viernes, 27 de marzo de 2009

Al otro lado

Al otro lado es una película paradójica, porque es densa, compleja, profunda y a la vez llana, directa, de fácil acceso. Sólo hay que sentarse y dejarse llevar. Es un viaje fascinante por temas y situaciones que nos abarcan a todos.

A propósito no referiré nada del argumento. Brinda una gran recompensa si uno se deja fluir con la historia. Sorprende a cada paso. Es ambiciosa y lograda. Y es tan simple que no molesta al apetito intelectual si uno atiende el apetito corporal con los consabidos pochoclos y la gaseosa.

Eso sí, enumeraré algunos de los temas que toca. Trata la indisolubilidad y la extrañeza que crea el vínculo entre padres e hijos, la dificultad de hallar una identidad cultural que llamemos propia o un lugar en el mundo que consideremos nuestro, el destino caprichoso que se empeña cruelmente en que nos desencontremos mientras nos lleva a lugares insospechados que nos hacen más plenos, la posibilidad de que encontremos finalmente la redención y el perdón, la certeza de que el amor es un regalo que hay que disfrutar dónde y cuándo se lo encuentre, la aseveración de que somos si vivimos, amamos y elegimos.

La película se divide en partes que, cual capítulos de una novela, tienen títulos. Y aunque anuncien la muerte de un personaje, así de antemano, no nos quitan el interés o el misterio porque lo esencial es lo que viene después.

Es la obra de un director alemán, Fatih Akin, hijo de inmigrantes turcos. Transcurre tanto en Alemania como en Turquía. Pero aunque los detalles son específicos, es tan cercana como si transcurriera entre Buenos Aires y Montevideo, o entre La Plata y Gonnet.

Sí, es una película coral en forma de rompecabezas, pero los personajes son muy identificables y las piezas se ubican con facilidad. Pasado el deslumbramiento inicial de Amores perros, 21 gramos o Babel, muchos han aprendido a sospechar de las películas corales en forma de rompecabezas. Pero aquí no hay trampas artificiosas, ni personajes vacíos que vocean las ideas del director, ni nudos de hilo chanchero que atan las historias. Como el director también es actor, los personajes son ricos, están bien armados y por su situación personal de heredadas culturas contrapuestas, la transculturización suena sincera.

Si pueden véanla lo más pronto posible, no creo que dure más de una semana. Salvo Hanna Schygulla, no tiene nombres convocantes. Son actores alemanes y turcos cuyos nombres no nos dicen nada, sin embargo lo que hacen es reconocible y muy humano.

En el cine, la mayoría de la oferta que recibimos es yanqui, un cine que últimamente es esencialmente estúpido y si esta película se estrena en cine y no pasa directamente a DVD es porque es seductora y emocionante.

Y así como la reproducción de un cuadro empalidece ante la visión directa del mismo cuadro, somos afortunados de que esta película se exhiba en un cine y que no tengamos que conformarnos con verla en cable o DVD. Aprovechemos la oportunidad.

Un abrazo,

Gustavo Monteros

miércoles, 25 de marzo de 2009

Música en espera

Si los años cincuenta fueron la edad de oro del policial negro en el cine argentino, ésta parece ser un excelente momento para la comedia romántica. Después de las logradas No sos vos, soy yo, ¿Quién dijo que es fácil?, Motivos para no enamorarse y Un novio para mi mujer, llega esta comedia impecable.

El enredo inicial es entre un compositor de música para películas creativamente bloqueado que cree descubrir en una música de espera la melodía que anda necesitando y una subgerente de banco embarazada que necesita un hombre que finja ser su novio ante su madre dominante recién llegada de España.

El guión toma como modelo las mejores comedias del gran maestro Preston Sturges: Las tres noches de Eva, The Palm Beach story, Salve héroe victorioso, El milagro de Morgan Creek, Los viajes de Sullivan, El gran McGinty. Y así cada situación se funde naturalmente con la siguiente, cada objeto que se presenta pivoteará una situación cómica, los personajes secundarios participarán de lo que se llaman “running gags” (gags continuos). Todos los personajes son ricos y están muy bien delineados y el dialogo si bien no tiene “repartee” (intercambio de líneas ingeniosas) es fluido y chispeante.

El director (Hernán Goldfrid) y el coguionista (Patricio Vega) vienen de las huestes de Damián Szifron, colaboraron con él en Los simuladores, Hermanos y detectives, y en Tiempo de valientes. En algún momento de la película, el personaje del compositor (Peretti) dice que no le gustan las comedias románticas pero que si se las piden las hace. Si es una confesión de partes, chapeau. La película resuma talento, creatividad y un amor por la profesión encomiable. Ante tanto cineasta que sólo se mira el ombligo, que alguien no haga la película que quiere, sino la que le ofrecen y exhiba tanto amor, compromiso y respeto por el público merece un gran aplauso.

El trío protagónico (Diego Peretti, Natalia Oreiro y Norma Aleandro) no son sólo reyes de la taquilla sino que nadan como Esther Williams o Johnny Weissmuller en las aguas de la comedia. Verlos dominar este difícil arte es una delicia.

Los aspectos técnicos son irreprochables y por obvias razones se luce la música de Guillermo Guareschi.

Si bien la música en espera es en la vida real exasperante e insoportable, ésta es disfrutable e inolvidable.

Un abrazo,

Gustavo Monteros

martes, 24 de marzo de 2009

Nuestra Natasha

Odio profundamente los obituarios y aquí estoy escribiendo uno. Como diría Walt Whitman: What the hell if I contradict myself (Qué carajo importa si me contradigo a mí mismo)

El miércoles estaba mirando Boca-Guaraní, el partido estaba aburrido e hice zapping. La CNN me informaba que Natasha Richardson había muerto. Fue como un golpe en el estómago y me agarró la tristeza infinita. No es que no supiera que estaba grave, los diarios internacionales lo advertían, pero acostumbrado a la prensa local que mata a la gente cada vez que le sale un callo (¿cuántas veces mataron a Sandro? el pobre anda muy cachuzo pero todavía vive), pensé que por ahí zafaba.

Volví al partido que se puso interesante o al menos se llenó de goles, pero yo ya no lo veía. Acudían a mi mente en tropel, sin orden ni concierto las películas protagonizadas por la Richardson: La condesa blanca, Asylum, Gótico, Entre la furia y el éxtasis, El monte de las viudas, Una relación indecente, Éxito por los pelos, Zelda.

Aunque el gran público quizá la recuerde más como la tercera en discordia de Jennifer López y Ralph Fiennes en Sueño de amor, o como la doctora de Jodie Foster en Nell, film en el que conoció a Liam Neeson con quien se casaría y tendría dos hijos.

Tenía (¡qué feo es hablar en pasado!) todo para ser una estrella de cine: talento, presencia, magnetismo, pero nunca se tomó muy en serio lo de ser estrella. Por venir de una familia de actores de ilustre abolengo y encumbrada prosapia, (fue hija de Vanessa Redgrave y el director Tony Richardson, sobrina de Lynn Redgrave, hermana de Joely Richardson, y nieta del gran Michael Redgrave) sabía que el estrellato es un campo minado, se recogen carretilladas de rosas mientras no se pise una mina y se vuele por los aires.

Lo que sí se tomaba en serio y amaba con fervor era el teatro. El crítico teatral en jefe de The Guardian dijo que su muerte era “Una tragedia para el teatro”. No parece una hipérbole desmadrada si se toma en cuenta que protagonizó Anna Christie de O’Neill, De repente en el verano (con Maggie Smith) y El tranvía llamado deseo de Williams, La gaviota de Chejov, Espectros y La dama del mar de Ibsen, los musicales Alta sociedad y Cabaret (en la puesta de Sam Mendes) y como buena inglesa anduvo por algunos Shakespeares, fue Helena en Sueño de una noche de verano y Ofelia en Hamlet. A fines de este año planeaba hacer Señorita Julia de Strindberg.

Broadway le rindió el conmovedor homenaje que le tributa a los grandes. El jueves a las 8, hora en que comienzan las obras, el público y los elencos de todos los teatros hicieron un minuto de silencio, mientras que en la calle se apagaban todas las luces y marquesinas por un minuto. Ver esa calle siempre extremadamente iluminada sumirse en las penumbras provoca una congoja atenazadora.

Cada vez que muere un artista, el mundo se pone un poquito más feo. Parafraseo el título de una obra de Alejandro Casona y digo Nuestra Natasha se fue porque Dios estaba armando un elenco de repertorio en el cielo y necesitaba una primera actriz. Sin duda le iluminará cada papel que le otorgue.



viernes, 13 de marzo de 2009

Gomorra

Gomorra es una película italiana sobre la Camorra, la famosa mafia napolitana. Como se ve, el título es un juego de palabras, al nombre de la organización delictiva se le cambian las dos primeras letras para acercarla a la ciudad bíblica que fuera destruida por la ira divina debido a su necedad, crueldad y miseria.

La película se basa en el best seller de Roberto Saviano (éxito amargo, por revelar algunos secretos criminales, el autor vive bajo protección policial permanente). Dirigida por Matteo Garrone, ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes del 2008. Merecidamente.

Es un film único e irrepetible que llega a alturas insospechadas en los films de mafiosi.

Para empezar no se parece a nada que hayamos visto antes. No hay capi mafia carismáticos, ni música operística, ni arengas sobre el honor, ni mammas revolviendo estofados o guardaespaldas en trajes de Armani. Aquí no hay glamour ni glorificación.

Por aquí deambulan los últimos orejones del tarro, los miembros menores de las órdenes inferiores. Los más importantes quizá, porque son las raíces, las bases del andamiaje. Y la carne de cañón.

Están Ciro y Marco, dos jóvenes caóticos que buscan emular a Tony Montana, el personaje de Al Pacino en Scarface (¡pavada de role model!); Franco, un intermediario que posibilita que los países desarrollados tiren sus desechos tóxicos altamente cancerígenos en estos parajes; Pasquale, un sastre especialista en copiar diseños de alta costura; Don Ciro, un pagador de “beneficios” para las familias de los “soldados” que están muertos o en la cárcel; y Toto, un chico de 13 años que sueña con pertenecer a la organización.

La cámara sigue a los protagonistas como si estuviéramos en un documental o en una reformulación de las premisas del neorrealismo. Y valga la paradoja, esa cercanía es también una distancia. No hay que olvidar que el punto de vista es todo. A los autores no les interesa comprometernos emocionalmente en los dramas y en las tragedias que se narran, porque a veces el horror no se aprecia si los sentimientos están comprometidos.

Hay una insistencia en no juzgar sino en mostrar. Por primera vez en mucho tiempo, la cámara en mano no es el estúpido jueguito de moda sino el recurso ideal para lo que se está contando. La cuidada planificación se constituye en un lenguaje rico, potenciador y perturbador. Por ejemplo, la no apertura del plano en la escena en la que Don Ciro visita a sus “beneficiarios” cuando ya se instaló la guerra con los “secesionistas” es magistral. Los primeros planos desnudan las muy expresivas caras de los actores; los planos medios se ciñen a la claustrofobia de los míseros interiores y los planos amplios se abren hipnóticos a paisajes de aterradora decadencia.

Al comienzo desconcierta, alejada de los didactismos de las tradicionales películas de mafiosos, en las que se empeñan que entendamos los mecanismos del delito, aquí se ven actividades delictivas sin que terminemos de entender sus implicancias o modus operandi. No importa. Avanzado el metraje, el cuadro se ampliará y comprenderemos.

Hay escenas inolvidables: el rito de iniciación, la prueba de las armas robadas, la paranoia de Don Ciro, la traición de Toto o la entrada de Pasquale al taller chino.

El elenco mezcla a actores profesionales con no profesionales. Todos son exactos y contundentes.

Es una película dura, ardua de acceder (no otorga las habituales concesiones o los lugares comunes lícitos asociados al espectáculo cinematográfico), pero una vez que uno entra, atrapa hasta el final. Bajo su aparente simplicidad, hay capas y capas de significación y resignificación. Las ironías surgen casi sin querer, porque cuando se retrata fielmente una realidad que se fue de cauce, el sarcasmo es el resultado natural.

La película se abre con un hombre rodeado de lámparas azules. Parece que estuviéramos en un film de ciencia ficción. Ojalá así fuera. La ciencia ficción presenta cuadros de advertencia y esto, mal que nos pese, es una realidad. Para nosotros es como un espejo que adelanta y nos muestra hacia donde estamos yendo.

Retrata un mundo donde el crimen y el delito persisten porque políticos venales y corruptos los posibilitan; las drogas fluyen libremente porque son un buen negocio y los buenos negocios no se cuestionan; los diarios y la televisión perpetúan la desinformación y la ignorancia; se envenena la tierra y eso se justifica porque promueve la economía; los ricos quieren más riqueza sin que les importe cómo; y la miseria engendra más y más delito.

¿Les suena conocido?

Un abrazo,
Gustavo Monteros

viernes, 6 de marzo de 2009

Gran Torino

Querido Clint,

Todas las despedidas son tristes. Me resisto a creer que te retirás de la actuación, que Gran Torino sea tu última película como actor. Aunque no hay motivo para no creerte. Siempre fuiste un hombre de palabra. Te voy a extrañar… y mucho. Sos una parte importante de mi vida.

En mi infancia y en mi adolescencia te admiré porque hacías esos héroes imperturbables en esas inolvidables películas de acción que me aceleraban el pulso y hacían que me atragantara con el maní con chocolate. Westerns, thrillers, policiales, de guerra, de risa y hasta un musical.

En mi madurez te convertiste en un magnífico director de cine, el último maestro del cine clásico, aquél al que por sobre todo le interesa contar bien una historia. Y no me quedó más remedio que admirarte otra vez. Ahora ya no sólo despabilabas mi emoción sino que también deslumbrabas mi intelecto.

Y si la película aparte de estar dirigida por vos, estaba actuada por vos, el placer era doble o triple, porque tu imagen me devolvía siempre el pibe que fui, el adolescente zonzo que fui.

No todas fueron rosas. Tuve mis diferencias con vos, pero te perdoné algunas agachadas ideológicas porque sabía que te corregirías como lo hacés ahora. Sabés que pasa, los artistas aunque se creen semidioses son humanos, y tarde o temprano su sensibilidad los hace retrotraerse de sus estupideces.

En Gran Torino estás bárbaro, te retirás con una actuación impecable, magistral. Yo creo que sos un buen actor, pero en realidad eso a nadie le importa. Sos como Humphrey Bogart, James Steward, Gregory Peck, Bruce Willis o Harrison Ford, una estrella cinematográfica. Y a las auténticas estrellas cinematográficas, uno no les pide actuaciones, su talento no reside en la técnica actoral sino en esa presencia, ese carisma que hace que les creamos todo lo que hacen porque están en nuestra simpatía, en nuestro corazón. Son como esos jugadores de fútbol que le dieron la victoria a nuestro equipo cuando todo estaba perdido o que evitaron que nos empataran cuando el triunfo era nuestro, algún día pueden jugar mal o no ser tan lúcidos ni tan hábiles, pero se lo perdonamos porque están en nuestro corazón.

A Robert De Niro (a quien también respeto mucho) y a los otros grandes actores se los recibe en silencio, con expectativa, con solemnidad, se los trata de usted. A vos y a los otros a los que te nombré se los recibe con cariño, con una sonrisa, se los trata de vos. Son de la familia. Hagan lo que hagan no nos defraudarán.

Y sos un hijo de puta, te despedís con una historia inolvidable. ¿Cómo no conmoverse con ese racista de mierda que aprende que el prejuicio es estupidez, ignorancia, miedo a lo que no se conoce o es diferente? De aquí a mil años recordaré esta historia. Aunque me agarre la amnesia, de esta historia no me olvido.

Si querés retirarte, estás en todo tu derecho. Tu figura alta y flaca ya no recortará el horizonte en un film, pero no te preocupés. Puedo ser bastante estúpido, pero no soy ingrato. De los buenos momentos no me olvido.

Te prometo que volveré a la última función del último día de proyección, te despediré en el cine, como se despide a un amigo que se va de viaje. Te desearé la mejor de las suertes. Y no te enojés, en el camino de vuelta a casa por ahí se me pianta un lagrimón. No sé que te sorprende, si cierro una etapa de mi vida. Chau, Clint, y gracias.

Un abrazo,
Gustavo

PS Eso sí, no te pierdas, no dejes de dirigir y ni se te ocurra morirte, ya arrastro muchas pérdidas. Ah, la canción que compusiste y cantás en los títulos finales es buenísima. No esperaba menos de vos. Cuidate.