domingo, 28 de febrero de 2010

Un hombre serio

Me da miedo hablar de Un hombre serio. En mi insignificante opinión es uno de los mejores films del 2009. El guión está tan perfectamente armado que roza la impecabilidad. La puesta en escena, el montaje visual y sonoro bordean lo paradigmático. Desde el último extra al primer actor, todos actúan maravillosamente. Sin embargo no enamora a todos. A los que les pasé el link (hasta hace poco se veía nítidamente on line), me recriminaban: qué fue lo que te gustó. Sé que en el entretenimiento la divergencia es la norma: no a todos nos gusta, nos emociona, nos divierte lo mismo. Pero me encaraban como si de repente hubiera enloquecido. Daba las explicaciones requeridas, que no satisfacían, pero que al menos evidenciaban una supuesta sanidad mental. Quizá se trata de una comedia demasiado intelectual u oscura, pero es altamente satisfactoria si se atienden sus detalles.


La historia sucede en un suburbio del Medio Oeste norteamericano, a fines de los años 60. Y cuenta con un prólogo hablado en idish que transcurre en un poblado polaco en algún momento del siglo XIX.


Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg) es un profesor de física que cree llevar una vida ordenada, integrada, pero lentamente su mundo comienza a desmoronarse. Su mujer está a punto de dejarlo por otro hombre, su hijo fuma marihuana, su hija vive para lavarse el pelo, su hermano le traerá más de un dolor de cabeza, un alumno tratará de sobornarlo y alguien está mandando anónimos que ponen en peligro su carrera profesional. Desesperado, le pedirá consejo a tres rabinos.


¿Están los Coen reformulando la historia de Job, poniéndose ellos en el rol de Dios? Quizá. Lo que sin duda hacen es una reflexión sobre los designios divinos, la certeza de la incertidumbre y la angustia ante lo incomprensible.


El film se abre con la cita "Acepta con sencillez todo lo que te suceda" y se cierra con un chiste: "Ningún judío fue lastimado durante la realización de esta película".Es una película maravillosa, desconcertante, agridulce. Y no es un placer menor escuchar el conmovedor y bellísimo “Der milner trern” (Las lágrimas del molinero), un lieder en idish de Mark Warshavsky cantado por Sidor Belarsky. http://www.youtube.com/watch?v=enwcwzvPrp4

Un abrazo,
Gustavo Monteros

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