miércoles, 7 de mayo de 2008

Across the universe

Across the universe es un musical armado con las canciones de los Beatles. Cualquier similitud con Moulin Rouge no es pura coincidencia. Aunque a diferencia del genial film de Bazz Luhrmann, el montaje es más tradicional o sea más tranquilo.

El argumento se centra principalmente en dos historias de amor (una entre un inglesito y una estudiante yanqui, y la otra entre una cantante veterana à la Janis Joplin y un guitarrista à la Jimmy Hendrix) circunscriptas en tiempos de Vietnam, la psicodelia y la revolución sexual. Deambulan también por ahí, una orientalita perdedora en cuestiones del corazón y un rubito que vuelve entero de la guerra pero con la cabeza quemada.

Nada muy atrapante, con situaciones que orillan (esto parece a propósito, aunque no queda muy claro) todos los lugares comunes esperables. Hay números musicales que parecen sacados de una película de Palito Ortega dirigida por Enrique Carreras. Pero cuando uno ya está a punto de apretar stop y mandar todo al carajo, la directora se inspira y entrega un momento que nos deja con la boca abierta, como la escena del reclutamiento. Dichas secuencias justifican la visión del film y claro, ya se sabe, la música de los Beatles es bellísima; y aunque nunca estuvo lejos, reencontrase con ella es siempre un placer.

Julie Taymor, la directora, hizo antes una maravillosa versión de Tito Andrónico, una de las obras más sangrientas y peor construidas de Shakespeare (esto no lo digo yo, que soy un piojo, sino los expertos que se quemaron hasta las pestañas postizas con los folios shakespearanos). Dicho film se llama Titus y entre otros están Jessica Lange y Anthony Hopkins.

Esta muchacha dirigió también la versión teatral de El rey león en Broadway, de la cual sólo vi unas escenas que me deslumbraron y que confirmaban que todos los elogios recibidos no habían sido infundados.

Ah, dirigió también el film en el que Salma Hayek se afeó para ser Frida Kahlo.

Un abrazo,
Gustavo

domingo, 4 de mayo de 2008

Los dueños de la noche

Los Dueños de la Noche es un melodrama policial grandioso, muy bien contado, impecablemente actuado, con un guión firme que avanza inexorable hacia un final lógico y liberador. (Decir que un final es lógico y liberador es una perogrullada, pero hoy en día con tanta película tramposa de final absurdamente pochoclero, que un policial tenga un final coherente es casi una novedad.)

Volviendo al film que nos ocupa, para los que peinamos canas o hemos hundido por más de un par de horas los muelles de una butaca de cine, el ver películas no es un pasatiempo inocente. Todo o casi todo nos devuelve una experiencia anterior. Están aquí la opresiva atmósfera operística que Coppola le imprimió a sus Padrinos, los personajes un poco alucinados de los mejores filmes de Scorsese, el policía de ética personalísima que a los demás les resulta difícil comprender (como el de las historias que le gusta contar a Sydney Lumet), el final cocinado a fuego lento como el que Peter Weir le dio a su magnífico Testigo en peligro.

Pero con lo que James Gray, este joven director al que le gusta ambientar sus historias en el barrio ruso de Nueva York, contribuye a la historia del cine, y que nosotros, los adoradores del dios Cine, incluiremos sin duda en nuestras antologías de secuencias inolvidables es: la persecución bajo la lluvia. Siniestra, desesperada, tiene la densidad de la mala niebla o la textura de una pesadilla atroz.

Un abrazo
Gustavo Monteros