativas y extravagantes que las de ser maestro o bancario, pero hay que ser igual de dedicado si se quiere recibir con dignidad el sobre de la paga.

Tournée (segundo largometraje como director del extraordinario actor francés Mathieu Amalric, La escafandra y la mariposa, Un secreto, 007 Quantum of solace), es una variación del viejo género de la road-movie, la película de caminos. El viaje perfila, define y desnuda a los personajes. Lo apasionante es que esta vez nada se explicita del todo, se evitan las disculpas y las obviedades. Los personajes son lo que son y sus historias más que conocerse, se atisban. Es como si los espiáramos a través de un documental o un reality.

La Meca de la gira es París, que se muestra esquiva, porque el empresario tiene demasiadas cuentas pendientes en la exquisita ciudad luz. No parece ser un mal tipo, aunque una juventud impetuosa le ha dejado unas cuantas macanas impagas. Ya se sabe, la juventud es soberbia, y desatada, suele llevarse el mundo por delante. Y si el éxito no es la recompensa, los platos rotos no se enmiendan solos. Cree que ahora puede hacerlo bien, tiene un as ganador, esta compañía de New Burlesque es buena, pero hay que ver si lo dejan, porque hay heridas que tardan en cicatrizar o no cicatrizan nunca.

Tournée ganó una Palma en Cannes por mejor dirección. No procura conmover ni seducir con los habituales trucos berretas del cine yanqui: no hay aquí personajes simpáticos de dientes emblanquecidos ni lágrimas de cebolla ni violines machacones que si no te hacen llorar por las buenas, quieren hacerte llorar por dolor de muelas de tan puro empalagosos. Y, por suerte, tampoco las triquiñuelas del cine arte francés con sus encuadres pictóricos y sus diálogos erráticos. No, hay sencillez, elegancia, gusto por los detalles reveladores y parsimonia (no esperen un ritmo trepidante o la odiarán cuando no se lo merece). Es un film que apuesta por los personajes, que el elenco ilumina con fervor, y gana. Como toda película de caminos ratifica la metáfora de que la vida es un viaje y, claro, se viaja como se puede, se aprende a los tumbos y se confía en que la nueva parada será mejor.

Un abrazo, Gustavo Monteros
El elenco con su protagonista y director en la presentación del film en Cannes.

Otra variación del afiche.

viernes, 21 de septiembre de 2012

¡Feliz primavera!

¡Feliz primavera! Perdón, pero he tenido poca suerte y me ha llegado una traducción más larga que la guía telefónica de Nueva York así que otra vez no podré ir al cine. De todos modos, de la ventana de mi prisión se ve un sol que deja pocas ganas de perderlo en la oscuridad de una sala. No se preocupen, pronto volveré a mi antiguo vicio de hablar de las películas. (Eso espero...)

En la foto dos íconos. Uno del cine (Sophia ¿necesita presentación?) Loren. Otro de la pintura (bueno, ya saben quién). Dos modelos de belleza imperecedera. (Aunque uno es más lindo que el otro ¿tengo que aclarar cuál?... Una chanza, claro)

Abrazo grande y gracias

Gustavo Monteros

domingo, 16 de septiembre de 2012

Sepan disculpar



Sepan disculpar, pero no habrá crónica de estreno esta semana. Me quedé sin tiempo de ver una película porque me dediqué a vivir. Sí, ya sé que saben que el cine para mí es como respirar, dormir o comer, pero me avoqué a otros menesteres igual de sabrosos como ir al teatro, pasear o leer. De las películas estrenadas vería ¿Qué voy a hacer con mi marido? en la que Meryl Streep vuelve a trabajar con David Frankel el director de El diablo viste a la moda. Según leí es una comedia atendible con grandes trabajos de Meryl y Tommy Lee Jones. Quizá la vea durante la semana y haga la crónica o quizá no. Pasen ustedes un domingo fantástico.
Con afecto, Gustavo Monteros

viernes, 7 de septiembre de 2012

360





La ronda es muy volvedora, y no me refiero al juego infantil al son del Puente de Aviñón, sino a la obra teatral de Arthur Schnitzler. La ronda, escrita en 1897 pero estrenada recién en los años veinte del pasado siglo en Berlín y Viena con éxito, censura y escándalo, como las mareas y las golondrinas, no deja de volver. Conoció incontables versiones teatrales, numerosas adaptaciones cinematográficas y televisivas. Hoy se vampirizan sus temas y su estructura, más que su contenido. (¡Hasta yo tengo una reformulación de la misma!) Es que el amor, el adulterio, la pasión, el deseo, la frustración, la melancolía, la insatisfacción, el descontento son cositas tan inherentes al humano como las cucarachas a la cocina. Pero lo más seductor de La ronda es su estructura. A se relaciona con B, B con C y así hasta la letra que queramos; pongamos que lleguemos a la Z; al final Z se relaciona con A, y el círculo se completa.

Ahora le toca el turno al guionista Peter Morgan (El último rey de Escocia, La reina, Frost/Nixon, Más allá de la vida) y al director Fernando Meirelles (Ciudad de Dios, El jardinero fiel, Ceguera) tomarse de las manos y ponerse a dar vueltas. De La ronda de Schnitzler sólo queda que el círculo se abre y se cierra en Viena con la prostitución como fondo, y dos aportaciones novedosas saltan a la vista, primero, ya no son los habitantes de una misma ciudad los que se relacionan sino hombres y mujeres de distintas partes del mundo, porque ya se sabe, claro, el planeta hoy está interconectado e ir de acá para allá es de lo más común. Viena, Paris, Berlín, Londres, Denver, Phoenix son algunas de las ciudades por las que pasean las historias. Y segundo, los personajes más que de lujuria y deseo, están dominados por la ansiedad, la depresión y la culpa.

La diversidad de las historias en diferentes ciudades trae el recuerdo de todas aquellas películas de los sesenta y setenta que se articulaban en episodios o que transcurrían en locaciones turísticas como valor agregado. El elenco es multiestelar y va desde estrellas internacionales como Anthony Hopkins, Jude Law, Rachel Weisz o Ben Foster hasta estrellas reinantes sólo en su país de origen como la brasileña María Flor o el alemán Moritz Bleibtreu. Y las historias van del viejo y querido adulterio hasta otras mucho menos transitadas como la del violador en recuperación. Morgan y Meirelles quieren patentizar aquello siempre rendidor del azar y el destino, pero son los personajes los que terminarán implantándose o no en  nuestra memoria.

A mí me hicieron más mella la historia del aeropuerto con Hopkins, María Flor y Ben Foster y la de Londres con Rachel Weisz, más que nada, porque como ya he confesado más de una vez en estas páginas, la amo hasta el delirio, la chica es hermosa, tiene una voz acariciante y talento para repartir.

Lo de Hopkins viene con un chusmaje. El hombre tiene una larga historia de pelear y haber vencido adicciones varias y quería que algo de eso apareciera en la película. Morgan y Meirelles coincidieron con que la sugerencia sumaría a su personaje y agregaron la secuencia de Alcohólicos Anónimos, en la que Hopkins hace un desparramo de talento que yo venía extrañando desde los tiempos de Lo que queda del día.

La película fue elogiada o denostada por los mismos motivos: su ambición, su elegancia, la elocuencia de sus historias. De modo que todo se reduce al lugar donde uno se para. Yo me paro entre los que la aprecian. Meirelles es un director que me gusta. Soy sensible a su buen gusto visual, a su banda de sonido tan sofisticada como bella y a su talento narrativo. De allí que la recomiendo, uno pasa un par de horas de lo más agradables y estimulantes. Para un fin de semana que se anuncia lluvioso ¿qué más se puede pedir?

Un abrazo, Gustavo Monteros