domingo, 8 de junio de 2008

El Sueño de Casandra

Con Cassandra's Dream, Woody Allen vuelve al drama policial como en Match-Point y Crímenes y Pecados. Lo que la diferencia de las anteriores es que ya no está presente el nihilismo, sino que la línea de pensamiento que sustenta el drama se relaciona más con lo shakespereano, por aquello de que una vez que el orden de las cosas ha sido roto, no habrá paz hasta que se reordene o se recomponga; o con los trágicos griegos, por aquello de que un hecho de sangre puede ocultarse, pero tarde o temprano habrá que enfrentar las consecuencias.

La anécdota es muy sencilla: dos hermanos, por sus ambiciones o sus debilidades, se ven en la obligación de solicitar ayuda económica a un tío rico. Dicho tío no tendrá problema en ayudarlos, siempre y cuando le hagan un pequeño favor: matar a un hombre que lo perjudica. Hacerlo o no hacerlo, ésa es la cuestión.

Si en varias de sus películas Allen homenajeó a maestros del cine (a Fellini en Recuerdos, a Bergman en Interiores y Comedia Sexual de una noche de verano, a Fritz Lang en Sombra y Niebla, etc.), aquí, inconscientemente al menos (ya que no lo ha declarado), parece celebrar al maestro francés Claude Chabrol. Lo acerca a Chabrol, la minuciosidad con que describe la vida cotidiana de los protagonistas, la línea narrativa directa, el uso de la banda sonora (Allen deja de lado esta vez su estimable colección de discos y recurre a los servicios de Philip Glass), las simpleza en el uso de la cámara y el escamoteo de los hechos sangrientos (van directamente en off).

A estos dos últimos aspectos, el punzante crítico de New Yorker, David Denby, los atribuye más a la manía de Allen de hacer un film en menos de dos meses que a una necesidad estilística. Lo acusa de vago por no planificar mejor para lograr secuencias más expresivas y de evitarse el arduo trabajo que demanda escenificar los crímenes. Ellos sabrán.

Tom Wilkinson y Ewan McGregor ratifican su estatura de buenos actores todoterreno. Pero la sorpresa la da Colin Farrell. Vendido por Hollywood como la alternativa caucásica a tanto galán rubión, Farrel le puso la cara a un desatino tras otro. Aunque a veces eligió bienintencionadamente, su actuación resultó estar más para la cachetada y el chiste, que para la aprobación o el aplauso. Aquí se despacha con una actuación creíble y conmovedora. Lo que no es poca cosa porque ya es sabido que Allen no es un director de actores cuidadoso y no le gustan las retomas. No olvidemos lo que contó Michael Caine en el reportaje del Actor's Studio. Cuando le comentó a un asistente de fotografía que por fin lo había llamado Woody Allen, el asistente le dijo: "Lo que quieras lograr con el papel, traelo listo de tu casa y exponelo todo en la primera toma, no te guardes nada para un nuevo plano porque no lo habrá, siempre hay uno por toma, y no experimentes esperando afirmarte en la tercera o cuarta toma porque, con suerte, podés llegar a la segunda si es que se le da por hacer una de seguridad." El querido Michael le llevó el apunte y obtuvo el Oscar (que le andaban negando) con Hannah y sus hermanas, por su actuación sensible, casi poética, de ese cincuentón querible al que el amor volvía un adolescente.

El Sueño de Casandra es una buena película, pero no está a la altura de Match-Point (más cuidada y redonda) y menos, a la de Crímenes y Pecados (una de sus obras maestras), pero son casi 100 minutos de entretenimiento inteligente, en los que uno dialoga con uno de los artistas más notables del siglo XX. Y vale para él, lo que decían de Hitchcock cuando yo era chico: el peor Hitchcock es mejor que ningún Hitchcock.


Un abrazo
Gustavo Monteros

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