sábado, 29 de agosto de 2009

Anita

La cosa es sencilla. Anita (Alejandra Manzo) es una gordita adorable con síndrome de Down que vive feliz atendida por su cariñosa madre, Dora (Norma Aleandro). Los domingos las visitan su hermano (Peto Menahen) y su esposa. Un día perderá a su madre en el atentado a la AMIA. Un ramalazo de la explosión la herirá, será empujada a un hospital y se perderá. Pasará un tiempo con Félix (Luis Luque), un reportero gráfico fracasado; recalará luego con una familia coreana y por último con Nori (Leonor Manso), una enfermera a la que la vida no le mostró su mejor cara.


No traiciono nada refiriendo el argumento; cualquiera que haya visto la “cola” sabe que todo gira según lo que acabo de decir.


El cuento es simple y está contado. El problema con la película es que no termina de definir qué quiere ser. Por momentos parece la típica historia de iniciación, ésa en la que un personaje hace el aprendizaje de una vida totalmente distinta a la que llevaba. Pero en otros momentos, el film parece querer erigirse en una metáfora del cuerpo social argentino, en la que todos, como Anita, estamos perdidos y desazonados ante un destino inabarcable que no comprendemos porque ni a las heridas las asumimos como tales. Y en otros momentos, el film parece el melodrama tradicional que nace de una tragedia social mayor.


Pero a poco de andar, descartamos el melodrama porque el film elude elegantemente todos los golpes bajos a su alcance; lo que no quiere decir que no se permita otros excesos que fácilmente podrían haberse evitado. Y si lo que se quería era la elaboración de una metáfora, le falta un sustento ideológico claro. Y tampoco es una historia de iniciación, ya que éstas requieren más rigor y claridad que las que aquí se exhiben. Queda entonces como un film honesto y sensible que navega a la deriva y no naufraga por el arte de sus actores.


El otro problema grave es que muestra arbitrarias faltas de lógica que conspiran contra la credibilidad del cuento. ¿Por qué los personajes de la Manso y de Luque, que respectivamente son enfermera y reportero gráfico no hacen lo lógico y se contactan con las instituciones que educan y ayudan a la gente con síndrome de Down si desconfían de la policía? Los coreanos quedan a salvo de este reparo por su aislamiento cultural. Si Anita durante todo el metraje atiende bien sus necesidades fisiológicas, ¿por qué sobre el final habría de malinterpretar la clara consigna de la Manso y mearse encima?


Y hay una disparidad notable en el armado de las escenas, algunas son excelentes como la borrachera de la Manso o las de la Aleandro, mientras que otras son de una sublime torpeza como la de Peto Menahen en el hospital cuando anuncian que ya no buscarán más cuerpos o cuando le recrimina a Luque en el bar, aquí con el agravante de la pérdida de ironía: Menahen le reclama no haberla cuidado cuando él temió toda su vida tener que hacerse cargo de Anita. Y pobre Luque, sus escenas en general son feas e ineficientes.


La Aleandro sólo pone el nombre y su presencia, su personaje es sólo una referencia. Menahen está mayormente bien. Luque tiene un personaje tan exacerbado que no le queda otra que sobreactuar. La Manso como siempre devuelve con creces la plata de la entrada, otro personaje inolvidable para su galería de logros. Y Alejandra Manzo en el protagónico conmueve todo el tiempo.


Los rubros técnicos están muy bien, y es muy hermosa la música de Lito Vitale.


Si no le piden mucho y aceptan sus falencias, puede verse. Eso sí, si van, lleven muchos pañuelos, porque más allá de todos los reparos, emociona. Aunque si me pongo cínico, otro camino no deja: lo del atentado es una monstruosidad que duele y el síndrome de Down es una condición que genera una desprotección que conmociona.

Un abrazo,
Gustavo Monteros

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