sábado, 29 de enero de 2011

De amor y otras adicciones

Según el diccionario, Bodrio, en su primera acepción es: Caldo con algunas sobras de sopa, mendrugos, verduras y legumbres que de ordinario se daba a los pobres en las porterías de algunos conventos. Y en su segunda acepción es: Cosa mal hecha, desordenada o de mal gusto. De amor y otras adicciones, por la mescolanza de elementos de los que hace gala es un bodrio en su primera acepción y se salva de ser uno de la segunda acepción por el talento y la gracia de sus dos protagonistas.


Arranca presentando a Jamie Randall (Jake Gyllenhaal) y parece que estuviéramos ante un retrato social que critica el merdoso capitalismo yanqui, después Jamie conoce a Maggie (Anne Hathaway) y parece que pasamos a una comedia romántica con toques de farsa de alcoba, y termina en un drama de enfermedad (el párkinson, en este caso) pedagógico y compasivo.


Las transiciones súbitas y la disparidad de géneros se disculpan por la magia que generan Gyllenhaal y la Hathaway. Se complementan muy bien, se tienen confianza, están cómodos (incluso desnudos) y provocan una constante simpatía por sus personajes. Aunque jóvenes, son dos estrellas con carisma que enfrentan la cámara con una sinceridad y un desparpajo que desarman.


Se deja ver, no enoja (al menos esta vez el cine industrial no nos trata de tarados), pero hubiera sido una mejor película si se hubiera decidido por un género solo. A los cinéfilos nos deja un sabor amargo, es la penúltima aparición de Jill Clayburgh en la pantalla. La Clayburgh fue una figura querible que aportaba un color personalísimo e intransferible a sus personajes. Será siempre nuestra Mujer descasada que cargará un cuadro inmenso en una tarde ventosa en aquel film de Paul Mazursky. Desde este rincón del mundo te lamentamos y no te olvidamos.


Actúan también Oliver Platt, Hank Azaria, George Segal, Josh Gad, Judy Greer. Dirigió Edward Zwick (Leyendas de pasión, Valor bajo fuego, Contra el enemigo, El último samurái, Diamante de sangre, Desafío).

Un abrazo,
Gustavo Monteros

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