viernes, 24 de agosto de 2012

Cuando los chanchos vuelen


La expresión en español, al menos el de estos lugares, es Cuando las vacas vuelen, o sea la imposibilidad de lo utópico. Como la película gira alrededor de un chancho se tradujo más o menos literalmente el título en inglés (When Pigs Have Wings / Cuando los chanchos tengan alas). Porque en inglés sí, los que vuelan son los chanchos y no las vacas. Chanchos y vacas aparte, el título original en francés es El chancho de Gaza (Le cochon de Gaza), que alude a otro dicho en español rioplatense: el del chupete ya sabemos dónde. Porque si hay un lugar en el que el chancho está desubicado es en Gaza. Los dos bandos en pugna en esta conflictiva región, los árabes y los judíos, consideran impura a la carne de chancho.

El protagonista, el iraquí Sasson Gabay (a quien viéramos en La visita de la banda) es un actor carismático y simpático como pocos. Arranco con él porque gracias a su encanto, uno se pasa toda la proyección deseando que la película sea mejor de lo que es. En remotas épocas pretéritas nos pasaba lo mismo con Peter Sellers. Él también nos hacía desear que algunas de esas películas flojitas, flojitas que solía protagonizar fueran mejores.

El inicio une a Sasson Gabai con el chancho en una impronta que consideraremos de “realismo mágico” para no descartarla como una absoluta tontería. Jafar (Gabai) es un pescador y como está prohibido apartarse mucho de la costa, tiene que tener mucha suerte para pescar otra cosa que zapatillas viejas, latas vacías y otras basuras. No va que un día atrapa en sus redes a un chancho. ¿Cómo llegó el chancho ahí?, sabrán los guionistas. Después se dice que el chancho pudo haber venido de ¡Vietnam!

Obviamente Jafar intentará desembarazarse del chancho y su precaria vida se verá alterada. Habrá situaciones que con mucha buena voluntad podrían considerarse humorísticas, personajes de trazo grueso que con mucha buena voluntad podrían considerarse simpáticos y chistes que con mucha buena voluntad podrían considerase graciosos. Y si uno no ha agotado la mucha buena voluntad se llega a un final obvio-simbólico que dice que los árabes y los judíos están más cerca de lo que creen y que podrían vivir en paz. Los buenos deseos siempre se aplauden aunque, como declara con poca fe el título, vayan a pasar cuando los chanchos, las vacas o los corderos vuelen.

Esta película de Sylvain Estibal ganó el César (el Óscar francés) a la Mejor Ópera Prima, ¿cómo habrán sido las otras?

Un abrazo, Gustavo Monteros

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