jueves, 27 de marzo de 2008

Margot y la boda

Margot at the wedding es de esas películas, cuya mayor virtud es también su mayor defecto. Este recorte de unos días en la vida de una familia muy disfuncional parece demasiado artificioso para ser plausible. Sus personajes son demasiado conscientes de sus limitaciones para estar tan dominados por ellas. Pero este conocimiento de sí mismos los lleva a sostener diálogos infrecuentemente brillantes que producen un gran deleite.


El trío protagónico, Nicole Kidman, Jennifer Jason Leigh y Jack Black, tuvo mejores instancias para lucir sus recursos. Pero es interesante atestiguar este primer encuentro entre dos de las mejores actrices que nos presentó el penúltimo cine yanqui. Jack Black ratifica aquello de que cualquier gran actor cómico, cuando se le canta, puede dar una actuación dramática impecable. Cosa que no se da del lado contrario: son contados con los dedos de la mano los grandes actores dramáticos que pueden transitar con éxito la cuerda cómica sin caer en el abismo del ridículo.


Margot at the wedding (Margot y la boda es su título local) es un postre demasiado sutil para el paladar pochoclero y no pasó por los cines; se la encuentra ahora en las góndolas de su club de DVD amigo.


Su autor y director, el neoyorquino de 38 años Noah Baumbach, debe su fama a su film anterior: Historias de familia ( The Squid and the Whale ), tragicomedia de tono autobiográfico ambientada en el Brooklyn de 1986 con Jeff Daniels y Laura Linney.

Un abrazo
Gustavo Monteros

martes, 18 de marzo de 2008

El orfanato

Pasada la adolescencia, el terror, como género cinematográfico dejó de interesarme. Al menos en mi caso, fue una de las cosas que la edad se llevó. Pero, aunque dejé de frecuentarlo, seguí su evolución (después de todo se hablaba de él en las mismas páginas en las que se hablaba de los demás géneros). Supe, entonces, que los viejos “metemiedos”, como ya no asustaban a nadie, recuperaron la estatura de mitos románticos, que en esencia siempre fueron (Drácula, Frankenstein). Supe que otros, como el hombre lobo y los vampiros tuvieron algún que otro verano de éxito. Supe que, después de Halloween y La Masacre de Texas, el género santificó a un nuevo héroe, celebrándolo en todos sus estilos y variantes: el asesino serial, que despanzurra a cuanto ser humano se le pone en frente, generando el mayor “gore” posible. Supe, también, que a pesar de los adelantos en efectos especiales, ante tanto acrecentamiento de violencia cotidiana, tanta guerra absurda, tanta exhibición de hechos sangrientos en los medios, nuestra capacidad de tolerancia y/o resistencia a asustarnos ha crecido tanto, que al género le cuesta más y más espantarnos, quedándole como única salida insistir en la acumulación de cadáveres para producir algún efecto.

Pero, aunque me aparté del género, las historias de fantasmas continuaron fascinándome.

Las historias de fantasmas son como cuentos de hadas de signo contrario. Si las hadas son seres fantásticos empeñados en que seamos felices, los fantasmas están gobernados por intenciones de lo más aviesas. En los últimos tiempos hubo dos excelentes films de fantasmas: El Sexto Sentido y Los Otros.

Con El Sexto Sentido, el director, M. Night Shyamalan, sacó patente de genio, que (con excepción de Señales) se le venció rápidamente, entregándonos una sucesión de bodrios de variable soportabilidad: El Protegido, La Aldea, La Dama del Agua.

En cambio, Alejandro Amenabar, el director de Los Otros, demostró tener un talento que no encoge y que sin importar el género que escoja (Tesis, Cierra los ojos, Mar adentro), su escritura es siempre estimulante, atendible, entretenida.


Y ahora llega El Orfanato, una muy buena película dirigida por Juan Antonio Bayona. El guión participa de algunos lugares comunes del género como la casa grande, vieja y solitaria, que oculta terribles secretos, o los personajes excesivamente escépticos que, aunque ven cosas excepcionales, siguen sin creer en lo sobrenatural. De todos modos, al film le sobra creatividad como para hacer que lo viejo parezca nuevo otra vez. Para ello utiliza los modernos medios a su alcance. Convengamos que a la historia de fantasmas, el Dolby le sienta más que bien, para sus portazos imprevistos, los pasos en el piso de arriba, los cuchicheos en la habitación de al lado, las súbitas ráfagas de viento, las tormentas eléctricas tan atmosféricas. También le sientan bien el montaje veloz para ver y no ver, y las nuevas lentes que tanto sugieren y esfuman.

Aunque provoca una par de sustos, a El Orfanato le preocupa más contar bien su historia. Y eso siempre se agradece. Todo encuentra su lógica. Revela inteligencia a través de una anécdota astuta y certera. Utiliza dos armas primordiales más que lícitas: el tema del niño perdido y la búsqueda inclaudicable de su madre, que es imposible que no encuentre una identificación universal y una protagonista tan carismática, Belén Rueda, que es imposible que no encuentre una adhesión inmediata.


Aun para los más reacios a entretenerse con este género, este Orfanato merece una visita.

Un abrazo,
Gustavo Monteros

sábado, 15 de marzo de 2008

Elizabeth, la edad de oro

Si Elizabeth (de Shekhar Kapur) se emparentaba con la ópera por la exacerbación de sentimientos, conflictos y personajes; por la opulencia del vestuario y la dirección de arte; por la ampulosidad de la puesta en escena; por la absoluta falta de rigor histórico; todo subrayado por la grandiosidad del trabajo de cámara. Elizabeth, the golden age (del mismo director) se emparienta con el telenovelón del mejor cuño por la falta de espesor de sus personajes; por la levedad de su trama; por la superficialidad en el planteo de los conflictos; por la ligereza de las transiciones y la asimilación de algunas verdades por los protagonistas; por la excesiva digitalización de la dirección de arte que hace que todo parezca una pobre escenografía; porque los problemas sentimentales están por encima de todo y porque cualquier excusa es buena para derramar abundantes lágrimas. No faltan los clásicos pivotes del teleteatro: el triángulo y el embarazo inoportuno. Hay diálogos bien intencionados, pero tan mal resueltos (¿Descubrimos el nuevo mundo? ¿O el nuevo mundo nos descubre a nosotros?), que parecen ser fruto del apuro con el que se cocina el novelón. Y hasta el mismísimo Walter Raleigh la hace tambalear a Elizabeth con aquello de que: ¿Alguien la quiso alguna vez por lo que es y no por lo que representa? Idéntico conflicto padeció Facundo Arana en un recodo de la trama de Padre Coraje.


Hay momentos tan mal resueltos que dan vergüenza ajena: la lección de baile y la batalla naval final, con caballo y todo.


Pero, pese a todo lo expuesto, el film se sigue con interés, porque uno se resigna a que este reino isabelino es para comer pochoclo y por los actores. Cate Blanchett es hermosa, inteligente, talentosa y es de esas actrices que se preocupan por devolvernos la plata de la entrada, se consustancian con el proyecto y sudan la camiseta (en este caso el corset, que le aplana horriblemente sus dos bellas redondeces, cosas del papel). Eso sí, su Elizabeth parece haber leído el libro de Nacha Guevara (Sesenta años no es nada), en especial el capítulo de como elegir el mejor cirujano plástico, porque aunque se la supone medio veterana, luce lozana como pocas. Clive Owen es un estupendo actor que aquí se divierte mucho en plan de galanazo total (se le nota que tiene a Errol Flynn como modelo para el papel). La gran Samantha Morton conmueve con la estúpida de María Estuardo. Jordi Mollá, como es una película piratona, es el villano absoluto. Aunque pensándolo bien, no es para menos, el Felipe ése tenía detrás de sí a la Inquisición (¡Dios nos libre!) que era más asesina que la peste. En resumen, si se dejan llevar y no le piden mucho, entretiene.

Un abrazo,
Gustavo Monteros

miércoles, 5 de marzo de 2008

La conspiración

La Conspiración (In the valley of Elah) es una muy buena película, escrita y dirigida por Paul Haggis; guionista de los tres últimos films de Clint Eastwood :Million Dollar Baby, Flags of our fathers y Letters from Iwo Jima; del último James Bond, Casino Royale; y autor y director de Crash, que en el 2006, contra todo pronóstico, se alzó sorpresivamente con el Oscar a la mejor película del año.


Crash anda ahora dando vuelta por el cable. Es un film coral muy interesante, casi de tesis, que indaga sobre lo profundo que corre el veneno del prejuicio en nuestra sangre y lo arraigada que está la discriminación en la sociedad.


La Conspiración, en cambio, se centra en una historia excluyente: la investigación de un padre sobre la misteriosa desaparición de su hijo, un soldadito yanqui, que parece haberse esfumado de un destacamento militar. Cuando la investigación llegue a su fin, algunos de los aspectos más aberrantes de la guerra avariciosa que lleva adelante el imperialismo yanqui en Irak saldrán a la luz y revelarán lo enferma que está esa sociedad.


Como en Redacted de Brian De Palma, la nueva tecnología, como los teléfonos celulares y las camaritas de video, será un elemento narrativo esencial que develará más de una pista.


Charlize Theron vuelve a disimular algo de su belleza para dar otra actuación notable. Las pocas escenas de Susan Sarandon son de una sinceridad apabullante. Pero el héroe de la velada es Tommy Lee Jones, está maravilloso. Los yanquis, tan adeptos a las especializaciones, están de la nuca con él, no les entra en la cabeza que no haya tomado una clase de actuación en su vida.


Que la prensa conservadora de su país de origen la haya atacado tan duramente, acusándola de hereje y antipatriótica, pidiendo incluso que les revoquen la nacionalidad y los deporten a todos los involucrados en el proyecto, la hace más interesante. Y más aun que el público la haya convertido en un gran fracaso de taquilla, negándose a ver algo, que aunque muy ficcionalizado, se basa desgraciadamente en un hecho real.


El título original, En el valle de Elah, hace referencia al lugar en el que David venció a Goliat.

Un abrazo,

Gustavo Monteros



sábado, 1 de marzo de 2008

Petróleo sangriento

Queridos Amigos:

¿Vieron Petróleo Sangriento (There will be blood)?¿Qué les pareció?

Yo la vi. Me pareció una película excelente, excelsa, excepcional; pero en lo personal me resultó tan o más aburrida que Paris-Texas (dura más o menos lo mismo y sin el paliativo de Nastassja Kinski en la escena final).


El film cuenta la clásica historia del self-made man que pasa de rata a multimillonario. Hay dos o tres subtramas; una de las cuales concierne a un falso fanático que ve en la religión la posibilidad de obtener poder y hacer mucha plata. La pugna y el contraste entre el capitalista sátrapa y el religioso hipócrita quizá sean lo más atractivo del film.


Aunque tiene nudos dramáticos muy interesantes y muy bien resueltos, la anécdota es más episódica que evolutiva, y hay por lo tanto muuuuchas mesetas narrativas en las que dan ganas de tener un control remoto gigante y hacer fast foward.
La novedosa música de Jonny Greenwood (entre minimalista y vanguardista) no desagrada. Eso sí que no se ponga de moda, dos o tres películas más con este tipo de música y la gente va a ir al cine con los Winchester a hacer tiro al blanco con los parlantes del Dolby. La fotografía de Robert Elswit es talentosísima, da el adecuado tono épico y una espectacularidad millonaria a un film que no costó más de dos pesos.


El director Paul Thomas Anderson, un geniecito del nuevo cine yanqui, me deslumbró más con sus películas anteriores Boogie Nights, Magnolia y Punch-Drunk Love (Embriagado de Amor) que con este film tan logrado como tedioso.


Daniel Day-Lewis confirma lo que ya sabemos: le preocupa más gustarse él que que intentar comunicarnos algo a nosotros, los sufridos espectadores. Emocionarnos o al menos procurar conmocionarnos ni se le cruza por la cabeza. Leía hoy en un reportaje a George Clooney algo con lo que no podía menos que estar de acuerdo. Decía el querido George que Danielito no hizo una composición, sino una impecable imitación de John Huston.
Artero pero certero.

Un abrazo
Gustavo Gustavo