domingo, 16 de mayo de 2010

El escritor oculto

Los que nos hemos aquerenciado más de una vez de una butaca de cine, tenemos nuestra película favorita de Roman Polanski. En una rápida encuesta que hice con los amigos y colegas que me fui encontrando, obtuve estas respuestas. Alguno optó por El bebé de Rosemary, otro por La danza de los vampiros, una por Tess, otra prefirió su etapa pre Hollywood no pudiendo decidirse por Cul-de-sac o Repulsión, un hermano prefirió El pianista, y hasta hubo alguien, quien para espanto de otro amigo, eligió Perversa luna de miel. La mía es Chinatown. Sea como fuere, el polémico Polanski viene ahora a poner a prueba nuestra elección con El escritor oculto.


Es una película en la que uno no sabe qué admirar primero o más, si la maestría de la dirección, la esplendidez del elenco, la astucia de la historia, la precisión del guión o las exquisiteces técnicas de la fotografía, la dirección de arte, la música, etc.


Ewan McGregor (impecable) es un escritor fantasma (un negro en la jerga del mercado local), un autor de biografías de celebridades en primera persona, que desaparece en el momento de la publicación para que el famoso en cuestión finja haber escrito una autobiografía. Le piden que complete las memorias de Adam Lang (Pierce Brosnan, perfecto, parece haber nacido para el papel), un ex primer ministro inglés caído en desgracia. Su predecesor ha muerto, no se sabe si por accidente o suicidio. El libro lo mató, dice alguien. La cosa pinta mal, pero por suerte para la gloria del cine, el escritor se mete y ya que está en el baile, baila.


Estamos de buena racha quienes gustamos paladear un buen policial, thriller o enigma. Primero, la espléndida La isla siniestra; después, la magnífica Carancho y ahora la gloriosa El escritor oculto.


Permítanse una siesta reparadora, péguense un baño reconfortante, pónganse la ropa de domingo, perfúmense rico, prepárense para una fiesta de la inteligencia y disfruten el banquete. Es unos de esos deleites irrepetibles que se dan muy de vez en cuando.


En cuanto a mí, el tiempo dirá si me terca fidelidad permanece con Chinatown o si mi preferencia cambia por esta maravilla.

Un abrazo,
Gustavo Monteros

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