domingo, 21 de febrero de 2010

Los hombres que no amaban a las mujeres

Llevar al cine una novela leída y amada por muchos siempre trae problemas. Los que la leyeron pueden sentirse traicionados por una adaptación que desdeña lo que amaron. Los que no la leyeron pueden sentir que hicieron bien en no perder el tiempo con esa bobada, porque se quedan sin percibir la textura y la sugerencia que da la lectura.


Los hombres que no amaban a las mujeres de Stieg Larsson es la primera novela de su trilogía Millennium. Un apasionante ladrillo de 600 y tantas páginas que provoca una enfebrecida lectura. La trama, los personajes, las subtramas, los escenarios son ricos, jugosos, deleitosos.


Cuando compré el libro, la vendedora me preguntó si era para mí. Al contestarle que sí, me dijo: “Qué suerte, no sabe todavía la diversión que le espera, yo no podía dejarlo, me pasé tres noches casi sin dormir, me moría por saber qué pasaba”. Tenía toda la razón. De puro hedonista, estiré el placer casi una semana. La vendedora acertó también en que volvería por los otros dos volúmenes de la trilogía.


Al ser sueca la versión cinematográfica, como la novela, alenté la esperanza de que fuera buena. Me equivoqué. No es un bodrio propiamente dicho, pero se le parece bastante. Es un film correcto que privilegia la anécdota policial, pero deja afuera subtramas, personajes y relaciones que me parecen fundamentales. El thriller pelado queda desprovisto de entidad y sustancia. Si bien no aburre, le deja la sensación a los que no leyeron la novela, que los que la leímos somos ingenuos y hacemos bulla por una pavada.


Pero la principal decepción es la actriz elegida para protagonizarla. Se habla de Lisbeth Salander como el primer personaje ficcional importante del siglo XXI. Es una hacker menudita de 22 años, llena de tatuajes y piercings, que parece una adolescente de 15 años. La actriz, Noomi Rapace, es una mujer de 30 años, sólida y saludable, que con maquillaje a lo sumo simula 25 años. No juzgo su talento, porque desde el primer segundo que apareció en escena, para mí no era Lisbeth Salander.
Los yanquis amenazan con hacer su versión. Tienen la posibilidad de hacer algo mejor. Espero que no la desaprovechen. Casi seguro, me equivocaré otra vez.

Un abrazo,
Gustavo Monteros

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