sábado, 6 de febrero de 2010

Vivir al límite

“El ímpetu de la batalla es a menudo una adicción potente y letal, porque la guerra es una droga” dice la cita con la que se abre la película, que de allí en más se pondrá a ilustrarla. Seguiremos a una unidad cuya misión es desarmar bombas en Bagdad. La componen James (Jeremy Renner), Sanborn (Anthony Mackie) y Eldridge (Brian Geraghty). Para sus superiores James es un héroe (desarmó 800 y tantas bombas), para sus compañeros cuyo mayor empeño es sobrevivir James es un adicto al peligro del que hay que cuidarse. La película es una sucesión angustiosa de desarme de bombas, la siguiente más peligrosa que la anterior. No hay una trama ni desarrollo de personajes en el sentido tradicional. Vemos a especialistas hacer su trabajo.


El estilo elegido es de falso documental que está tan de moda, mucha cámara en mano, mucho plano subjetivo, mucho montaje descuidado, como de emergencia.
Al no verse flamear mucha bandera yanqui, se dijo que la película era apolítica. Un disparate, no existe lo "apolítico" y menos en una película de guerra. Si bien esta vez no nos taladran el cerebro con metáforas obvias o discursos altisonantes, queda más que claro de qué lado están puestas las simpatías: de la de los yanquis, of course.


Aparecerán los tópicos habituales de las películas bélicas: el compañerismo ante el peligro, el homoerotismo en los descansos de la contienda, el suspenso de no saber a quién matarán primero y el enaltecimiento del héroe (medio bobo en este caso porque el sargento James no es ni lúcido ni inspirador, como queda claro en el final, sólo es un adicto). Nobleza obliga, creo que se impone hacer una distinción. Los tópicos son los elementos que hacen a un género: un detective, un crimen, etc. en un policial; soldados, tanques, etc. en un film bélico. Y hablamos de lugares comunes cuando esos tópicos son tratados de un modo que ya vimos millones de veces antes. Aquí lugares comunes no hay, sólo los elementos habituales que definen al género.


Kathryn Bigelow narra con precisión y sabe cómo crear suspenso. Tiene garra, nervio, elocuencia y un gran sentido del espectáculo. Pero debo hacer una confesión, esta reseña es tendenciosa. Más allá de las buenas intenciones y los logros exhibidos, sospecho que la película no es sino una nueva instancia de lavar culpas y justificarse. Los yanquis son una banda de ladrones hipócritas, autoerigidos árbitros mundiales, que disfrazan su rapacidad con altisonantes ideales huecos.


El film puede ser buenísimo, pero en mi limitada y reductible opinión, como no denuncia que la guerra que llevan a cabo es injustificable, es moral y éticamente inválido.

Un abrazo,
Gustavo Monteros

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